El Caballero de Olmedo. Reseña. 1990 Imprimir
Escrito por Miguel Medina Vicario   
Viernes, 04 de Octubre de 2013 14:38

 

nov 1990 n 211 b 

EL CABALLERO DE OLMEDO

ESENCIAS DE AMOR Y MUERTE

 

En 1990 se volvía  montar El Caballero de Olmedo, dirigida por Miguel Narros. Carmelo Gómez un joven actor fue contratado para interpretar a Don Alonso, el caballero de Olmedo. A partir de este montaje Carmelo comenzó una fulgurante  carrera como actor, sobre todo en el mundo del cine. De los últimos trabajos en teatro fue Elling

el caballero de olmedo 1990 b
FOTO: ROS RIBAS

Parece obligado que la Compañía Nacional de Teatro Clásico repare en uno de los textos más lúcidos de Lope de Vega. Alienta aquí, como en ninguno de sus otros escritos, una atmosfera mágica donde lo popular toma tintes de tragedia, Nace este Caballero de una breve copla y se desarrolla basándose en aquella Celestina que tantos caminos abrió. El amor, que para nuestro preclaro fue motor de vida y obra, no aparece aquí solo como inquietante premonición de su impulso contrario, la muerte, El héroe camina hacia su destino fatal por imperativos morales. A medida que su amor es más correspondido, y se amplía su fama, Don Alonso es preso de mayor tristeza, sabedor de que su prematuro final cortara de raíz la dicha lograda. 

La versión de Francisco Rico, respetuosa y pulcra en líneas generales, resalta los aspectos más cercanos a la obra de Rojas: la pasión, la presencia celestinesca de Fabia, y el trágico final de los amantes. Dos momentos, sin embargo, debieron evitarse claramente. El primero, una cancioncilla añadida y poco afortunada, que anticipa acontecimientos inútilmente. El segundo, la intervención final del rey (obligada entonces, pero necesitada de revisión en este momento), que quiebra la tensión conseguida. 

Miguel Narros plantea una puesta en escena donde la luz y la música intervienen de modo sustantivo y eficaz. No existe una delimitación de espacios. La escenografía de D'Odorico se sustenta en un juego de paneles y puertas, que acercan o distancian la acción, y dejan ver a los personajes de forma nítida o nebulosa, según convenga en cada momento. No parece buscarse, en este sentido, mayor originalidad, sino crear un territorio aséptico, apuntalado por algunos rasgos significativamente españoles. 

En la primera referencia a los actores, es obligado detenerse en el sempiterno pleito de cómo afrontar la dificultad de nuestro verso clásico. Mi juicio particular (y por tanto no forzosamente compartido) tiende al optimismo. Reflexionando sobre la trayectoria de la Compañía, se adivina un riguroso y permanente trabajo actoral, cuyos resultados se dejan sentir de forma sobresaliente en este último montaje. Es evidente que las dificultades de este particular lenguaje encuentran soluciones de considerable equilibrio. El espectador recibe el discurso con toda claridad y, sin que se pierda el imprescindible ritmo, el verso fluye de forma natural y creíble. Este logro se hace más patente en algunos de los actores, tales como Carmelo Gómez, Enrique Menéndez, Encarna Paso y Fernando Conde. El primero muestra, espléndidamente, a un don Alonso juvenil y apasionado, pero sin olvidar en ningún momento los componentes trágicos que completan su personalidad. Tello (Enrique Menéndez) representa, junto a Catalinón (criado de don Juan), una de las más ricas figuras del donaire. El actor extrema sus matices más cómicos, sin que ello le reste efectividad. Encarna Paso no repite, con acierto, los anteriores ejemplos de las muchas celestinas que en nuestros escenarios han sido. Así, Fabia se convierte en el centro de los acontecimientos, y es ella quien determina con su intervención los hechos. Pero por encima de sus particulares y oscuras artes, se encuentra, queda patente, la suprema intervención de un destino contrario. En cuanto a la figura del antagonista, Don Rodrigo, ya quedo dicho que cuenta con el buen criterio interpretativo de Fernando Conde. Si el personaje no alcanza la altura humana que Lope le quiso conceder, se debe a la maniquea revisión teórica que de él se hace. Es cierto que don Rodrigo es rechazado por Inés, y que en competición con don Alonso sufre grave humillación. Es cierto también que, enloquecido por los celos, trama el asesinato de su rival. Pero no es menos cierto que en su papel de perdedor palpita cierta dignidad que, a su vez y por contraste, eleva todavía más la figura del héroe. Aquí aparece, no obstante, como un ser mezquino, torpe, sin relevancia alguna. 

A pesar de ello, y de alguna confusa utilización del espacio, este Caballero de Olmedo transmite de forma equilibrada y sobria la intensidad de la leyenda, y demuestra que el tiempo poco o nada deteriora lo creado con buen pulso. Muchas formas existen, en fin, de recuperar a nuestros clásicos, y no sería esta, en rigor, una de las menos aconsejables. 

Título: El caballero de Olmedo
Autor: Lope de Vega
Música: Gregorio Paniagua
Iluminación: Josep Solbes
Escenografía: Andrea D'Odorico
Intérpretes: Carmelo Gómez, Enrique Menéndez, Encarna Paso, Laura Conejero, Paz Marquina, Ana Goya, Fernando Conde, Marcial Álvarez, Antonio Canal, Jaime Blanch, Juan Calot, José Carlos Castro, José Luis Martínez, Javier Cámara, José Mayenco, Javier Sanz, Versión: Francisco Rico.
Dirección: Miguel Narros
Estreno en Madrid: Teatro de la Comedia (Compañía de Teatro Clásico), 28-IX-90

 

Más información

  El Caballero de Olmedo. 2013
MIGUEL MEDINA VICARIO
copyrigth©medinavicario

TEATRO DE LA COMEDIA
C/ PRÍNCIPE, 14
28012 - MADRID
METRO: SEVILLA-PUERTA DEL SOL
PARKING: SANTA ANA/ SEVILLA/PZ.JACINTO BENABENTE

 

Última actualización el Viernes, 04 de Octubre de 2013 15:15