Henchidos de desconcierto. T. Sin Más. Crítica Imprimir

HENCHIDOS DE DESCONCIERTO
EL VERSO DE LOS CORRALES EN EL SIGLO XXI

Henchidos -3 b
DIEGO VILLENA / NADIA ALONSO / NICOLÁS BARRERO / BELÉN GONZÁLEZ / JOAQUÍN NAVAMIUEL
FOTO:CEV

Estamos acostumbrados al teatro de verso ritmado, cuando éste tiene encima unos años. Y más en concreto cuando pertenece al teatro del siglo de oro español. Atravesada la frontera del siglo XIX, la prosa se adueñó de la escena y ésta tras un cierto período rimbombante, y luego lo que se ha dado en llamar diálogos literarios, esa prosa se acercó mucho al modo de cómo se habla en la vida diaria. Según se cuenta el impacto de los personajes de Jacinto Benavente, desconcertaron porque éstos hablaban como los espectadores que asistían a la representación. El desconcierto provenía porque aquellos espectadores tenían el oído habituado a la pomposidad de los diálogos de José Echegaray.

Esta parrafada no pretende ser erudición, ni desvelar nada nuevo, sino servir de preludio a Henchidos de desconcierto, una obra escrita en pleno siglo XXI - desconozco si la gestión tuvo lugar en el siglo XX - en versos de arte menor, emulando al teatro del siglo de oro español. Nicolás Barrero es su autor y parece que al decidirse por el verso, se ha sentido obligado a ambientar su historia en el siglo mencionado. No tenía por qué, una vez que, en estos últimos años, las obras clásicas las han vestido de ropaje actual, y unas veces han funcionado y otras no. Se podría aducir que era el modo de hablar de aquellos tiempos. Algo totalmente fuera de lugar, puesto que los espectadores de aquellos Corrales no hablaban en verso. El verso era una convención como el narrar una historia a través del "cantado": la ópera.  No obstante, cada uno es libre de elegir los convencionalismos teatrales que cree eficaz para su obra. Echegaray prefería la ampulosidad y Benavente el quehacer diario.

Situados en estas coordenadas, casan bien la ambientación y el verso. El autor muestra una facilidad pasmosa en combinar las diversas rimas de arte menor, y el aroma, en muchas ocasiones, del habla de aquellos siglos. Si se me apura mucho, si no conociéramos que el texto está escrito en el siglo XXI o en las postrimerías del s. XX, podríamos creer que se trata de un texto, desconocido, de nuestros clásicos.

Si es cierto que se respira ese aire de época, pronto se comienza a sospechar de su origen. Aquí y allá se salpica de anacronismos o se mencionan acontecimientos que sólo pueden ser de nuestra época. Alusiones que arranca la sonrisa o la carcajada del público. Tras el primer momento de desconcierto, todo comienza a encajar, ya que la historia que nos cuenta, termina por ser un repaso a nuestros conflictos actuales, incluyendo el mundo de los refugiados, que se ven obligados a ocultarse. Por lo tanto, Henchidos de desconcierto, es una fábula, con momentos agrios, del mundo que nos rodea, y termina siendo una denuncia de la sociedad actual en la que el chanchullo y el consumismo son los dueños.

Esto que podría ser un panfleto simplón, se evita al ser tratado con humor a través del mundo de los pícaros - los personajes se ven infectados de esta cualidad - y de la misma ambientación de época. Sin dramatismos nos lleva a reflexionar sobre una temática, que ha terminado por ser eterna: la falta de sinceridad y generosidad en una sociedad frente a seres aislados que buscan una sociedad más justa y menos pícara.

Con cinco personajes se resuelve todo el conflicto: dos ellos y dos ellas. Entrando y saliendo el "viejo", dueño de la taberna y recomido por el interés. Ellos forman la típica pareja del teatro español: señor y criado, aunque aquí son dos compañeros de armas y aventuras, pero la caracterología es la mencionada. Uno lleva muy asimilada la picardía y astucia (Tarsicio), que le hace vivir en el mundo real, y el otro (Ramón) la ingenuidad, que le eleva por las nubes sin percatarse de los acontecimientos. Ellas responde a la dama (Francisca) y a la criada (Inés), aunque aquí, también, de ese esquema ha mantenido sólo los caracteres clásicos, puesto que ambas son amigas y vecinas.

La dirección mantiene el ritmo propio de la comedia de humor, que se interrumpe de vez en cuando con los apartes al público, que van más allá de una frase y logran que el público entre en el juego escénico.

La interpretación, por parte de todo el elenco, es más que aceptable y el verso no solamente suena bien, fresco y con naturalidad, sino que se entiende. La rapidez con que está dicho, en aras del ritmo, no empaña la intelección. Un buen trabajo interpretativo.Nadia Alonso (Inés, la tabernera), Belén González (Francisca, la dama), Joaquín Navamuel (Tarsicio, el pícaro), Diego  Villena (Ramón, el galán), Nicolás Barrero (Teótimo, el viejo), se encargan de crear los personajes con frescura y verosimilitud.

Hay que alabar la concepción del espacio escénico: una plaza, con casa adinerada al fondo, taberna en un lateral y casa en ruina en el otro.  Paco Conesa ha concebido todos estos elementos con gran originalidad. Ha combinado la austeridad a la que nos tiene sometidos los recortes, las producciones pequeñas y la posible gira. Estéticamente nos remonta a los tabladillos del siglo de Oro. Con telas de diversas texturas y colores construye los edificios mencionados. Todo el conjunto produce una bienestar estético y la rememoración de aquel teatro que los cómicos paseaban por los caminos. El vestuario evoca, con pocos elementos, el vestir de la época, sin que pretenda ser una reconstrucción histórica, ni proceder de una guardarropía. Destaca por su originalidad la vestimenta de el "viejo " (Teótimo), cuyo abrigo proporciona una impronta personal al personaje que recuerda al Fagin de Oliver Twist.  

Dicho todo esto, un pequeño lunar, que sólo se puede admitir dentro del mundo de las convenciones teatrales, es la Escena I: la llegada de los dos "mancebos", Tarsicio y Ramón. Como el público tiene que enterarse de sus biografías y aventuras, entre ellos narran lo que ya saben. Resulta un recurso un tanto facilón. Puestos a la interactuación con el público con los apartes, ¿por qué no romper la batería y cada uno contárselo al público? Claro que es otra convención teatral más, pero, tal vez, menos artificiosa.

Con los tiempos que corren hay que valorar el esfuerzo por llevar adelante una producción, en la que todos los integrantes aportan su más que granito de arena. Ellos son Teatro Sin Más. Se augura un buen futuro.

henchidos 1 b
JOAQUÍN NAVAMUEL / DIEGO VILLENA
FOTO: CEV

Título: Henchidos de desconcierto
Autor: Nicolás Barrero
Producción: Mar Sánchez Gatell
Escenografía y vestuario: Paco Conesa
Intérpretes: Nadia Alonso (Inés), Belén González (Francisca), Joaquín Navamuel (Tarsicio), Diego  Villena (Ramón), Nicolás Barrero (Teótimo)
Dirección: Nicolás Barrero
Duración: 1 hora y media
Estreno en Madrid: Teatro CEV, 16 -XII - 2013

 

 

 
 
José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

cev calasancio

Teatro del CEV
c/ Gaztambide, 65.
28015 - Madrid
Tf. 91 550 29 60
www. cev.com