Oleanna. Mamet- Luque.Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Lunes, 25 de Septiembre de 2017 09:32

OLEANNA
LAS UNIVERSIDADES ENFERMAS

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  NATALIA SÁNCHEZ
FOTO: www.madridteatro.net
FERNANDO GUILLÉN CUERVO
FOTO: www.madridteatro.net

En el mundo universitario hay profesores como John, el protagonista la obra de David Mamet. Personas que se dedican a la enseñanza por vocación, entre paternalistas y campechanos en el trato con sus alumnos, atentos a su formación y que, entre sus aspiraciones profesionales, ocupa lugar preferente la de llegar a ser catedrático. No solo se trata de ver reconocida su valía, sino de asegurarse una confortable situación económica y social. También hay estudiantes como Carol, la jovencita que acude a su despacho, desolada porque va a suspender un examen y que con machacona insistencia se reconoce incapaz de entender la asignatura. El encuentro entre ambos no tiene nada de extraordinario. Es habitual en el marco de las relaciones entre profesores y alumnos. Así sucede en el arranque del descrito por Mamet. Ella se lamenta y él trata de ayudarla a superar su desaliento. Hay, eso sí, algo que perturba el curso de la conversación. Una complicación relacionada con la adquisición de su nueva vivienda, reclama la atención de John. Los requerimientos telefónicos de su esposa para que acuda cuanto antes para resolverla y la imposibilidad de atenderlos a causa de una audiencia que se va prolongando más de lo previsto, provoca una tensión que no presagia nada bueno. La alumna pierde su timidez inicial y muda en descarada denunciante e inquisidora. En efecto, cuestiona la capacidad docente del profesor, descalifica el contenido de sus libros, critica su talante autoritario y pone en duda su honestidad profesional. El hecho, confesado por él, de que el cambio de residencia está relacionado con su inminente nombramiento como catedrático le convierte, a los ojos de ella, en un vulgar arribista.  En un momento tan importante para su futuro, siente miedo. El ascendiente del profesor sobre la alumna se desvanece, pero no para situarse en plano de igualdad. Al contrario, es él el que queda a su merced y acaba pidiendo árnica. Cada oferta de pacto y subsiguiente negativa acelera el camino hacia su ruina. La joven, esgrimiendo una sorprendente capacidad manipuladora, transformara cada gesto y cada palabra de su abrumada víctima en denuncias de aparente verosimilitud que incluyen, en una escalofriante escalada, acusaciones de su incapacidad profesional, de abuso de autoridad, de vejaciones a los alumnos, de actitudes machistas y hasta de acoso sexual e intento de violación. Elevadas por escrito al tribunal que ha de confirmar su ascenso, son tenidas en cuenta y desembocan en su expulsión de la universidad.

La obra de Mamet es una radiografía que desvela el lado oscuro de las universidades. En esas instituciones destinadas a la investigación y a la enseñanza superior, meta soñada para tanos estudiantes que aspiran a formarse intelectualmente y labrarse un porvenir, no es oro todo lo que reluce. Antes de acceder a ellas, quienes aspiran a traspasar sus puertas las identifican con maravillosos lugares utópicos, como la isla Youkali, descrita en un conocido tango habanero, o con Oleanna, nombre de una ciudad paradisiaca que da título a la obra y que es citada en una canción noruega. Pero una vez dentro, la realidad es otra. El paraíso puede llegar a ser un infierno. Los departamentos de las facultades y las aulas son campo de batallas cuyos resultados rara vez trascienden. Las soterradas luchas de poder generan desconfianza entre compañeros. El mejor colega te puede tender una trampa o ponerte una zancadilla. Ante el potencial rival hay que andarse con pies de plomo. Esas cosas suceden. Y también que las relaciones con los alumnos pueden convertirse en un peligroso campo de minas. Hay que cuidarlas, encontrar el punto justo entre el rigor y la tolerancia, entre el distanciamiento y la cercanía. Los alumnos pueden ser implacables, y no es malo que sea así, siempre que no estén motivados por la ignorancia y la mala fe.

Aunque Mamet no habla en su drama de sistemas educativos fallidos, sí nos fuerza a reflexionar, sin afanes didácticos, sobre ellos a partir de ese largo diálogo que, a medida que avanza, nos va sumiendo en una creciente inquietud y causando un profundo desasosiego. Así ha venido sucediendo cuantas veces ha sido representado en España, desde aquella primera puesta en escena de 1994 dirigida por José Pascual e interpretada por Blanca Portillo y Santiago Ramos (CLIKEAR). Puede que algunas cosas hayan cambiado en nuestra sociedad, pero quizás no tanto en las relaciones personales. Lo que nos cuenta el dramaturgo tiene plena vigencia, a lo que hay que añadir que el texto, excelentemente traducida por Juan Vicente Martínez Luciano, no ha perdido frescura con el paso del tiempo. En el marco de una sobria escenografía que recrea el despacho del profesor, diseñada por Mónica Boromello, Luis Luque lo ha recreado con pulso firme y medido. El brutal duelo que enfrenta a los personajes sigue siendo un regalo para actores con talento y los dos que ahora lo interpretan, que lo tienen, no lo han desaprovechado. Fernando Guillén Cuervo conmueve en su viaje, desde la serenidad del hombre que tiene al alcance la mano la recompensa a su trabajo, a su vertiginoso e inesperado hundimiento. Por su parte, Natalia Sánchez borda su mutación de una adolescente ingenua a una manipuladora perversa.

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  NATALIA SÁNCHEZ / FERNANDO GUILLÉN CUERVO
FOTO: www.madridteatro.net

Título: Oleanna
Autor: David Mamet
Versión: Juan V. Martínez Luciano
Música: Marino Marín
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Vestuario: Almudena Rodríguez
Producción: El cuervo, Txao Producciones, Pentación Espectáculos
Intérpretes: Fernando Guillén Cuervo (John), Natalia Sánchez (Carol)
Dirección: Luis Luque
Duración: 80 min.
Estreno en Madrid: Teatro Bellas Artes, 6- IX- 2017 

Más información
     Oleanna. Mamet-Luis Luque.

JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Lunes, 25 de Septiembre de 2017 10:18