Les noces de Fígaro. Lliure. Reseña 1989 Imprimir
Escrito por Ferrán Corbella   
Lunes, 13 de Febrero de 2017 08:53

RESENA 1994 194 B 
RESEÑA 1989
NUM. 194, PP. 7 
 

LES NOCES DE FIGARO
FÍGARO ES EL LLIURE

  noces 1989 b 
   FOTO: ROS RIBAS

Como subrayando una casi exacta simetría histórica, una de aquellas cada vez más escasas ocasiones en que un estreno teatral se convierte en un acto de significación ciudadana, Fabia Puigserver, director del «Teatro Lliure» , afirmaba pocos días antes del estreno de Les noces de Fígaro, de Beaumarchais, que «Fígaro es el Lliure». Es suficiente con tener una vaga idea de los problemas de este colectivo -que arrastra una larga crisis de crecimiento ante el despiste de las instituciones- y conocer los tópicos historiográficos del díptico presidido por Fígaro, para entender la ironía de esta analogía tan exacta y oportuna. En esta Cataluña dividida en dos gran des bandos políticos - no hace falta dar nombres - el «Lliure» quiere practicar su «locura», una locura tan poco política en sí misma como es hoy el teatro, sin las intromisiones del poder. Es como si le dijeran a los políticos, parafraseando el conocido lema del despotismo ilustrado: «teatro para el pueblo ... pero sin los políticos». Por decirlo con una alegoría: ellos quieren hacer teatro con dinero público -de todos-, pero sin que los políticos lo usen para sus fines electorales y/o corporativos, del mismo modo que Fígaro (el «Lliure») quiere casarse y amar a Susanna (el pueblo) sin que el conde Almaviva (el poder, Convergencia Democrática) pueda cobrarse, como dice la propia Susanna en el primer acto, «un antiguo derecho de señor».

En esta época de convicciones a la baja hay aún una bella idea social, un conmovedor espíritu asambleario en este «Lliure» que hoy juega lúcida e irónicamente al papel de la víctima, con un divertido proyecto entre las manos. Como si pensaran en las maniobras subversivas de Molière a en aquel cínico y transgresor «sobrina de Rameau», el personaje ideado por Diderot, parecen susurramos al oído: «comer en el plato del amo, reírse en sus barbas y aligerarles un poco el peso de sus abultados bolsillos». Y como el suyo es un buen fin, y Robin Hood sigue siendo el héroe de nuestra infancia, es inevitable que sean innumerables los simpatizantes de su proyecto. Par todo ello, lo dicho: este estreno ha sido una pacífica burla ante la burlada impunidad del poder.

FÍGARO SIN MOZART

Para celebrar su última batalla ganada -la obtención de una nueva sede estable, cedida tras múltiples episodios por el Ayuntamiento, el buena de la película - las gentes del «Lliure» han renunciado a la música de Mozart pero han contado, a cambio, con una baza segura, un soberbio artefacto de relojería - no en vano Beaumarchais fue relojero antes que nada -, una modélica comedia que abunda en el espíritu de Molière y que anticipa el mejor vaudeville del XIX. EI ritmo y la partitura son perfectos; el enredo endiabladamente ingenioso y divertido; los personajes, elementales pero ricos en expresividad, un perfecto pretexto para el juego de la comedia y del fingimiento. En marcos muy similares encontró el «Lliure» sus mejores páginas - Leonci i Lena, Jordi Dandin, La bella Helena, Un dels Ultims vespres de canaval- y por ello ha sido este un reencuentro con el «Lliure» de nuestras nostalgias, después de unas temporadas algo confusas y desorientadas.

La acción de la obra transcurre en un palacio-cortijo situado en la Sevilla del XVIII. Para recrearlo Puigserver ha concebido una escenografía tan idealizada e imposiblemente andaluza como simétricamente cartesiana, un lugar donde la troupe ha conjugado rito y diversión, oficio y alegría Una vez más hemos encontrado aquí el talento «todo terreno», sutil, inspirado e inteligente de Anna Lizarán; la impetuosa jovialidad, la desbordante energía de Lluis Homar - aunque Hamar tiene tendencia a acelerarse, a llevar el texto por delante, sin controlarlo ni encontrar las pausas que le permitan reorientarlo-; el frescor ingenuo e inocente de Emma Vilarasau, una actriz que no sirve para cualquier fregado pero que aquí cumple, y cómo, con creces; ese impagable Jordi Bosch, que en mi opinión tiene algunas de las cualidades que reclamaba el Stanislawski de los últimos años: ritmo interior, limpieza y armonía en el trazo, economía en el consumo de energía, profundo sentido de las pausas, en suma, instinto de partitura. Todos ellos, hasta completar catorce actores, han puesto su inspiración en una celebración que ha demostrado, pese a todo aquello que quedo en el camino, pese a la fatiga de los desengaños, que el «Lliure» ha entrado ahora en una madurez que habrá de reclamarles una renovada inventiva. No es poco privilegio en un país de proyectos improvisados.

Título: Les noces de Figaro.
Autor: Caron de Beaumarchais.
Versión: Francese Nello.
Escenografía: Fabia Puigserver.
Vestuario: Cesar Oliva,
Iluminación: Xavier Clot.
Dirección: Fabia Puigserver
Intérpretes: Jordi Bosch, Anna Lizarán, Lluís Homar, Emma Vilarasau, Carlota Soldevilla, Alfred Lucchetti, Santi Ricart, Ernic Serra, Artur Trias, Rut Descals, Rafael Anglada, Blai Llopis y Joan Matarnalas.
Estreno en Barcelona: Teatre Lliure (Barcelona), 8 -11-1989

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FERRÁN CORBELLA
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Última actualización el Martes, 14 de Febrero de 2017 15:38