La Traviata. Verdi. T. Real. Crítica Imprimir
Escrito por José Ramón Díaz Sande   
Sábado, 25 de Abril de 2015 14:06

 LA TRAVIATA
MATICES EN NEGRO, BLANCO Y ROJO

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   FOTO: JAVIER DEL REAL

Llega al Teatro Real uno de los títulos más agradecidos para un público, más allá del especialista de ópera. Se explica el casi "agotadas las entradas". La Traviata desde que se aposentó en el repertorio siempre ha tenido público fervoroso. En Madrid contemporáneamente al estreno en el Teatro Real, se repone en el Teatro Compac Gran Vía otra Traviata con la Compañía Estudio Lírico de Madrid, a la cual también acude un nutrido público.

La Traviata del Real a la que asistí el 21 de abril con el reparto de Irina Lungu (Violeta Valéry), Antonio Gandía (Alfredo Germont) y Ángel Ódena (Giorgio Germont), podría resumirse en dos conceptos: acertados y matizados pianos para las voces, y un cuidado tratamiento en el perfil de todos los personajes, incluido el coro. Todo ello servido en un paleta pictórica, cuyos colores predominantes son el negro, el blanco y el rojo, evocadores de muerte, esperanza y amor.
Posiblemente inspirándose en el mismo preludio que ya adelanta musicalmente el final, la historia comienza con Alfredo sobre la tumba, y los tasadores recopilando los enseres. Todo será un recuerdo de los momentos felices y amargos de Alfredo junto a Violeta. Los cortinajes en negro, émulos de los cortinajes de un teatro nos encuadrarán las diversas escenas. A media asta unos de los telares, tras el cual están los tasadores. Al iniciar el recuerdo el telar sube a las alturas. Cuando Violeta fallece, el telar vuelve a bajar como diciendo aquello de "La Commedia è finita" de Pagliacci. Hay algo de teatral en todo  este tratamiento.  

David McVicar, el director de escena, ha concebido una Violeta Valery bajo el negro manto de la muerte desde el primer acto. Es más, la muerte ya se ha posesionado del apartamento de Violeta y la tumba está presente. Ello explica la escenografía en negro: suelo, paredes, muebles y grandes cortinajes, que en realidad son crespones de luto. Tales crespones le sirven para achicar la escena, de modo que huye del gran espacio para hacerlo más recoleto. El fundamento para esta idea de muerte hospedada en el apartamento de Violeta, se la da el incipiente desmayo que Violeta sufre, pasajeramente, en ese acto. El segundo acto viste  cortinaje blanco traslúcido, enmarcado por los crespones. La atmósfera se llena de luz y esperanza. En los actos posteriores volveremos a la negritud de la muerte, aunque en el segundo  cuadro del segundo acto, la casa de Flora, se permite toques de color rojo, rosa-palo, y cremas en los vestuarios femeninos. Creo que tal plástica escénica y de vestuario es un acierto, pues consigue crear las diversas sensaciones anímicas de la obra. Visualmente se crean, sobre todo en los cuadros corales, la evocación de auténticos cuadros pictóricos del s. XIX.

Siguiendo en la labor de David McVicar, hay que destacar el cuidadoso trabajo de composición de todos los personajes a nivel interpretativo. No solamente la de los protagonistas, sino la de los componentes del coro. Se pueden vislumbrar personajes en cada uno de ellos. En el primer acto - apartamento de Violeta -  y en el segundo cuadro del segundo acto - apartamento de Flora - la composición espacial de los actores y el movimiento, es de una gran riqueza expresiva. Todos están al servicio de la historia a narrar. Este buen carácter interpretativo se hace más evidente en los protagonistas. Irina Lungu, además de ofrecer un bella figura, nos da una Violeta llena de matices en lo que respecta a la interpretación. Lo mismo sucede con Ángel Ódena en su personaje de Giorgio Germont. Nos creemos su papel patriarcal. Antonio Gandía es Alfredo. De todas las representaciones que he visto, Alfredo, siempre aparece como un personaje, a nivel interpretativo, más pálido y sin relieve especial. Aquí sucede lo mismo. Posiblemente la causa se encuentre en la misma composición original del personaje, y no tanto en el actor. La experiencia da que siempre, debido a su mayor protagonismo,  brillan más Violeta y Giorgio Germont.

En esta línea de composición de personajes y de estar atento a cada uno de ellos por parte de David, llama la atención el trazado del perfil del doctor Grenvil. En sus declaraciones David recuerda que este personaje, tiene su antecedente en otro real: "En la vida real, en el siglo XIX, este personaje fue eldoctor Koreff, médico inhabilitado que se ganaba la vida a duras penas practicando abortos y tratando las enfermedades venéreas de las cortesanas y su clientela". La caracterización que aquí se hace de él, con sus cabellos largos y chistera, recuerda al siniestro Doctor Caligari de la película expresionista El Gabinete del Dr. Caligari, y, de alguna manera, imagino evoca a ese enigmático Dr. Koreff del que habla David. Fernando Rodó - bajo argentino -, muestra su rotunda voz en su pequeña intervención del Acto III.

A nivel de ritmo dramático y de acción, toda la representación fluye con agilidad e incluso con interés. No hay tiempos muertos, salvo el insalvable Primer cuadro del Segundo acto: la casa de campo de Violeta a las afueras de París. De siempre me ha parecido que el tiempo se detiene en ese cuadro, pues su estructura dramática, de origen, es pobre. Abundan las arias individuales, sobre todo de Giorgio Germont, sin apenas acción que llevan al estatismo, y convierten la escena dramática en una versión de concierto. En esta ocasión David McVidar se ha quebrado la cabeza en intentar una dramaturgia más activa. Lo consigue en parte. El aria Lunge da lei per me non v'ha diletto  (Lejos de ella no hay placer alguno) de Alfredo - en el original "entra con un fusil de caza" y lo deja sobre un mueble - es una excusa para informarnos acerca del paso del tiempo - tres meses - y la nueva vida casera de Violeta, alejada de la frivolidad, junto a él. David le ha dado un mayor sentido que la simple narración hacia el espectador. Violeta yace aún dormida semidesnuda sobre la cama, y él a medio vestir la contempla. De esta forma, el aria narrativa, se llena de mayor sentido y de una imagen evocadora. El paso a la siguiente escena, la llegada de Annina de París, transcurre en otro ángulo del escenario. Los crespones suben y bajan en los laterales a tenor de la escena primera y la segunda. Y un tercer cambio - apertura total del escenario - la entrada de Violeta, una vez que Alfredo se ha marchado. Estos tres cambios proporcionan agilidad y dan sentido a las diversas escenas. No obstante, a partir de ahí, el encuentro del Padre con Violeta y después con su hijo Alfredo,  adolecen de ese estatismo que he apuntado. Otro cantar, es que la arias de Giorgio Germont, sean antológicas a nivel musical  y un gran lucimiento para el barítono, que, en esta ocasión, Ángel Ódena nos la ofrece de una forma espléndida, tanto a nivel canoro como interpretativo. Los enfervorizados aplausos del final corroboraron su buen hacer.

He mencionado antes que una de las características vocales ha sido la matización de las voces. Esto es, tal vez, lo más destacable desde el punto de vista musical. Irina Lungu es una soprano que, en esta versión ha jugado excepcionalmente con variados matices líricos de su voz, combinado los pianísimos en una progresión ascendente de gran delicadeza. Tal dimensión cobra especial protagonismo en el último acto, donde la voz combina el lamento lírico con la desesperación.

Antonio Gandía, en el papel de Alfredo, mantuvo una discreción sonora sin grandes arrebatos, pero, al mismo tiempo, con gran dignidad. A destacar "Un dì felice, eterea..." del Primer acto y el dúo final del tercer acto. Antonio Gandía es tenor de voz limpia y si forzamiento.

Me ha llamado la atención la intervención del coro. Ya he mencionado el cuidado que ha tenido David en crear personajes entre ellos, de modo que hay una buena labor interpretativa. Junto a esto, en la parte musical se ha tenido en cuenta lo que apuntaba al principio: el pianísimo. Es frecuente que la parte coral, en La Traviata, entre con fuerza por aquello de la brillantez. Aquí se combina, inteligentemente, tal brillantez con inicios más suaves, en los cuales las voces manifiestan una serie de matices. A destacar el concertante final del primer acto.

La orquesta dirigida, con entusiasmo, por Renato Palumbo consigue dosificar bien la intensidad con los pianos vocales que ya he apuntado.

A lo largo de la representación no hubo grandes aplausos que la interrumpieran, sólo discretos a excepción del concertante. Sí en el saludo final, sobre todo para Irina Lungu y Ángel Ódena. De todas formas, acaeció algo llamativo, y no es la primera vez en el Real, algo que no suele suceder en el resto de los teatros. Sobre los aplausos y aún con las luces de la sala apagadas, un buen puñado de espectadores del patio de butacas abandonan la Sala. No sabría cómo interpretarlo. ¿Lo avanzado de la hora? ¿Rechazo hacia la representación? ¿Simple falta de educación? 

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   FOTO: A. BOFILL

Título:La Traviata (Ópera en tres actos y dos cuadros)
Libreto:Francesco Maria Piave, basado en la novela y obra de teatro La Dame aux Camélias (1848 y 1852). de Alejandro Dumas, hijo
Música:Giuseppe Verdi (1813-1901)
Escenografía y figurines:Tanya McCallin 
Iluminación:Jennifer Tipton
Coreografía:Andrew George
Asistente del director musical:Ricardo Estrada
Asistente de la directora de reposición:Leo Castaldi
Asistente del figurinista:John Liddell
Asistente del coreógrafo:Colm Seery
Asistente del iluminador:Nicolas Fischtel
Nueva Produccióndel Teatro Real
Coproduccióndel Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Scottish Opera de Glasgow y la Welsh National Opera de Cardiff
Bailarines:Claudia Afüero, Meritxell Bonet, Rocío Chacón, María Comes, Daniel Corrales, Manuel Palazzo, Roger Molist, Juanjo Herrero, Mirko Corchia, Juan Leiba
Coro y OrquestaTitulares del Teatro Real
Intérpretes:
Violetta Valéry:
  Irina Lungu
Alfredo Germont: Antonio Gandía 
Giorgio Germont:Ángel Ódena 

Marifé Nogales(Flora Bervoix), Annina: Marta Ubieta (Annina), Albert Casals Gastone), Fernando Radó (Doctor Grenvil),  Alejandro González (Giuseppe),  Damián del Castillo (Marqués d'Obigny), César San Martín (Barón Duphol),
Dirección del coro:Andrés Máspero
Dirección musical:Renato Palumbo
Dirección de escena:David McVicar
Duración aproximada:Primera acto: 30 min / Pausa: 20min/ Segundo cato: 1 hora y 5 min./ Pausa: 20 min/ Tercer Acto: 32 min.
Estreno en Madrid:Teatro Real, 20  IV - 2015 

Más información
   
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    La Traviata. Verdi. T. Real. Entrevista
    La traviata. Karaoke. Opera Europa

José Ramón Díaz Sande
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BOGUSŁAW TRZECIAK

Teatro Real
Director: Joan Matabosch
Plaza de oriente s/n
28013 – Madrid
Tf. 91 516 06 60
Metro: Ópera, líneas 2 y 5
Ramal Ópera-Príncipe Pío
Sol, líneas 1, 2 y 3
Autobuses: Líneas 3, 25 y 39
Parking: Plaza de Oriente
Cuesta y Plaza de Santo Domingo
Plaza mayor

www.teatro-real.com

 

 

 

Última actualización el Viernes, 08 de Mayo de 2015 15:08