El relámpago. Barbieri. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Domingo, 15 de Abril de 2012 15:39

EL RELÁMPAGO

MELODIOSO BARBIERI

 

JOSÉ MIGUEL RODILLA
ANA MARÍA SÁNCHEZ
JOSÉ LUIS SOLA
YOLANDA AUYANET
 
LORENZO MONCLOA
ANTONIO FAURÓ

El Teatro de la Zarzuela desde hace unos años ha prestado atención a lo que ha denominado Recuperación de títulos de Zarzuela, bien sea en formato completo o en concierto: Zarzuela en Concierto.  Esta vez le ha tocado el turno a una obra de Federico A. Barbieri: El relámpago (Teatro de la Zarzuela, 17 de octubre de  1857).

 

Como Los diamantes de la Corona, Jugar con Fuego, y otras - en lo que respecta a Barbieri - El relámpago se sitúa en esa moda de adaptar óperas cómicas francesas al gusto español. Tal práctica iba mucho más allá de una simple traducción. No solamente se adaptaba el texto, sino que también se componía música nueva. Leyendo las crónicas  del momento, ya en su estreno, se distinguió bien entre el texto - que adaptó Francisco Camprodón a partir de original L'éclair, ópera cómica de Eugéne de Plannard y Henri Saint Georges, apoyado en una versión anterior de Ventura de la Vega, adaptada a una comedia de texto con éxito (1849), que tituló Fuego del cielo  -  y la partitura musical. La historia fue recibida con reticencias, mientras que la partitura gozó de las excelencias del público. El juicio del propio Barbieri sobre su obra fue precisa: "Es de las obras que más me gustan". Se representó durante años, recorriendo los teatros de provincias. Posteriormente desapareció del repertorio y, que se sepa, sólo hace unos años la recuperó Ópera Cómica, en su misión de recuperar zarzuelas olvidadas.

 

El denostado libreto de Camprodón - para algunos farragoso y para otros, incluso, infumable - nos cuenta una historia que juega con el equívoco de confundir a una hermana con otra, por parte del enamorado. Todo terminará bien, como mandan los cánones, pero de forma un tanto gratuita.

 

Nos encontramos en un Ingenio - originalmente tipo de plantación azucarera y fabril - en Matanzas (Cuba). Al fondo, tras una verja, frondosidad de una vegetación de tabaco, y en el horizonte se vislumbra el mar. Será el único escenario para una historia a cuatro: dos mujeres y dos hombres. Que se sustente sobre estas dos parejas explica el que Ventura de la Vega haya tejido su comedia. Al transcribirla al mundo lírico, el minimalismo de los cuatro personajes la llevaría a la llamada "Zarzuela chica", con la que Barbieri había empezado. No obstante, por su duración - estructurada en tres actos, mientras que la zarzuela chica solía ser en un Acto - hay que encuadrarla en la "zarzuela grande". Esto debió ser lo que llevó a Barbieri a introducir el Coro, que, en esta ocasión, es sólo de hombres, pues personifica a los Esclavos Negros de la plantación. Aunque siempre  el Coro en la lírica ha venido a ser una excrecencia del Coro Griego, aquí lo es más claramente. Su papel es el de opinar sobre los acontecimientos. Al mismo tiempo, musicalmente, por su forma de habla: Vino hemanita de señorita, lo mismo que ella, bonita, bonita. Hay que querela y obedesela..., y por sus ritmos nos transportan allende los mares. Le da ese toque caribeño ambiental. Por otra parte, la introducción de los coros en cinco números musicales, permiten darle el tono de concertante a lo que simplemente sería un terceto o un cuarteto. Y ya se sabe, los concertantes son muy agradecidos musicalmente de cara al público, y en esto Barbieri es un maestro como se puede comprobar en producciones anteriores - Los diamantes de la Corona (1854) (CLIKEAR) y en otras posteriores: Jugar con Fuego (1857) (CLIKEAR), Pan y Toros (1864), El Barberillo de Lavapiés (1874) (CLIKEAR).  

 

Aunque no he tenido acceso al libreto, sí puedo informar del argumento, gracias a Emilio  Casares Rodicio ( Diccionario de la Zarzuela).

 

Dos hermanas, Enriqueta y Clara, sobrinas del dueño de un Ingenio - plantación azucarera que aquí es de tabaco -, se han vuelto a encontrar. Enriqueta ha permanecido siempre en el  campo y su ideario es la paz campestre. Clara se ha movido en la urbe y ha quedado viuda muy joven. Para ella la vida social es su alimento. De tales actitudes nos informa un bello dúo de sopranos al inicio, muy del aire de Barbieri. Dos modos de concebir la vida de forma distinta, pero unidas por un imperativo de su tío: tienen que desposarse, una de ellas, con Jorge, un gallego que viene de estudiar en Santiago de Compostela. El tal Jorge se perfila entre petulante, bobalicón y estrafalariamente vestido. La disyuntiva para Jorge es fuerte: las dos son apetecibles. Entre las dos hermanas intentan aclararle las ideas. Cada una de ellas loa las virtudes de la otra. No queda claro si es por un acto de generosidad o porque a ninguna de las dos les apetece el esperpéntico primo. El desenlace es que el primito queda más confuso porque: Qué triste es inspirar/ de repente una doble pasión,/ y no poder optar/a la vez por entrambas a dos. La solución sería un imposible "ménage a trois". Vuelve a otra vez el preciosismo del dúo de las dos hermanas que culmina en un atractivo tercero.

 

En la costa ha fondeado un navío y León, su capitán, se pasea por el Ingenio cantando las excelencias de su corbeta en una sentida y bella romanza de tenor, la cual se convierte en un dúo con Jorge. El encuentro ha sido fortuito y León agradece la hospitalidad. Vuelve a su corbeta. No llegará a ella, pues la tempestad le alcanza. Barbieri crea una acertada partitura descriptiva de la tormenta, que resulta efectista. La tal tempestad con rayos y truenos no ha sido inocente, pues el fulgor de uno de los rayos le ha dejado ciego (no sé si esto es posible en la realidad y sobre todo que su barca fuese fulminada y hundida en los mares y el quedase ileso, salvo su ceguera), pero como decía el empresario Querubini  en El dúo de la Africana: Il teatro no é sempre la veritá". Lo traen a Ingenio. Enriqueta, Jorge y los esclavos lo atienden. Ello da pie a un dúo entre Enriqueta y León, que. musicalmente, resulta poco atractivo, el cual evoluciona hacia un terceto con Jorge, para desembocar en un concertante con el Coro de Esclavos. Un final de Acto, el primero, un tanto apoteósico.

 

El segundo Acto comienza con la llegada musical de Clara en diálogo entre el Coro y ella, con lo cual éste se aparta un poco de su vocación griega, para convertirse en un personaje grupal. Clara en una exquisita romanza, probablemente de las mejores de la obra musicalmente, canta las delicias del amor: Si a consultar la fresca margarita sola se va desde el primer albor. Durante todo esta ausencia de Clara - imaginamos que ha huido de las bucólicas delicias campestres -, Enriqueta se ha cuidado de la recuperación de León, operado por el tío de ambas - el cual nunca sale a escena -, que además de ser hacendado es un prestigioso oculista y cura a León. Reunidos los tres primos, están expectantes ante la llegada de León, ciego. No se sabe exactamente por qué Clara crea un pequeño engaño a León. Enriqueta le contesta de palabra, mientras que Clara se precipita a que sea su mano la que toque León. Se resuelve en un divertido y ligero cuarteto.

 

Prosigue, en un delicado dúo,  la declaración mutua de amor entre Enriqueta y León, que finaliza con una súplica por parte de ambos:

§  León: ¡Cuando estás ausente / soy tan infeliz!.../ niña de mis ojos, / duélete de mí.

§  Enriqueta: Díjome mi madre/ antes de morir,/ que me echó a la tierra / para amarte a ti.

El final de este Acto termina con la intervención del coro, que vuelve a su misión griega y con una inspirada romanza de Enriqueta.

 

En esta versión de concierto al final del Segundo Acto, se le traslada el coro final de la obra. Se trata de un tango-habanera en el que el coro canta las delicias del amor: ¡Qué gusto, qué gusto!. Musicalmente se aparta del resto de la partitura, ya que rproduce el ritmo de la composición exigida, la habanera. La razón del traslado es, porque si con el texto íntegro y la representación total era justificable, e incluso vistoso ya que se acompañaba con un baile caribeño, aquí, al no disponer ni del texto ni del baile tenía menos justificación como final de zarzuela. En su época era uno de los números coreados por el público y que exigía varios "bises". Tal final apunta a  que  se podrían introducir en el coro masculino, voces femeninas.

 

La trama se complica. Cuando León se quita la venda, ante él sólo está Clara, ya que Enriqueta ha huido, para dejar el campo libre del amor con León a su hermana. Aquí, probablemente, se retoma el tema de la mano de Clara en la de León cuando está ciego. Enriqueta volverá cuando Clara y León se hayan casado. Así se lo notifican a Enriqueta, pero le informan de que León y Clara no son felices. Ella vuelve y se descubre que todo ha sido un ardid para que regresara. No se habían casado. Como mandan los cánones todo vuelve a su cauce. León es para Enriqueta y Clara, nos sabemos por qué, siente inclinación por Jorge y en el horizonte suenan campanas de matrimonio a cuatro, y, con el matrimonio Clara-Jorge, se resuelve la condición de la herencia. Viendo el perfil de Clara y el de Jorge, diríamos que no le pega nada. Así como el personaje de Jorge se mueve en la línea del tenor cómico tanto argumentalmente como musicalmente, el de Clara no sigue los esquemas de la trillada tiple cómica, como mandan los cánones tradicionales.

 

La historia, como puede verse, tiene los visos de cuento, con pátina  de ingenuidad y gratuidad. Tal vez conociendo todo el texto completo podrían justificarse ciertos saltos dramáticos.

 

La partitura de Barbieri, muestra su sello que desarrollará en producciones posteriores. Al principio, extraña que encomiende los dos personajes femeninos a dos sopranos. La práctica habitual solía ser combinar soprano y mezzosoprano, sin que una de ellas tenga que personificar a un personaje masculino,  cuando se componía dúos entre ambas. El contraste de los dos registros siempre es agradable. Sin embargo aquí resulta un acierto, y el atractivo contraste de voces surge al unir dos coloraturas distintas como son la de Yolanda Auyanet y Ana María Sánchez, cuyas interpretaciones resultan muy buenas y matizadas. Cabe destacar la romanza de Yolanda, "la fresca Margarita", que permite un gran lucimiento de agudos y notas más graves al final, que Yolanda emite con una gran nitidez y delicadeza. A destacar el dúo entre Ana María y José Luis Sola "Mira que enamorado me tienes niña".

 

José Luis Sola es un tenor de voz nítida, en el que parece no existir el esfuerzo. Su voz fluye con naturalidad y matices. Ya sobresalió en Una Noche de Zarzuela, en el papel del soldado con su Canto Alegre a la Juventud de Doña Francisquita. Para mí fue una revelación. Escuchada la partitura de León, no se explica cómo, según el Diccionario de la Zarzuela de Casares, en la ficha artística de León se dice "tenor cómico". No cuadra  ni como personaje, ni como partitura musical.

 

Por el contrario el papel de Jorge sí entra en los cánones del tenor cómico. Tiene menos intervenciones y una partitura de escritura menos brillante. Lorenzo Moncloa interpreta con gracia al bobalicón personaje. Lo que también es una incógnita es que Clara, cuya partitura está lejos de lo que entendemos en zarzuela por tiple cómica, empareje, dramáticamente, con Jorge. Hay un cierto desequilibrio dramático y musicalmente total, puesto que no hay ningún dúo con él, propio de los duetos cómicos. A lo más tercetos y cuartetos.

 

Cabe destacar el Coro masculino, tanto a nivel de partitura como de interpretación, así como los concertantes que resultan brillantes y bien ejecutados.

 

José Miguel Rodilla dirige la orquesta con seguridad y entusiasmo, como de quien ha ido creando a partir de la nada.

 

Los bravos y aplausos acudieron repetidamente, los cuales se prolongaron al final de la velada. Ha sido un acierto el recuperar, al menos en versión de concierto, esta Zarzuela. Representarla en su totalidad habría que probarlo, pero, posiblemente, revisando bien el texto y encaminándolo por la línea de los cuentos sería aceptable. Ahí tenemos Los diamantes de la Corona, que cuento más ingenuo - una reina-pirata que dona sus diamantes para favorecer a los pobres - no se puede pensar. sin embargo la versión de José Carlos Plaza en el Teatro de la Zarzuela (CLIKEAR) fue una preciosidad a todos los niveles.

 

El Relámpago no deja de ser un zarzuela extraña en cuando a su concepción. Su base es la de la zarzuela chica, que jugaban con pocos cantantes - dos  o cuatro - y ahorrándose los coros. La duración solía ser de una hora. Da la sensación de que, al partir de la obra de Ventura de la Vega, se fue engordando en su composición y de ahí se pasó a la necesidad de los Coros de Esclavos, que, como hemos visto, unos momentos funciona como coro griego, y en otros desempeñan un personaje. Uno de los alicientes del mencionado coro es la creación de los siempre agradecidos concertantes. Esta parece ser la razón de Barbieri y no tanto una aportación dramática a la obra.

 

De la obra, con una gran inspiración melódica, impactan las romanzas: La fresca Margarita (Clara) y Volverla a ver (León).

 

Este concierto será grabado por RNE, aunque su emisión será en diferido. No estaría de más que una discográfica se decidiera a grabarla y editarla.

  

UN INGENIO EN CUBA

 

 

ítulo: El Relámpago

Libreto: Francisco Camprodón

Música: Francisco A. Barbieri

Versión en concierto

Coro Teatro de la Zarzuela

Orquesta: Comunidad de Madrid

Intérpretes: Ana María Sánchez (Enriqueta), Yolanda Auyanet (Clara), José Luis sola (Elón), Lorenzo Moncloa (Jorge).

Director del Coro: Antonio Fauró

Director Musical: José Miguel Rodilla.

Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela, 14 - IV - 2012

 

 

 

 

 

 


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Miércoles, 29 de Agosto de 2012 18:31