El Sueño de la Razón. 1994. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Miércoles, 06 de Febrero de 2013 19:53
EL SUEÑO DE LA RAZÓN
VIGENCIA DE BUERO VALLEJO

RESEÑA, 1994
NUM. 255, PP.2 

EL SUEÑO DE LA RAZÓN
VIGENCIA DE BUERO VALLEJO
 
El sueño de la razón nación al final de la dictaduray su lectura iba muy condicionada por el entorno político. Tras su estreno no hubo nuevos montajes. Volvió en 1994 en los comienzos de la democracia.
 
 
MANUEL DE BLAS / MARINA SAURA
FOTO: P.P. HERNÁNDEZ
Entraba el franquismo en su etapa final cuando Buero escribió y estrenó, tras superar el trance de la censura, El sueño de la razón, una «fantasía» sobre el Goya que, en 1823, vivía encerrado en su quinta madrileña, volcado en la  creación de las pinturas negras. Volvía  el dramaturgo a sumergirse en el pasado para recrear un pasaje de : nuestra historia a la luz de su tiempo. Y así, aunque poco se podía hablar entonces de ello, muchos vieron un escasamente disimulado paralelismo entre en lo que en escena se mostraba - la terca negativa del pintar a solicitar el perdón real para ser admitido de nuevo en Palacio - y el desprecio del propio Buero, intelectual íntegro y comprometido, hacia la figura del general Franco. Al volver a los escenarios transcurridos más de veinte años - fue estrenada en el setenta y nunca más repuesta en nuestro país -, se planteaba, como cuestión primera, la de su vigencia. Cierto es que, el hecho de que haya sido representada durante este tiempo en más de quince países, hacía pensar que la obra posee otros valores que los meramente coyunturales. Pero también cabía atribuir el interés, no tanto a su contenido, como a la fama universal del personaje central. Concluida la representación de este nuevo montaje, la duda queda despejada: el drama de Buero trasciende la anécdota. El espectador joven, que poco sabe de aquel todavía periodo cercano negro de nuestra historia porque ni lo había vivido ni nadie tiene interés en explicárselo, se encuentra ante un discurso válido para cualquier tiempo.
Y es que, de lo que a la postre se habla en esta pieza, es, como acertadamente dice Antoni Tordera, el director del espectáculo, del poder, del amor y de la dignidad del hombre.
 
Tampoco parece haber envejecido la propuesta escénica que en su día formuló el autor. La sólida estructura no ha padecido con el paso del tiempo y aquel hallazgo por el que el espectador participa de la sordera del pintor mantiene toda su eficacia.
 
Antoni Tordera ha rescatado para los escenarios esta pieza emblemática de Buero Vallejo. Hace seis años ya trabajó en ella con una compañía italiana. La conoce, pues, bien y ahora, en esta producción del Centro Dramático de la Generalidad Valenciana, saca buen partido de la misma y consigue transmitir con pulcritud y bastante fidelidad a las directrices del autor la rica personalidad del protagonista - su ira externa y su drama intimo- y de las figuras que le rodean, en especial de Leocadia, interpretada de forma admirable par Marina Saura.
 
No ha logrado, en cambio, dar un tono homogéneo al trabajo de los actores y ello por la desmesura can que actúa Manuel de Blas. Siendo un gran actor, tiende en sus últimas y frecuentes apariciones en los escenarios a representarse más a sí  mismo que a los personajes que interpreta y así, en esta ocasión, en lugar de meterse en la piel del genial aragonés, mete a este en la suya y le convierte en un histrión. Mientras los demás cumplen con discreción y sin notables altibajos su papel, De Blas se instala en la escena como un huracán que amenaza con descomponerlo todo, buscando con su gesticulación exagerada y su peculiar dicción una brillantez que el propio personaje proporciona sin necesidad de tantos aspavientos.
 
Con esta obra retorna nuestro primer dramaturgo, al cabo de treinta y ocho años de incomprensible ausencia, al escenario de un Teatro Nacional, y lo hace de la mano de una compañía invitada. Es una vergüenza que salpica a cuantos lo han dirigido desde entonces. Me parecía que no era bueno concluir estas líneas sin recordarlo para si alguno de sus próximos rectores decide cambiar el rumbo en beneficio del maltratado teatro español. A Buero se le ha hecho justicia tarde. A Lauro Olmo ya no se le hará nunca.
 
 
Titulo: El sueño de la razón.
Autor: Antonio Buero Vallejo.
Dirección: Antoni Tordera.
Escenografía: Pedro P. Hernández.
Música: Pep Llopis.
Intérpretes: Manuel de Blas, Marina Saura, Joan Gadea, Lluis Fornes, Manuel Carlos Lillo, Carmen Belloch, Julio Salvi, Gaspar Cano, Rafael Rodríguez y José Galotto.
Producción: Centre Dramatic de la Generalitat Valenciana.
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero, 15 - IX - 1994.
 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Jueves, 07 de Febrero de 2013 07:52