30ª de frío. Crítica. Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 20:25






30º DE FRÍO
IMÁGENES QUE DISPARAN LA IMAGINACIÓN

[2007-12-28]

Teatro del Astillero, ya de prolongada andadura, vuelve con una propuesta enigmática en el título: 30º de frío.


30º DE FRÍO
IMÁGENES QUE DISPARAN LA IMAGINACIÓN

Título: 30º de frío
(basado en Cartas desde Rusia de Juan Valera)
Autor: José Ramón Fernández,
Luis Miguel González y Ángel Soto.
Escenografía y Vestuario: Silvia de Marta
Iluminación: Miguel Ángel Camacho.
Diseño gráfico: Javier Naval
Producción y distribución: Cristina Vinuesa.
Producción: Teatro del Astillero
Ayte dirección: Daniel Martos
Intérpretes: Francisco Vidal (Duque de Osuna),
Chema Ruiz (Juan Valera),

Daniel Martos (Secretario)
Dirección: Luis Miguel González Cruz.
Estreno en Madrid: Teatro Galileo,
13 – XII – 2007

FRANCISCO VIDAL
CHEMA RUIZ
FOTO: TEATRO DEL ASTILLERO

Teatro del Astillero, ya de prolongada andadura, vuelve con una propuesta enigmática en el título: 30º de frío.  Tal título puede decir todo o puede no decir nada. Según el dossier lo firman, en letra presidida por mayúscula, José Ramón Fernández y, en letra minúscula, ángel soto+ luis miguel gonzález. Creo inferir, pues, que quien carga con la mayor parte textual es José Ramón Fernández.

Vista la obra y  a partir de más información, José Ramón Fernández aparece como el sugeridor de este proyecto y la base de estos 30º de frío, está en las Cartas desde Rusia que Juan Valera escribió, narrando sus 6 meses de andanzas con don Mariano Téllez Girón, XII duque de Osuna  en San Petersburgo (Rusia) con motivo de volver a entablar las relaciones diplomáticas que se habían roto con Fernando VII. Para tal viaje Juan Valera, con 32 años, en 1856 fue nombrado Secretario de la esa embajada extraordinaria.


CHEMA RUIZ
FRANCISCO VIDAL
FOTO: TEATRO DEL ASTILLERO

Juan Valera, diplomático de carrera, se recordará en la posteridad como escritor y novelista. Novelas famosas suyas han sido Pepita Jiménez y Juanita la Larga. Uno de los géneros de Valera fue el de las Cartas: Cartas desde Rusia, Cartas americanas (dos series).

Esta representación escénica tiene como punto de partida Cartas desde Rusia y se consigue, con acierto e ingenio, vestir de teatro lo que fue literatura epistolar. A través de esos seis meses conocemos las personalidades de ambos personajes, que, en el fondo, reflejan, en buena medida, dos modos de ser España. El XII duque de Osuna encarna esa España que se vanagloria de su grandeza, su españolismo, su caballerosidad, su paternalismo y su generosidad, vestida de derroche. Una España trasnochada y que vivía y se regocijaba de una vieja gloria. Históricamente el XII duque de Osuna, hombre de manos con grandes agujeros por donde se le escapaba el dinero, dilapidó toda la fortuna heredada. Juan Valera, más comedido y al inicio de su carrera diplomática, apunta una España que bebe de la anterior, por eso de dejarse llevar por sus mayores, pero que al mismo tiempo se despega, vaticinando nuevos tiempos.

Para ambos el lugar en el que el tren se detiene, San Petersburgo, es extraño. Casi otro planeta. Desconocen todo. Del idioma no captan nada y de la estructura social menos. Hasta el clima es de otro planeta: 30º grados bajo cero. Claro que la estructura social – división de clases en la que todavía los siervos de la gleba existen – no pueden captarla porque su entorno y con quienes conviven son con la clase alta y con los placeres del buen comer, buen bailar y buen todo. Desde allí ven a España como una gran gesticuladora y no descubren que Rusia comienza a ser más Europea que España, anquilosada en sus delirios de grandeza. De todos modos se lo pasan bien a excepción de ese frío de 30º y nosotros – público - con mejor temperatura, también lo pasamos muy bien.

Para escenificar todo este guiñol – la historia está vista bajo el sentido del humor y en clave caricaturesca – sólo necesitan dos actores Francisco Vidal (duque de osuna) y Chema Ruiz (Juan Valera) y un tercero, Daniel Martos, que acepta ser “chico para todo” y su desdoblamiento va más allá de la esquizofrenia de dos personalidades. Apechugará con cualquier cosa que le echen, sea masculino o femenino, así como también ser el utilero o chico de los recados de escena. En resumen, Daniel Martos recrea todo el entorno de los dos protagonistas.


CHEMA RUIZ/ FRANCISCO VIDAL
FOTO: TEATRO DEL ASTILLERO

La estructura dramática recurre a situaciones breves bien hilvanadas, que obligan a múltiples espacios. La solución encontrada es inteligente y golpea la imaginación del espectador para que complete a su antojo, lo que la escenografía, que no pretende ningún realismo, no le da. El espacio escénico está lleno de muebles, objetos, perchas con vestuario, maniquíes, lámparas - araña y gran marco dorado, residuos de ese mundo aristocrático decimonónico. Puede sugerir muchas cosas: un trastero/buhardilla de casa bien donde se acumulan los residuos de otros tiempos, los almacenes de atrezzo y vestuario de un teatro o casa de alquiler, o lo que nos queda en la mente, simbólicamente, como recuerdo de una época pasada, bien vivida o bien narrada por otros. Todos esos elementos, la mayoría maquillados de oro – purpurina pretenciosa -  evocan ese gran oropel, ya barato, de una sociedad en declive. Y tales elementos, todos, irán funcionando dramáticamente. El uso de los objetos y muebles, y la transformación de ellos nos lleva a los inicios del teatro o a la fantasía infantil en que los niños son capaces de transformar una silla en trono real o un baúl en coche de caballos. Estas transformaciones surgen ágiles en el ritmo teatral sin que se note su preparación. Tal ritmo es una de las virtudes de la representación.

Por su parte Francisco Vidal – desbordante, cómico y grandielocuente -  compone  un duque de Osuna lleno de matices y gracia. Es probable que no responda fielmente a la persona histórica, sino solamente a uno de sus aspectos: el del generoso y despilfarrador caballero, reliquia a punto de desaparecer. Chema Ruiz, más sosegado en su Juan Valera, es el contrapunto y nos convence en su interpretación. Daniel Martos, como ya he dicho, está a todas y sale bien parado. A medida que avanza la acción los tres – ya no sabemos si los personajes o los actores – nos van seduciendo y gozamos con ellos.

30º de frío además de ser una feliz traslación de un género literario a otro dramático, consigue crear imágenes y situaciones que disparan la imaginación y la creatividad del espectador, cumpliendo aquello de que una imagen pictórica, teatral o cinematográfica debe huir de la alienación, debe cumplir lo que pide el arte: evocar más allá de lo contemplado.


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Jueves, 29 de Abril de 2010 11:02