La canción del Olvido. Serrano-Pizzi. TZ Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Viernes, 03 de Abril de 2015 13:13

 resema  1993 n 244 b

LA CANCIÓN DEL OLVIDO
UN TRABAJO BRILLANTE

En 1993 Pier Luigi Pizzi, director escenico de óperas montaba La Canción del Olvido. A nivel escénico fue todo un acontecimiento por la brillantez del espectáculo. Paralelamente sesuscitaba cierta controversia por dar trabajo a extranjeros frente a los nacionales, en momentos que aunque no habían llegado los recortes, el trabajo en este sector no era muy bollante. 

 

 

RESEÑA 1993
NUM 244, PAG 30-31

 

   la cancion del olvido b
   AINHOA ARTETA / ENRIQUE BAQUERIZO
FOTO: CHICHO

Un documento de protesta, firmado, por escenógrafos y directores de escena, preludió el estreno de La Canción del Olvido. Este año se había encomendado la dirección, escenografía y vestuario al italiano Pier Luigi Pizzi. De ahí la reyerta ante la escuálida oferta laboral artística española. Parecía lógico que, en tiempo de crisis, se barriera para casa.

Otra lógica guió a los organizadores: el ambiente argumental italiano - se desarrolla en Sorrentino, pueblo imaginario de Nápoles - y una exigencia de producción: el enganche del mencionado director italiano, el coreógrafo Luca Veggetti y el iluminador Vinicio Cheli podrían hacer más fácil su exportación. Razones discutibles y, lógicamente, no tranquilizadores para quienes se quedaban en el paro.

El trabajo que realiza Pier Luigi Pizzi es brillante y, por tanto, los resultados de esta puesta en escena son más que satisfactorios, a todos los niveles de su cometido: dirección, vestuario y una espléndida y sugerente escenografía en el primer y tercer cuadro que aprovecha muy bien como elemento dramático expandiendo a sus actores a lo ancho, largo y alto del escenario. A destacar también la recoleta estancia «oriental» del interior de la casa de Rosina, parafraseando visualmente el cuplé de Leonello: «parece una estancia de un cuento oriental».

A Pier Luigi, probablemente, además de su veteranía, le ha ayudado el no tener un preverbal sobre lo que son las zarzuelas. Por tanto, no está dominado por esquemas preconcebidos. Su tratamiento campea por lo que se da en llamar la comedia lírica. Me resisto a aceptar el término «opereta» para ésta, en principio, zarzuela o género chico, que tampoco lo es. Del «chico» conserva solamente la duración: una hora, pero no el juego casticista y sainetero, propio del género. De la «opereta» una cierta ligereza aparente en el argumento, pero que no resiste la crítica seria, puesto que nos encontramos con un texto - aunque modesto - muy inspirado en el teatro clásico español: dama travestida de hombre que quita el amante a la cortesana. Sus autores Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, frecuentan los clásicos para los libretos de sus zarzuelas, cuyo culmen de adaptación de dichos clásicos será Doña Francisquita.

Las melodías tampoco casan bien con la «opereta», aunque tampoco con la zarzuela tradicional. EI tema «folk», plato gustoso de la zarzuela, aquí se apunta muy tímidamente en los sones de una adulterada tarantela. El resto de la partitura campea entre canciones de delicada melodía y dúos con acentos operísticos.

La versión ofrecida, cuya edición corresponde a Miguel Roa y Ramón Sobrino, alarga la hora en casi dos. Para estirar el argumento - en principio «inestirable»- se trabaja sobre el personaje de Flora la cortesana, al que se le da partitura, extraída de otras obras de Serrano: El «trust» de los tenorios (1910) y El carro al sol (1911). Nada que objetar a las nuevas partes musicales, en perfecta continuidad de estilo con la obra original. Buen trabajo el de sus investigadores.

Como tampoco nada que objetar, argumental y dramáticamente, a la primera romanza de Flora, que encaja con la descripción del personaje. Mas dudosa es la romanza de Flora del último cuadro. Molestar no molesta y resulta hasta graciosa por el toque revisteril, inusitado y por tanto interesante como aportación, en nuestras sopranos de zarzuela. Pero, dramáticamente, llega a destiempo y rompe la línea argumental. Si una virtud han tenido, en general, las zarzuelas en comparación con mucha comedia musical de allende los mares, es la congruencia argumental dentro de la música. No se trata de historias con canciones pegadas, sino que la melodía musical entra a formar parte del mismo argumento y suele llegar en el momento oportuno.

De este pecado se contagia el «Soldado de Nápoles» debido al tratamiento, poco afortunado, que se da en esta versión. Al adornarlo con una coreografía revisteril, aunque discreta - por aquello de que los intérpretes son cantantes y no bailarines - pierde su sentido argumental y popular del propio número: un batalloncito que canta, probablemente la (mica canción que sabe bien, para suplir la falta de cantores de serenata. Y lo cantan porque lo manda la autoridad.

Entre los bailes y las mencionadas romanzas se consigue la longitud apuntada, pero poco aporta al modesto argumento original.

Brillantemente sobresale la soprano Ainhoa Arteta, tanto vocal como interpretativamente, proporcionando un toque pícaro y seductor a su personaje. Musicalmente posee una voz que en la romanza de la «Canción del Olvido», modula delicadamente sobre todo en los bellos filados de los finales. Es voz de amplia tesitura y con agudos limpios, así como un empaste dramático brillante cuando se requiere, como lo demuestra en el dúo de la estancia oriental, dando la impresión, casi, de dúo operístico.

Enrique Baquerizo - barítono grave más brillante en el centro de voz que en los agudos y que ya pudimos alabar en aquel inolvidable Don Gil de Alcalá como Don Diego - con su voz y su porte le hace un gran favor al personaje de Leonello. Teresa Castal - la Flora a la que en esta versión le han prestado partitura - destaca como intérprete frívola y por la calidad de voz. Los actores Luis Barbero y Luis Varela, aportan su versatilidad interpretativa.

Y tras todos estos elogios y la alegría de haber creado un gran espectáculo para nuestras obras musicales, me pregunto si no ha sido mucho espectáculo para tan poca cosa. Me explico. De siempre se reconoce que en la zarzuela hay un abismo entre la música y los libretos, pero se tolera. Aquí ante lo imponente del espectáculo - del cual uno goza, para que negarlo - se descubre la pobreza de un texto y uno se lamenta, tontamente, con aquello de que partitura y puesta en escena no sirvieran a otro «mas grande señor».

Título: La Canción del Olvido.
Música: José Serrano.
Texto: F. Romero y G. Fernández Shaw.
Escenografía, vestuario y dirección de escena: Pier Luigi Pizzi.
Coreografía: Luca Veggetti.
Iluminación: Vinicio Cheli.
Producción: Festival de Otoño y Teatro de La Zarzuela.
Intérpretes: Ainhoa Arteta/Beatriz Lanza (Rosina), Teresa Castal (Flora), Enrique Baquerizo/Santos Arino (Leonello), Luis Varela/Eduardo O. Carranza (Toribio), Luis Damaso/Javier Ferrer (Lombardi), Luis Barbero (Hostelero), Martina Bueno (Casilda).
Coros del Teatro de La Zarzuela.
Dirección del coro: Valdo Sciammarella.
Orquesta Sinfónica de Madrid.
Dirección musical: Miguel Roa/Miguel Ortega.
Estreno en Madrid: Teatro de La Zarzuela, 18-IX-93.

 


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Viernes, 03 de Abril de 2015 13:36