NADA
ES CASUAL 3
Tercera
entrega
de
un proceso abierto
Título: CUERPO DE MAYOR -Nada Es Casual
(y 3)-
Concepto: Alberto
Jiménez
Música: Antonio Gámez.
Espacio
escénico:
Mónika
Rühle
Vídeo y
fotografía: Juan
Ansótegui.
Retratos: Nekane Santamaría.
Edición
de los retratos:
Chus
Samperio.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Actuantes: Alberto Jiménez padre, Alberto
Jiménez, Luis Latorre,
Ascen López y Rosa Manteiga, entre otros.
Dirección: Alberto Jiménez y Rosa
Manteiga.
Estreno en Madrid: 5 –
VII - 2007 |
foto: Juan Ansótegui |
Hace
casi exactamente cuatro años presencié, en la plazoleta aneja a El Canto de
la Cabra, la primera entrega de Nada es casual. Aquel
singular espacio de verano acogía aquella propuesta de Alberto Jiménez, que, si no estoy confundido, había mostrado ya en
la sala unos meses antes. Tiempo después
vino Nada es causal 2, que no tuve
oportunidad de ver. Ahora llega la tercera entrega de este ciclo personal de Alberto Jiménez, aunque quizás fuera
más preciso hablar de un proceso, abierto, de investigación y mostración, mediante
el cual el creador se interroga a sí mismo, se asoma a su propia intimidad y no excluye de ella los territorios
oscuros, enigmáticos, delicados o conflictivos, ni tampoco la intimidad de los
allegados, tal vez en cuanto que forman parte de sí. Pero esta introspección se hace ante los ojos
de un espectador, convertido en observador privilegiado y sin restricciones, que acaso tuviera motivos para experimentar
pudor o para sentirse incómodo ante lo que cabría entender la contemplación,
inmediata y sin trabas, del ámbito de lo estrictamente personal.
foto: Juan Ansótegui |
Las confidencias, entreveradas de un humor
agridulce, con momentos de sarcasmo y momentos de ternura, se combinan con
imágenes plásticas y dramáticas poderosas, sugerentes y bellas, con
intervenciones musicales, con proyecciones, con irrupciones de actuantes que
emergen desde el patio de butacas, con
elaboraciones gastronómicas o con el ofrecimiento de un gazpacho a los
espectadores. La palabra no es el único
elemento dramático, pero la verbalidad adquiere
un peso notable en el espectáculo, casi
siempre en forma de relato – o de confesión personal-,
de desahogo u, ocasionalmente, de instrucción perentoria. Pocas veces
constituye un diálogo, y cuando lo hace, se trata quizás de un diálogo
imposible, de una comunicación fallida, como la que mantienen padre e hijo – un
elemento recurrente en Nada es casual -
que incide en una atractiva ambivalencia. Si, por un lado no hay barrera entre
el escenario y la sala, entre la ficción y la realidad, entre el actor y el
personaje o entre los elementos heterogéneos que configuran el espectáculo, por
otro, parece negarse la posibilidad de encuentro o de comunicación, la eventualidad
del encuentro o la opción del logro de unos objetivos que se desvanecen mucho
antes de que lleguen a alcanzarse. O, si el encuentro se produce, queda
reducido a lo epidérmico o a lo banal.
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A. JIMENEZ |
ASCEN LÓPEZ |
Las evocaciones y sugerencias que
ofrece el espectáculo son abundantes,
desde Beckett y Pinter hasta ciertas formas de dramaturgia última, pasando por Carlos Marqueríe o hasta Rodrigo García, e incluyendo referencias
y guiños muy diversos. Pero no está de más incidir precisamente en este
juego de relativización o cuestionamiento de la ficcionalidad, en esta indagación
del conflicto entre actor y personaje, en esta exploración de territorios
fronterizos, temas en los que desde hace algunos años están trabajando
algunos de
los creadores más fecundos e interesantes del
joven teatro español, y, al hablar de la juventud, no me refiero tanto a
la edad de los creadores sino a su actitud ante la escena y ante el mundo.
Por
lo demás, tengo la impresión de que el trabajo actoral de Alberto Jiménez se depura y se agudiza en esta tercera entrega, se
condensa y se muestra más eficaz, más estilizado, más limpio. El proceso sigue
abierto y parece más prometedor cada vez.
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