La cortesía de España. CNTC. J. Compañía. Crítica Imprimir
Escrito por José Ramón Díaz Sande   
Domingo, 25 de Mayo de 2014 18:27

LA CORTESÍA DE ESPAÑA
ES LO CORRECTO, PERO ¿JUSTO?

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  FOTO: CEFERINO LÓPEZ

La cortesía de España ha terminado sus funciones en Madrid, y le espera un futuro halagador, de ahí que más vale tarde que nunca. Por eso la decisión de  colgar este comentario a toro pasado.

La cortesía de España es texto poco conocido, y menos representado dentro de la producción de Lope de Vega.  La Joven Compañía del Teatro Clásico lo ha retomado y, desde ya, se puede afirmar que es un acierto tanto a nivel de contenido, por lo curioso del tema y su desenlace, así como por la ágil y divertida puesta en escena que puede calificarse de "bonita", en el mejor sentido de la palabra.

En esta comedia, con un final impregnado de cierta dosis de amargura y denuncia, Lope analiza la condición humana de los sentimientos reprimidos y los celos, alentados por la sociedad de la época, que se precia de cortés. El título alude, en principio, al mito del caballero español, difundido a través de cierta literatura, cuyo culmen se da en Alonso Quijano, apodado el Quijote, perseguidor de injusticias y liberador de doncellas. Nuestro personaje, Don Juan de Silva, viene a ser un Don Quijote, no atacado por la locura,  pero sí discípulo de él en lo que respecta al pundonor, que le lleva a sacrificar su amorosos sentimientos en pro de lo que Lope ha bautizado como "la cortesía del español".

Visto desde nuestra actualidad, tal "cortesía" puede ser interpretada como represión proveniente de una sociedad que dicta normas, las cuales acortan el horizonte de la vida humana. Por eso, se puede hablar de un amargo final. A nivel de historia Lope se ha metido en un buen berenjenal, en lo que respecta a cómo salir de él, lo cual le proporciona intriga e interés para el espectador.

Me explico. A Lucrecia, Don Juan de Silva la salva de una violación a perpetrar por el criado de su marido Marcelo, el cual le ha mandado que la mate, en el bosque, para verse libre se los lazos matrimoniales. No sé lo que se le pasaría por la cabeza al tal criado más allá de la pasión, pero posiblemente ha pensado: una vez que tengo que cometer el crimen, lo de la violación es "pecata minuta".  Estamos ante una narración de crónica negra, similar a la de la madrastra de Blancanieves, que pide al criado mate, en el bosque, a Blancanieves. Sólo que este criado tiene entrañas y aquel no. El crimen se evita gracias a la intervención de Don Juan de Silva que es la contrafigura del libertino Don Juan Tenorio que de reprimir sentimientos y deseos poco sabía. Salvada Lucrecia, y como el roce, aunque sea a distancia, engendra amor, en la propia Lucrecia amanece más que  pizca de amor y también en don Juan, quien, por cortesía, reprimirá, una vez que está ante una mujer casada. Paralelamente, Leonarda, la hermana de Don Juan de Silva, asediada por un doncel, rendidamente enamorado de ella, recibe un "flash" de Cupido, cuando conoce a Marcelo, el maligno esposo de Lucrecia, que a estas alturas quiere recuperar el amor de su esposa.

De todo este batiburrillo, el lógico y deseado emparejamiento por parte del espectador es Leonarda con Marcelo, Lucrecia con Don Juan y el insistente enamorado de Leonarda, que se vaya con viento fresco. Hay una pequeña dificultad: deshacer el vínculo matrimonial de Lucrecia y Marcelo, algo impensable en aquella sociedad. La solución que Lope da no conviene desvelarla del todo, para no cargarse el interés.

Desde una lectura del siglo XXI, esta comedia viene a ser una denuncia de una normativa socio-religiosa que no permite salirse de lo establecido, a pesar de violar los sentimientos más auténticos. Conociendo la vida amorosa de Lope, una tensión entre lo que le pide su naturaleza y lo que la sociedad le limita: amantes, hijos bastardos y posteriormente la profesión religiosa como sacerdote, este Don Juan de Silva parece tener algo de él en lo referente a la tensión constante. La diferencia está en que Don Juan doblega sus sentimientos en pro de lo establecido, mientras que Lope no. La pregunta es si, para Lope, Don Juan sería su ideal o más bien una denuncia amarga, irónica y crítica hacia ese complejo emocional que es el hombre rodeado por los demás. La gran virtud de Lope está en dejar el final cerrado, pero con libertad para interpretarlo, según la mentalidad del espectador. Asistiendo al conjunto del desarrollo de la acción, Lope parece optar por la denuncia en clave de comedia. Una tremenda denuncia por verse obligado a  llevar a sus personajes al precipicio.

Todos los personajes están muy bien trazados, entre los que sobresale Don Juan de Silva, pues navega, inteligentemente, entre la seriedad del galán y una contenida comicidad del "cómico" del siglo de Oro. Es cierto que buena parte de este doble juego se debe al tratamiento interpretativo por el que se ha orientado al personaje. Podría haberse conducido por un mayor dramatismo en los momentos de lamento ante la impotencia de manifestar sus sentimiento. Se ha elegido, acertadamente, una discreta clave cómica que le va muy bien al personaje. Francesco Carril nos entrega este personaje, y en esa clave, con una buena dosificación de matices que nos alegra la sonrisa. Resulta un buen cómico.

Natalia Huarte es Lucrecia. A este personaje no se la ha dotado de comicidad, sino de una mayor seriedad sin llegar al melodramatismo, tentación posible, debido a los acontecimientos por los  que tiene que pasar. La tensión entre ambos personajes resulta divertida. Natalia nos entrega una Lucrecia convincente plena de aciertos.  

La vis cómica vuelve a aparecer con el personaje de Leonarda, muy bien resuelto por Júlia Barceló, a la que impregna de simpatía y gracia. Resulta una buena cómica.

Marcelo, el villano, por darle un calificativo benévolo - es un vulgar criminal, que, debido a la premeditación y alevosía, sobrepasa la violencia de género -, es personaje más comedido alejado de la comicidad. Manuel Moya lo interpreta en su justa medida.

Protagonistas y el resto del reparto mantienen unidad tanto en la interpretación como en la dicción del verso, el cual nos llega de forma ágil e inteligible, gracias a una cuidada versión de Laila Ripoll.

La dirección de Josep María Mestres es ágil y consigue movimientos en los actores acordes con el ritmo alocado de la comedia, manteniendo siempre la contención necesaria. Las entradas  y salidas de los personajes, así como la transición de las escenas no rompen para nada el ritmo, sin crear tiempos muertos. Los desplantes, los diálogos se contagian de ese movimiento y entran sin forzamiento ni artificiosidad.

A nivel escenográfico la soluciones son un acierto. Si el teatro del Siglo de Oro no pretendía nunca respetar las tres unidades teatrales, en esta ocasión el disloque espacial y temporal es una locura imaginativa. No nos trasladan a una calle, o casa de una misma ciudad, sino que los personajes vuelan de un país a otro hasta recalar en España. Interiores y exteriores se alternan continuamente. Es lo más próximo a la rotura espacio-temporal propia del cine, artilugio que Lope desconocía. También es verdad que aquellos comediantes lo resolvían en los Corrales, con escenario fijo y con pocos sugerentes aditamentos. Todo estaba en la palabra bien dicha.

La escenógrafa Clara Notari ha recurrido al tradicional Corral de Comedias del Siglo de Oro, pero con una virtud: lo ha estilizado con buen gusto, y no ha caído en la tentación de una reproducción realista. Sobre esta base ha ideado, con ingenio, los diferentes espacios con un gran poder de evocación. A destacar la solución dada al bosque.

Como complemento a la escenografía de cuerpo  se recurre a Videos, de los que es responsable Ávaro Luna, los cuales entran con discreción con la misión de ubicar la acción geográficamente mediante mapas o bien evocar los ambientes.

A juzgar por este bello montaje ¿Cómo La Cortesía de España no ha servido de  alimento para el repertorio Lopesco? Posee varias virtudes: la comicidad, el análisis de los sentimientos humanos, la represión de los mismos y la denuncia de una sociedad que colabora a esa represión y, por lo tanto, a hacer más infelices a los seres humanos. Digo denuncia, porque no creo que Lope haya pactado con el final que ha escrito. ¿O sí?

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   FOTO: CEFERINO LÓPEZ

Título: La Cortesía de España
Autor: Lope de Vega
Versión:  Laila Ripoll
Composición musical: Lluis Vidal
Percursionista: Mauricio Loseto
Escenografía:  Clara Notari
Iluminación:  Juanjo Llorens
Vestuario:  María Araujo
Asesor de Verso:  Vicente Fuentes
Video:  Álvaro Luna
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico
Copañía: Joven Compañía del CNTC
Intérpretes (por orden de intervención): Elsa González (Celia, Olalla, dueña), Sole Solís (Flora, Teodora), Manuel Moya (Marcelo) , Jonás Alonso (Claudio), Alba Enríquez (Camila, Antonia), Natalia Huarte (Lucrecia), Borja Luna (Hervasio, mesonero, dueña), Guillermo de los Santos (Tomé y dueña), Francesco Carril (Don Juan), Álvaro de Juan (Zorrilla), Júlia Barceló (Leonarda), Laura Romero (Julia),
Ignacio Jiménez (Don Jorge), José Gómez  (Lisardo, arriero, dueña)
Dirección:  Josep María Mestres
Duración: 1 hora y 40 minutos
Estreno en Madrid: Matadero (Navel del Español), 3 -IV - 2014

 

 

José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande



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Última actualización el Viernes, 20 de Junio de 2014 11:35