La ópera de cuatro notas.Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Viernes, 17 de Abril de 2015 11:28

 LA ÓPERA DE CUATRO NOTAS
EL OFF DE NUESTRO INTERIOR

   opera 87 b
   RUTH INIESTA / FRACISCO CRESPO / FRANCISCO J. SÁNCHEZ / AXIER SÁNCHEZ / ANA CRISTINA MARCO
FOTO: www.madridteatro.net 

La ópera de cuatro notas, toma el título de las cuatro notas: re-mi-la-si, que Tom Jhonson, el compositor, utiliza para confeccionar la partitura de una nueva ópera. Se trata de una ópera en toda regla con solos, duetos, tercetos, cuartetos, a través de los cuales nos introduce en las entretelas del mundo operístico, en lo que se refiere a la relación entre los cantantes: rencillas, enviduelas, zancadillas, así como el problema vocal de los concertantes, sean un trío o un cuarteto, que no dejan de ser un lío.

La obra data de 1972, y, en aquellos años, era del dominio público que los cantantes de ópera  no se llevaban muy bien, en el ámbito de su profesión. Tal realidad o leyenda, parece que en los tiempos que corren han disminuido o han desaparecido. ¿O no?  Además de mostrarnos esas estereotipadas posturas, hay también un recorrido irónico y crítico acerca de los códigos establecidos en el mundo operístico en lo que respecta al protagonismo de las voces, entre las cuales el "bajo" es el menos protagónico. En esta ocasión es un papel muy cortito que son cuatro frases. "Un papel muy cortito, pero muy bonito", frase acuñada en todo el orbe del teatro sea musical o de prosa. Un consuelo. Tampoco sale ileso el propio compositor que no da más de sí, y sólo es capaz de componer una ópera con cuatro notas. Las demás, por lo visto, no las domina. No obstante, Tom Johnson muestra   todo un arte al componer la partitura para esas cuatro notas, las cuales procederán, como acompañamiento, de un piano y nunca de una orquesta.  Es ópera para piano y cinco voces: tenor, un "pupa" que apenas si consigue cantar en los concertantes; un barítono, la estrella; una soprano, con ínfulas de protagonismo; una mezzo-soprano, rebajada a contralto; un bajo, que ahora te veo y ahora no, como en el escondite. Con todos estos presupuestos Tom Johnson crea una ópera interesante, tanto por la habilidad que tiene en combinar esas cuatro notas como por su hilaridad continua. Las tesituras son totalmente líricas y, un tanto, comprometidas vocalmente. Requieren voces operísticas y seguras. En este caso lo son. Hay agudos en la soprano y tenor que Ruth Iniesta y Francisco J. Sánchez emiten con limpieza y sin forzamiento. Axier Sánchez, el barítono, es voz plena y densa. Ana Cristina Marco, la mezzosoprano rebajada a contralto, juega fundamentalmente con las notas graves, que emite con naturalidad, ya que su personaje intenta demostrar lo que no puede cantar la soprano. Francisco Crespo es el bajo, que sólo puede, por exigencias de guión, mostrar sucintamente su capacidad para  abordar la profundidad de sus notas. En este reparto, no equitativo, de voces, en cuanto su extensión en una ópera, Johnson apunta a una crítica hacia el compositor de ópera que se rige por prejuicios "standar", a la hora de determinar voces para los personajes.

En esta revisión operística no falta su amable crítica hacia los concertantes, sean en forma de trío o cuartetos. Tales conjunciones de voces, ya se sabe, es una convención lírica en que los protagonistas cantan sincopadamente, interfiriéndose unas voces en otras para crear armonías y efectos vocales sorprendentes y virtuosos, que hacen la delicia de los oyentes, aunque el texto sea incomprensible. Tal convencionalismo es imposible en el teatro de prosa. No obstante, cuando se ve desde fuera no deja de ser un lioso artificio. Tal confusión iterativa viene reflejada cómicamente, sobre todo en la interpretación visual de los cantantes, patrimonio, imagino, de Paco Mir. El trío está arrebujado entre las sábanas de una gran cama, donde cabezas, brazos y piernas, luchan por sobresalir o intentar un orden. Toda la puesta en escena está llena de ingenio, variación y ritmo. Paco Mir ha sabido reflejar visualmente el lío que, en el fondo, supone el cabalgamiento de las voces y orquesta en cualquier ópera cuando se pretenden esos juegos vocales.

La ópera de cuatro notas se una ópera en toda la extensión de la palabra, por lo tanto lo primero a salvar es la parte musical y su interpretación. Por parte de la partitura es un ingenio el combinar esas cuatro notas produciendo ritmos y ágiles melodías, así como por parte de los cantantes, éstos cumplen bien su cometido. Hay algo más: el comunicar al público la comicidad de las diversas situaciones por parte de los cantantes. Los cinco, incluido Javier Camerna, el pianista, están espléndidos. Acostumbrado el espectador a la leyenda de la sesudez de los cantantes liricos, obligados al melodrama, por lo general, en esta ocasión se "despendolan" y su interpretación cómica es fresca y al mismo tiempo natural, sin forzamientos y sin la pretensión de resultar graciosos. Caen graciosos, y, lo más llamativo, aunque propiamente no existen perfiles de personajes muy definidos sino más bien estereotipos vocales, al final terminamos viendo caracteres en cada uno de ellos. Lo cual quiere decir que es el comportamiento visual el que imprime tal carácter, ya que del texto cantado poco podríamos sacar. Paco Mir ha sabido sacar una buena vis cómica en todos, que convierte a esta ópera en un gran divertimento bien medido, en cuanto a las dosis de humor.

Una anécdota acaecida en el día que asistí - jueves 9 de abril de 2015 -, y no creo que estuviera preparada, añadió mayor hilaridad entre cantantes y público. En el número final, donde se crea una gran confusión en todos, Axier Sánchez, el barítono, refiriéndose a las diversas voces cuando tiene que cantar "este es el bajo", espeta "éste es el negro". Sorpresa y desconcierto regocijante en todos y en el propio público, que arrancó con un carcajeante aplauso.

El espacio escénico de Juan Sanz acierta en el uso de los individuales marcos dorados y telón, evocadores del mundo escenográfico de la ópera. Miguel Ángel Camacho crea una inspirada iluminación que cobra protagonismo como si fuera un personaje más.

El gran ingenio de esta obra, que parte de que es una ópera que narra la historia ya mencionada de rivalidad entre los cantantes y las dificultades de los códigos operísticos preestablecidos a lo largo de los siglos, pero manteniendo la forma vocal lírica, mete al espectador en el interior de los personajes. No oímos el texto de la hipotética ópera, sino los sentimientos y palabras interiores de los cantantes. No es muy descabellado, porque en la vida real mientras hacemos o decimos cosas, nuestro pensamiento, razonamiento o improperios hacia los demás se desarrolla en nuestro interior. Al "Buenos días" que emitimos al saludar a una persona, nuestro interior formula "Está viejísima". Ante el "Qué regalo más precioso", el comentario interno es "¡Qué horterada!".   

 

  opera 24 B
  FOTO: www.madridteatro.net

Título: La ópera de cuatro notas
Autor libeto y música: Tom Johnson
Escenografía: Juan Sanz
Vestuario: Ana Rodrigo
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Diseño de Producción: Carles Roca / Olalla Calvo
Producción: Cristina Ward
Producción: Vania Produccions y Teatros del Canal
Asistente de Producción: Violeta Borrell
Ayudante Dirección: Carmen Rosa
Distribución: GG Producción y distribución escénica
Intérpretes: Francisco Crespo, Ruth Iniesta, Ana Cristina Marco, Javier Carmena, Axier Sánchez, Francisco  J. Sánchez
Director musical: Manuel Coves
Director: Paco Mir
Druación: 1h. 15 m .
Estreno en Madrid: Teatros del Canal, 8 - IV - 2015

Más información
   
 La ópera de cuatro notas. Johnson-Mir 
   La ópera de cuatro notas. Johnson. Entrevista

José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 

 

 

 



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Última actualización el Viernes, 17 de Abril de 2015 11:57