Numancia. Cervantes.Critica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Miércoles, 04 de Mayo de 2016 14:31

NUMANCIA
LA DIGNIDAD ESCENIFICADA

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  FOTO:w ww.madridteatro.net

El Teatro Español se ha convertido en una Numancia en la que, su director, Juan Carlos Pérez de la Fuente, atrincherado en su despacho espera un cese anunciado varias veces, pero que no acaba de llegar. Puestos a elucubrar, a falta de nuevas noticias, cabe pensar que quien lo ha decidido argumentando que el ocupante del cargo es arrogante y que no goza de su confianza, está esperando una rendición por agotamiento, pues teme que un asalto del antiguo solar del Corral de Príncipe se salde con alguna baja en sus filas. No sé si ese temor explica que los responsables culturales del Ayuntamiento no hayan puesto todavía los pies en su teatro. Si fuera otro el motivo, por ejemplo, que no les gusta el teatro, sería peor aún y no digamos ya si es por ambos motivos. En todo caso, el comportamiento se parece mucho al de Escipión, el general romano, cuya negativa al diálogo y una estrategia equivocada le pasaron factura y convirtieron a sus presas en héroes. El azar ha querido que en el palco escénico de esta Numancia contemporánea se esté representando otra Numancia, la de Cervantes, con puesta en escena del citado director, que cuenta hechos más cruentos, pero con la que es fácil establecer algunas similitudes. Hay que insistir en que ha sido el azar el que ha propiciado la coincidencia de ambos acontecimientos, pues la tragedia cervantina había sido programada antes de que la operación de destitución de Pérez de la Fuente se pusiera en marcha. Lo cierto es que, tratándose de un acto concebido con motivo del cuarto centenario de la muerte de su autor, éste ha pasado a ocupar un segundo plano. Es lo que, con muy contadas excepciones, ha sucedido anteriormente con esta obra.

En efecto, el interés por ella se ha debido menos a la fama de su autor o al calidad del texto que a la exaltación del heroísmo contenida en su argumento, pues venía bien para, en situaciones bélicas parecidas o de enfrentamiento civil a regímenes totalitarios, estimular a sus protagonistas y hacerles sentirse herederos de los heroicos defensores de la ciudad celtibera. La primera circunstancia animó a los habitantes de Zaragoza a representarla en 1808 durante el sitio al que fueron sometidos por las tropas napoleónicas, si bien es dudoso que se tratara de La Numancia de Cervantes. Más probable es que fuera la de López de Ayala, aunque la intención no variara. Seguramente, en la de este mismo autor se basó Antonio de Saviñón para La Numancia destruida que presentó, en 1815, Isidoro Máiquez en el teatro de la Cruz, coincidiendo con un momento álgido del absolutismo de Fernando VII. Las que con certeza se inspiraron en la del autor del Quijote fueron las dos versiones de Rafael Alberti, de una de las cuales se ofrecieron varias funciones en el teatro de La Zarzuela en 1937, cuando la capital de España resistía el asedio de las tropas franquistas. Ese mismo año, Jean Louis Barrault ofreció en el teatro Antoine, de París, una artaudina puesta en escena. Un año después, en homenaje a los defensores de Madrid, el teatro Gorki, de Leningrado, programó una traducción al ruso y adaptación de Numancia realizada por Nikolai Tinojov, la cual no llegó a estrenarse, resultando también fallido un nuevo intento de llevarla a escena en 1941 durante el cerco al que la ciudad fue sometida por parte del ejército alemán.  A la lista hay que añadir la versión de Lagénie, estrenada en Burdeos en 1952, en vísperas del desastre de Dien Bien Phu, en plena guerra por la independencia de Indochina; y, en España, las puestas en escena de 1967 y 1973 de Miguel Narros, en las que el vestuario de los personajes acercaba la acción a épocas contemporáneas y que con prudente sordina animaba a la resistencia en un régimen ayuno de libertades.

La propuesta de Pérez de la Fuente permite cualquiera de las lecturas citadas, pero, sobre todo, hace hincapié en la importancia que tiene para un pueblo mantener la dignidad con más empeño que nunca cuando, en las condiciones adversas impuestas por un poder abusivo, se está luchando por la conquista de un bien tan preciado como es la libertad. A tal propósito se une el de reivindicar la figura de Cervantes como dramaturgo y adjudicarle la paternidad del primer gran intento de sentar las bases de lo que hubiera podido ser un género trágico genuinamente español. A despejar el camino que ha permitido alcanzar ambos objetivos, contribuye la versión que firman Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño Espuelas. Hay un primer trabajo de clarificación y poda del texto, sin que ello haya supuesto alteración de la versificación original. La poda afecta también a la nómina de personajes, algunos de los cuales han desparecido, puede que por exigencias presupuestarias, pero justo es decir que los había prescindibles. La del texto, incluye la supresión de referencias mitológicas y de numerosos versos, buena parte de ellos pertenecientes a la segunda jornada, en la que los sacerdotes vaticinan acontecimientos adversos. En cuanto al vocabulario, solo ha mudado lo que ha caído en desuso. En aras de dotar a la acción de nervio y mayor ritmo, hay parlamentos que han sido fragmentados y atribuidos a varios personajes y, en cambio,  uno, el de España, es dicho al unísono por un hombre y una mujer. En esta labor de remozamiento, Cervantes ha salido bien parado. En la otra tarea, la del contenido, era necesario acercarse a los parámetros de nuestro tiempo, dejar atrás la España imperial que conoció Cervantes y aludir a la actual, la que, bajo el celofán de la democracia, esconde la precariedad  de los que soportan el peso de la crisis económica y la angustia de los que, huyendo de tragedias mayores, se topan con muros infranqueables. Hablar de ello y añadir un mensaje esperanzador exigía la reescritura de algunas partes de la obra, siendo la correspondiente a la profecía del Duero la que mejor se prestaba. El discurso añadido por De Cuenca y Mariño es equilibrado, en el sentido de que, no siendo partidista, difícilmente puede ser rechazado.

A partir de estos mimbres literarios, Pérez de la Fuente ha puesto en pie un vibrante y desgarrador espectáculo que, en todos sus aspectos, lleva su inconfundible sello.  La barroca escenografía diseñada por Alessio Meloni contiene elementos que suelen estar presentes en anteriores puestas en escena del director, como las gasas que velan o difuminan las figuras humanas o que, convertidas en pantallas, acogen proyecciones de enromes proporciones; o esos fondos espejados que tienen la virtud de dar mayor profundidad al escenario y de multiplicar el número de personajes, consiguiendo que unos pocos uniformados parezcan un ejército y, los civiles cercados, multitud. También se abre el escenario hacia la platea, cuyo pasillo es recorrido por una rampa estrecha, que, si en algún montaje anterior fue recorrida por tropas a caballo, ahora lo es por soldados desconcertados y nerviosos. La iluminación de Juan Manuel Guerra contribuye a crear el necesario ambiente trágico y establece zonas cambiantes de luces y sombras, éstas taladradas por los haces de luz cruzados de las linternas, otro recurso frecuente en el teatro de Pérez de la Fuente. El vestuario de Almudena Huertas, además de bello, es elemento esencial para situar la acción en un impreciso pero cercano tiempo. El resultado es una función de gran fuerza expresiva y una plasticidad que, lejos de atenuarla, la acrecienta. Es lo que sucede en la escena del desdoblamiento de España, devenida en liturgia con dos oficiantes, en la que la mitad femenina, con el tocado de ruedas que cubre sus orejas, se nos presenta como la reencarnación de la íbera dama de Elche. Hay otros momentos en los que la tensión dramática alcanza cotas casi insoportables, como la brutal violación de Lira o el momento en que, de las entrañas de la mujer Guerra, surgen el hambre y la enfermedad. Escena, por cierto, que guarda cierto parentesco con otra que aparece en La clase muerta, de Kantor, en la que no se paría sobre el suelo, sino sobre un artilugio mecánico. La resolución escénica del suicidio de Nadie, personaje femenino que sustituye al muchacho llamado Bariato en el original cervantino, con el que se extingue la vida de la población numantina, confirma  el mensaje de esperanza que se quiere transmitir. En la escueta acotación del texto, dice Cervantes: “Aquí se arroja de la torre”. Pero lo que sucede es que Pérez de la Fuente interrumpe su vuelo y evita que se estrelle contra el suelo. Así, la salva. El frágil cuerpo queda flotando en el aire, no solo para mantenerlo alejado del alcance de los soldados romanos, sino principalmente para que siga vivo el testimonio de un pueblo que se niega a ser doblegado.

Doce excelentes actores bien dirigidos asumen cerca de treinta papeles. Con siete a su cargo, la mayor responsabilidad recae en una versátil y poderosa Beatriz Argüello. Alberto Velasco, por su parte, se enfrenta a ocho de muy variados registros y exigencia corporal, algunos de los cuales requieren una inusual capacidad de desinhibición. Chema Ruiz es un enérgico Escipión y, entre las mujeres, Myriam Gallego conmueve en el papel de Lira y Julia en el de Nadie.

 

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  BEATRIZ ARGÜELLO
FOTO: www.madridteatro.net

Título: Numancia
Autor:Miguel de Cervantes
Versión:Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño
Diseño de escenografía:Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de vestuario:Almudena Huertas
Diseño de iluminación:José Manuel Guerra
Composición musical y espacio sonoro:Luis Miguel Cobo
Diseño de audiovisuales:Miquel Ángel Raió
Asesora de voz y dicción:Concha Doñaque
Asesor de movimiento escénico:Alberto Velasco
Ayudante de escenografía:Olga López León
Ayudante de vestuario:Liza Bassi
Fotografía cartel y promo:Chema Conesa
Realizaciones: Sastrería Cornejo
Escénica Integral Tridimensional Art
Ayudante de dirección:Pilar Valenciano
Una produccióndel TEATRO ESPAÑOL

Figuración video:
Niños: Jonathan Lokuuda Bartlett, Rodrigo Sánchez
Bailarinas: Nataliya Andrukhnenko, Eva Boucherite, Alba González, Coral Ortega, Blanca Izquierdo

Intérpretes (por orden de intervención):Beatriz Argüello (La Mujer, Embajador segundo, La mujer-España, Numantino segundo, Mujer tercera, La mujer-Guerra y Madre tercera) , Alberto Velasco (El Hombre, Embajador primero, El hombre-España, Numantino primero, El hombre-Soldado, El hombre-partera, Hambre y Enfermedad) , Chema Ruiz (Escipión), Raúl Sanz (Yugurta), Carlos Lorenzo (Mario), Alberto Jiménez (Teógenes), Markos Marín (Leonelo y Numantino tercero), Maru Valdivielso (Mujer primera, Numantino cuarto y Madre primera), Julia Piera (Numantino quinto y Nadie), Críspulo Cabezas (Leonicio y Numantino sexto), Mélida Molina (Mujer segunda, Madre segunda y Mujer de Teógenes), Miryam Gallego (Lira)
Dirección:Juan Carlos Pérez de la Fuente 
Duración:1 hora 40 minutos
Estreno en Madrid:Teatro Español (Sala Principal), 16 - IV - 2016

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Miércoles, 04 de Mayo de 2016 15:05