A VECES MABURRO
UNA DE LAS MÁS GRATAS SORPRESA DE ESTE INICIO DE TEMPORADA
Título:
A veces maburro.
Autor, dirección y espacio escénico: Rafal Ponce.
Diseño escenografía: Cari Roig.
Iluminación: Pérez & Méndez.
Producción: Teresa de Juan y Marta Belenguer.
Intérprete: Marta Belenguer.
Artistas invitados: Alejandro Naranjo, Joaquín Peña,
José Juan Poyatos (Los artistas invitados cambian: en cada
función se presenta uno diferente).
Voz en off: Joaquín Peña.
Estreno en Madrid: Teatro Alfil, 1.X.2004.
A veces maburro es un curioso espectáculo. Su título,
entre la vulgaridad cotidiana y el anuncio de una visión
humorística de las cosas, deja paso a un monólogo trufado de
canciones, de apariciones, a veces inopinadas, de un artista
invitado y de posibilidades de comunicación con el público o con
un muñeco, presente durante algunos períodos en la escena, y que
evoca a la pareja de la actriz protagonista. Sin embargo, esta
estructura desvertebrada, versátil y fragmentaria oculta,
quizás, un texto potente y poroso a la vez, mucho más
inquietante de lo que pudiera parecer, pleno de intención y de
buen hacer dramático.
El
personaje de la historia no es demasiado original ni novedoso.
La mujer desconcertada, en el tránsito entre la juventud y la
madurez, que hace balance de su situación personal, ha aparecido
con mucha frecuencia en la novela, en el cine y en el teatro de
los últimos años. Pero sí resulta novedosa la expresión de ese
conflicto. El lenguaje de Ponce, siempre propicio al humor, al
quiebro, a la fractura, a la sorpresa, a la variante sobre la
frase hecha, al juego de palabras, a la asociación insólita, a
la imaginación creativa o la recuperación del lugar común, pone
su habilidad estilística al servicio de un conflicto, de una
situación vivida por el personaje, y lo que pudiera parecer como
caprichoso o simplemente brillante resulta, en consecuencia,
expresión dramática, respuesta teatral de esta mujer agitada por
sus preocupaciones íntimas, que prefiere no tomarlas demasiado
en serio o, mejor, no verbalizarlas demasiado en serio, aunque
sean lacerantes y produzcan desasosiego. El contraste entre el
lenguaje festivo -y cáustico también- y el momento
inmediatamente anterior al desenlace, en el que se abre paso
inequívocamente lo dramático, lo doloroso, muestra una notable
eficacia teatral, que potencia un final en el que, mediante el
distanciamiento se relativiza de nuevo la tensión y la emoción
creada.
El
distanciamiento rige, por lo demás, el desarrollo completo del
espectáculo. Las canciones que recuerda la protagonista y que se
escuchan en sus grabaciones originales, interrumpen el discurso
del personaje, pero aportan un contraste significativo e irónico
entre lo que dice y lo que le sucede. La selección de las
canciones, realizada por el propio Ponce, es otro de los
aspectos más acertados del trabajo que se exhibe en la sala
Alfil. Las intervenciones -en el día en que yo asistí a la
función, a la guitarra,- del artista invitado o los juegos con
el muñeco o los guiños con el público resaltan la teatralidad de
cuanto sucede en escena y proporcionan otra manera de mirar la
historia de esta mujer, sentida acaso como agridulce o como
tragicómica por ella misma, pero en la que se intuye una
angustia existencial y, a la par, un sentimiento de familiaridad
con lo que le sucede al personaje. Sin embargo, todo parece
resolverse mediante es humor ácido e ingenioso tan
característico de la escritura de Ponce. Por lo demás, la
elipsis, la sugerencia o la alusión impiden también la caída en
el sentimentalismo, pero contribuyen a perfilar los contornos de
una situación inequívocamente dramática.
Marta Belenguer realiza un trabajo entregado y decidido, que se
va haciendo más seguro a medida que avanza la función. Hay una
buena labor física, y destaca su composición del personaje, muy
adecuada a la intención y a la naturaleza del texto, lo que
revela un trabajo inteligente y una dirección oportuna. La
actriz debiera mejorar, sin embargo, en algunos aspectos
relacionados con la utilización de la voz, que no siempre se
muestra a la altura de otras cualidades interpretativas
exhibidaspor Marta Belenguer en su tarea.
A veces maburro constituye una de las más gratas sorpresa
de este inicio de temporada y descubre nuevas posibilidades en
la escritura de este indudable de teatro que es Rafael Ponce.
Eduardo Pérez – Rasilla
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Teatro Alfil
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28004 Madrid
91 521 45 45 / 686 414 784
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Parking. Tudescos y Sto. Domingo.
De martes a sábado a las 22.30hrs.
Domingos: 20.30hrs.
Mónica Cordobés
Dpto.de Prensa
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