La Barraca del Zurdo. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Lunes, 31 de Diciembre de 2012 09:52

LA BARRACA DEL ZURDO
ARTISTAS DE VARIEDADES
 
FOTO: ANTONIO NAVARRO
En octubre del año 2000, la compañía granadina Laví e Bel representó en Cuarta Pared Cabaret Caracol (CLIKEAR), título que remitía al nombre de un teatro de variedades situado en el madrileño barrio de Tetuán, que funcionó desde la primavera del 36 del pasado siglo hasta principios del 39, cuando un bombardeo de la aviación franquista lo redujo a escombros. La singularidad de sus espectáculos se debía a que los habituales y frívolos números musicales, ejercicios circenses y juegos de magia se mezclaban con jugosas parodias políticas en la estela de lo que se venía haciendo en el resto de Europa, principalmente en Alemania. Los impulsores del cambio fueron los propios artistas, miembros del sindicato anarquista CNT, que se había hecho cargo de la gestión del cabaret. De ahí que este crítico definiera aquel espectáculo como varietés anarquistas. Si entonces Emilio Goyanes, su autor y director, llevó al escenario la historia de un local en tiempos convulsos y trágicos contada por los fantasmas de quienes le dieron vida, ahora, con La Barraca del Zurdo,  trae la de una familia de artistas del género por la que también corría sangre anarquista, lo que fue determinante en su trabajo y condicionó su trayectoria. Esa circunstancia y el hecho de que la troupe del Zurdo actuara en el Caracol en 1937, en plena Guerra Civil, vinculan, además del parentesco estético, ambos espectáculos. Pero hay otros aspectos que los hacen complementarios. Buena parte de sus protagonistas estaban comprometidos con unos ideales políticos a los que, a pesar de las dificultades, jamás renunciaron. Si entre los artistas del cabaret Caracol hubo deserciones, más sumaban los que murieron aplastados por las bombas mientras actuaban y los que abandonaron las actuaciones para combatir en el frente. El Zurdo y los suyos tomaron, por su parte, como tantos otros perdedores, el camino del exilio.
La Barraca del Zurdoes el resumen de un siglo de vida y milagros de esa familia. Se trata de un viaje en el tiempo, que realizamos llevados de la mano por sus propios protagonistas. Ellos nos cuentan, sin desbordar los límites de un escenario de cabaret portátil y con economía de recursos, lo sucedido desde que Daniel Buenaventura, asturiano hijo de un dirigente minero anarquista apodado “El Zurdo”, hábil lanzador de cuchillos de cocina, abandonara, con apenas dieciséis años, su patria chica para enrolarse en un circo. Eso sucedía a finales de la primera década del siglo pasado. Se nos cuenta como perfeccionó su técnica, llegando a ser un consumado profesional, y como, al final de una actuación, conoció a una rebelde joven de familia burguesa llamada Aurora Romano con la que se casaría y, aprovechando su dotes canoras, formaría pareja artística. En 1920, tras despedirse del circo Munnard,  en el que trabajaban, crearon su propia compañía. Nacía, así, La Barraca del Zurdo. Y con regular cadencia los tres hijos del matrimonio: Pablo, en honor a Pablo Iglesias; Sara, en el de la Bernhard; y Miguel, en los de Bakunin y Miguel de Molina. Como se ve, toda una declaración de principios políticos y artísticos a cuenta del santoral. El relato, ilustrado con números musicales y divertidas disquisiciones, nos lleva a la proclamación de la República y a la incorporación de Daniel y Aurora a las campañas de las Misiones Pedagógicas; a la revolución de Asturias del 34, en la que El Zurdo padre tuvo un papel relevante; al estallido de la Guerra Civil y, en fin, al exilio, cuyo primer destino fue Francia y, el siguiente, Argentina. En el campo de refugiados de Argelés hicieron hoguera con La Barraca, como quien quema sus naves, y la reconstruyeron en Buenos Aires. Los tres hijos se incorporan a la compañía. El mayor es trapecista, el menor cantante y la hija compone música. Acompañamos a la troupe familiar por latinoamérica y, luego, sin alguno de sus miembros, por Europa, con exclusión de España, que seguía siendo territorio prohibido. En esos años, unos envejecen, otros les sustituyen en los escenarios, alguno se busca la vida fuera de ellos, llegan los nietos, ninguno de los cuales sigue en aquel momento la tradición, y, al fin, los años de vida nómada concluyen y el patriarca y su mujer se instalan en Ginebra. A Miguel le tocó desmontar y embalar el tinglado escénico. Eso sucedía en 1969. En 1983, ya nonagenario, el matrimonio decidió volver a España. Apenas unos días después de poner los pies en ella, tras un paseo por la Gran Vía madrileña, murieron en la habitación del hotel en el que se alojaban.
La Barraca del Zurdo tuvo dos resurrecciones. La primera, propiciada por los hijos de Daniel y Aurora. Sacaron del almacén los trastos de la Barraca y la reconstruyeron, reanudando su actividad con un espectáculo que rendía homenaje a los viejos tiempos. En la renovada compañía, que estableció su sede en Granada, el lugar que los ausentes habían dejado vacante fue ocupado por sus descendientes, que, para entonces, ya se habían formado en disciplinas artísticas, como el baile y el canto, y circenses, como la acrobacia y el clown. A la segunda resurrección es a la que asistimos ahora. Sus artífices son Emilio Goyanes y el reducido número de miembros que integran Laví e Bel.
La materia prima del espectáculo que se nos ofrece es la proporcionada a Emilio Goyanes por algunos de los supervivientes de la familia del Zurdo y los valiosos materiales gráficos hallados tras la muerte de su hija Sara en su casa de México. Como sucediera con Cabaret Caracol, que también contaba con una base documental sólida, en aquel caso la filmación de una de sus funciones, la recreación del mundo de las variedades es acertada. Está bien que no se haya caído en la tentación de “dignificar” el género con alardes escenográficos y añadidos anacrónicos. Así eran el Plata de Zaragoza o el Molino de Barcelona antes de que su reapertura los envolviera con los oropeles de los tiempos modernos. Se conserva el ambiente de los locales cutres y de los teatros ambulantes como el de Manolita Chen. Así, La Barraca del Zurdo, amén de homenaje a una familia de artistas lo es, por extensión, al mundo del viejo cabaret. El compromiso político del Zurdo y los acontecimientos históricos que tanto influyeron en sus vidas, a las que ya hemos aludido, tienen una importante presencia en el espectáculo. Lo frívolo y lo dramático se entremezclan y lo que hubiera podido reducirse a un simple ejercicio de nostalgia alcanza una superior categoría. El recuerdo, entre otros muchos, de las Misiones Pedagógicas, el de la Barraca de Lorca, el del impacto de la noticia de su asesinato, el de la Guerra Civil, el de la muerte de Franco y el del primer gobierno socialista tras la Transición son una contribución a la recuperación de nuestra memoria histórica.
La acción de La Barraca del Zurdo se desarrolla en un espacio delimitado por bastidores móviles y fijos, algunos ribeteados de bombillas, al que se accede a través de una puerta  cerrada por una cortina. Cuatro actores – dos hombres y dos mujeres - dan vida a una treintena larga de personajes, entre ellos a tres generaciones de la familia del Zurdo. Rememoran sus actuaciones y nos cuentan sus vidas. Es un acierto el intercambio de papeles que realizan. Pasan de uno a otro sin solución de continuidad, en ocasiones en medio de un diálogo. Es un juego con el que consiguen que la historia avance a velocidad de crucero, en el que el espectador entra desde los primeros compases. La música, compuesta por Alejandro Cruz Benavides y Emilio Goyanes e interpretada al piano por el primero, contribuye al dinamismo del espectáculo. El desparpajo, la calidad y la versatilidad de los intérpretes le llevan a buen puerto. Su actuación es una gozada. Sus nombres: Larisa Ramos, Nerea Cordero, Piñaki Gómez y Antonio Leyva.
 
Título: La Baraca del Zurdo
Guión: Emilio Goyanes
Música en directo: Alejandro Cruz Benavides
Técnico de luz: Miguel Miñambres
Técnico de sonido: Juan Guerrero
Escenografía y atrezzo: Carlos Monzón
Iluminación: Miguel Miñambres
Música incidental: Alejandro Cruz Benavides
Canciones: Emilio Goyanes
Vestuario y sastrería: Marisa Pascual
Diseño Gráfico y web: casadelocos
Fotografías: Antonio Navarro
Video promocional: Prodisa
Producción: Sonia Espinosa
Distribución: Laví e Bel. Llanos Díaz
Intérpretes: Piñaki Gómez, Larisa Ramos, Nerea Cordero, Antonio Ramos Leiva
Dirección: Emilio Goyanes
Estreno en Madrid: Sala Cuarta Pared, Diciembre 2012
FOTO: ANTONIO NAVARRO
 
 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Lunes, 07 de Enero de 2013 10:07