Presas. Crítica. Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 20:00

PRESAS
Las cárceles franquistas

Título: Presas.
Autores: Verónica Fernández e Ignacio del Moral.
Dirección: Ernesto Caballero.
Escenografía: José Luis Raymond.
Vestuario: Gema Tabasco.
Iluminación: Juan C. Cornejo.
Espacio sonoro: Ignacio García.
Caracterización: Raquel Rodríguez
Profesora de canto: Mercedes Díaz
Ayudante de escenografía:
Bengoa Vázquez
Ayudante de vestuario: Ana Gayo
Ayudante de iluminación:
David Hortelano
Ayudante de dirección:
Aitana Galán y Antonio Guijosa
Intérpretes: Esther Acebedo (Presa),
José Luis Alcobendas (Don Leandro, abogado), Celia Bermejo (Sor Piedad),
Miriam Cano (Esperanza), Lola Casamayor (Teodosia), Pedro G. de las Heras (Don Martín, el cura),
Karina Garantiva (Presa), Marta Gómez (Presa), Ivana Heredia (Presa),
Aurora Herrero (Concepción de María, madre superiora), María Herrero (Sor Adoración), Marta Hurtado (Presa),
Cristina de Inza (Magdalena, la madame), Maruchi León (Paquita, la embrazada), Mariano Llorente (Don Máximo, médico), Ascen López ( La Manca, anarquista), Gerardo Malla (Don mauro, director), Julia Moyano (Presa),
Pietro Olivera (Don Esteban, maestro),
Ana Otero (Mari Cruz, la comunista),
Ainhoa Santamría ( La Charito),
Victoria Tejeiro (Fuensanta),
Déborah Vukušić (Violette, la francesa)
y Arantxa Zambrano (Macarena, la gitana).
Estreno en Madrid: Teatro Valle-Inclán, 22 – XI - 2007.



FOTOS: ROS RIBAS


FOTO: ROS RIBAS
Hay dos aspectos de esta producción que, más allá de la valoración del espectáculo como tal, merecen ser destacados. En primer lugar, su origen. Que data de 2005. Estamos ante una obra de encargo un tanto especial. Las dificultades para encontrar una obra que sirviera para el trabajo fin de carrera de las trece alumnas y cinco alumnos que concluían los estudios de interpretación de la RESAD animaron a Ernesto Caballero, responsable del proyecto, a solicitar a Ignacio del Moral la escritura de un texto en el que no sólo pudieran participar los dieciocho nuevos licenciados, sino que, además, todos los papeles tuvieran similar importancia. Al proyecto se uniría, a propuesta de del Moral, la guionista Verónica Fernández, colaboradora habitual suya en trabajos televisivos.  Situar la acción en una cárcel, permitía satisfacer las necesidades numéricas del reparto. Que se tratará de una cárcel de mujeres era la consecuencia lógica del predominio femenino en aquella promoción. El resultado fue una obra coral y fragmentaria en la que muy probablemente las aportaciones de los propios actores fueron importantes.
 

FOTO: ROS RIBAS
La acción transcurre a finales de la década de los años cuarenta del pasado siglo, cuando, todavía reciente la Guerra Civil, numerosas presa políticas compartían celda con delincuentes comunes y prostitutas. El arranque es el ingreso en un centro carcelario de norte de España de una nueva reclusa en el preciso momento en que está anunciada la visita de un alto dignatario de la iglesia, que, en el uso de sus prerrogativas, tiene previsto indultar a una de las internas. En el espacio temporal que transcurre entre ese momento y el de la llegada del ilustre visitante vamos conociendo las peripecias personales de las presas, sus problemas y aspiraciones, las difíciles relaciones entre ellas y las no menos conflictivas que mantienen con las monjas-carceleras, el capellán, los funcionarios de prisiones y los profesionales que se ocupan de prestarles atención médica o de su alfabetización. Son historias independientes que se presentan entremezcladas, componiendo un retablo realista que retrata a la perfección una época siniestra. Lo que vemos es una cárcel dentro de otra llamada España, de modo que todos los personajes –presos y guardianes- sufren parecida condena. Ante las dificultades para sobrevivir, el suicido aparece como única vía de liberación.
 

FOTO: ROS RIBAS
Tras cumplir su fin primero, el de trabajo escolar, el espectáculo saltó a la sala alternativa Triángulo, en la que tuvo una excelente acogida. De allí ha pasado al escenario del teatro Valle-Inclán, una de las sedes del Centro Dramático Nacional. Este es el segundo aspecto interesante al que nos referíamos más arriba. No es habitual en nuestro país que, entre los distintos ámbitos de producción y exhibición escénica, existan vías de comunicación e intercambio. Entre las salas alternativas, comerciales y públicas se alzan barreras hasta hace bien poco infranqueables. Las cosas están felizmente cambiando y cada vez es más frecuente que profesionales que se han dado a conocer en las primeras sean reclamados por las otras. Más raro es que una producción ya presentada en aquellas, por lo general hecha con pocos recursos materiales, pase a exhibirse en un teatro público. No es el de Presas el primer caso, pero sí tal vez, uno de los más significativos y, por tanto, digno de ser destacado.
 

FOTO: ROS RIBAS
La transformación de un espectáculo concebido como trabajo fin de curso en una producción propia de un centro dramático y el transito del reducido escenario de una sala alternativa al inmenso que ahora le acoge exigían una revisión a fondo del proyecto. Lo que se ha hecho no ha afectado, en lo esencial, al contenido de la propuesta. En lo que respecta al texto, se han introducido algunos cambios para adecuar los diálogos, concebidos para ser dichos por actores jóvenes, a un reparto al que se han incorporado profesionales de más edad. Del primitivo grupo de intérpretes, permanecen cinco, habiendo sido sustituidos los demás por actores tan solventes como Gerardo Malla, Maruchi León, Lola Casamayor, Pedro G. de las Heras, José Luis Alcobendas, Ana Otero o Mariano Llorente. En cuanto al formato, preside ahora el escenario una impresionante escenografía creada por José Luis Raymond, que representa los altos muros de una cárcel. Situado en el lugar reservado al telón, una especie de rastrillo carcelario construido con somieres de cama cierra y hace agobiante el inmenso espacio central. En él, otros somieres manipulados por los propios actores son muros, puertas y celdas que acotan los habitáculos en los que los personajes cargan con su pasado, luchan por su supervivencia, se dignifican, se degradan, sueñan o se hunden en la desesperación.
 
Ernesto Caballero ha realizado un impecable trabajo de dirección. Ha sabido ensamblar con precisión de orfebre los textos fragmentados hasta construir un espectáculo coral de gran impacto visual y enorme fuerza dramática. Controla con pulso firme la creciente tensión de las acciones y pone broche de oro a su trabajo con la escena  onírica que cierra
el espectáculo
.
FOTO: ROS RIBAS


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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