Cyrano de Bergerac. Strasberg. Crítica.. Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 19:03






CYRANO DE BERGERAC
¿DÓNDE ESTÁ LA BELLEZA?

[2007-10-30]

Al cabo de siete años, regresa Cyrano al teatro Español. En el 2000, medio centenar de actores ocupaban el escenario y, en esta ocasión, lo hacen trece.


CYRANO DE BERGERAC
¿Dónde está la belleza?

Título: Cyrano de Bergerac.
Autor: Edmond Rostand.
Versión: John O. Sanderson.
Traducción: Charlotte Moity.
Escenografía: Daniel Blanco.
Vestuario: María Luisa Engel.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Música: Mariano Díaz.
Maestra de verso: Ana Ramos
Maestro de esgrima: Iñaki Arana
Ayudante de dirección: Raúl Fuertes
Dirección de Producción: Concha Busto
Intérpretes: José Pedro Carrión (Cyrano de Bergerac), Lucia Quintana (Rosana), Cristóbal Suarez (Cristian), Ricardo Moya (De Guiche), Alberto Iglesias (Le Bret), Miguel Esteve (Ragueneau), Paco Hidalgo (Montfleury/Carbón), Román S. Gregory (Ligniére), Nacho Aldeguer (Valvert), Isabel Ávila (Carabina), Antonio Gómez (Músico), Paloma Rojas (Quiosquera) y Adán Barrero (Brisaille).
Dirección: John Strasberg.
Estreno en Madrid: Teatro Español,
27 – IX - 2007.

CRISTÓBAL SUÁREZ/ J. PEDRO. CARRIÓN

LUCÍA QUINTANA/RICARDO MOYA


J. P. CARRIÓN/ISABEL ÁVILA
Al cabo de siete años, regresa Cyrano al teatro Español. En el 2000, medio centenar de actores ocupaban el escenario y, en esta ocasión, lo hacen trece. Donde hubo una agobiante escenografía de cartón piedra, hay otra menos complicada: un armazón de vigas y pilares que, vestido con telones pintados o desnudo, acotan el espacio escénico, en el que los personajes se mueven con holgura. Son notables diferencias que se explican porque aquella fue una producción del teatro municipal y, ésta, la de una compañía privada que encuentra acomodo temporal en su escenario. Resulta curioso, sin embargo, que, en ambos casos, el físico de sus protagonistas, los excelentes actores Manuel Galiana y José Pedro Carrión, poco tuvieran que ver con el que se le supone al personaje creado por Edmon Rostand. Es posible que la difusión alcanzada por el film interpretado por Depardieu contribuyera a que el imaginario popular le identificara con el corpulento actor francés, lo que, en principio, se consideraba un serio inconveniente dado que la complexión física de Galiana y Carrión dista de asemejarse a la del modelo cinematográfico. No lo fue entonces ni lo es ahora, pues, en realidad, en el texto no figura la descripción de Cyrano, limitándose a señalar el exagerado tamaño de su nariz y a calificarle de tipo grotesco y ridículo. No es necesario, pues, dar el tipo para interpretarle. Más aún, habría que añadir que hay tantos Cyranos como actores que hagan de él. Si Galiana le mostraba como un provocador un tanto comedido, dado a la melancolía y, en lo sentimental, inclinado al amor romántico que cantan los poetas, el de Carrión es todo lo contrario: un tanto teatral, como suelen ser los fanfarrones, pero sin excesos que le rebajen a la categoría de bufón, y pendenciero. En cuanto a la pasión que siente por Rosana, a veces parece a punto de desatarse y romper los límites impuestos por él mismo o por sus circunstancias. Entre lo platónico y lo terrenal apenas se aprecia distancia, aunque a la postre, respetando la voluntad del autor, no se decida a recorrerla.
 

JOSÉ PEDRO CARRIÓN
José Pedro Carrión, por su categoría de actor o por el protagonismo que corresponde a su personaje, podría llenar con su sola presencia la escena, pero no lo hace, sino que deja espacio para que sus compañeros de reparto la compartan. Destaca Lucía Quintana en el papel de Rosana. Reconocemos en ella a la mujer resplandeciente, exquisita, enamorada y tierna retratada en los versos de Rostand y, en el tramo final, a la viuda desconsolada que descubre demasiado tarde que amó equivocadamente. No todos los actores están a su altura, en unos casos porque todavía les falta tablas y, en otros, cuando han de doblar papeles, porque sus características no siempre se ajustan a las de sus personajes. Tal vez por ello, en esta ocasión, John Strasberg brilla más en la puesta en escena que en la dirección de actores. No renuncia a la tan exagerada como eficaz teatralidad de la obra, pero cuando se le presenta la ocasión rompe los esquemas tradicionales

J.
P. CARRIÓN/LUCÍA QUINTANA
con que suelen plantearse determinadas escenas. Con frecuencia, el espacio central es ocupado por un solo actor, sobre el que se concentra una luz intensa, mientras los demás, casi en penumbra, forman abigarrados grupos en el exterior del armazón que le limita. En otras ocasiones, se atreve a burlar la lógica de ciertos códigos. Por ejemplo, cuando hace que las miradas de los personajes sigan direcciones que no se corresponden con las de las voces, como si sus destinatarios fueran personas distintas. Así sucede en la escena del balcón, en la que, mientras el inflamado discurso de Cyrano vuela hacia los aposentos de Rosana, su mirada se pierde en la sala.

 
Respecto a la traducción que Charlotte Moily ha hecho de la versión de Sanderson, escrita en verso, hay que decir que, a primera vista, es más respetuosa con el contenido y la integridad del original que la que Laura y Jaime Campmany hicieron en el 2000 por encargo del Teatro Español, aunque algunas frases chirríen.
MIGUEL ESTEVE/J.P.CARRIÓN


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Jueves, 29 de Abril de 2010 15:29