FARSAS Y ÉGLOGAS
DELICADEZAS RENACENTISTAS
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FOTO: CEFERINO LÓPEZ |
No sé si Ana Zamora hace bien en ceñir su actividad a la difusión del teatro medieval y renacentista. Tal vez sería interesante que se asomara a otros caladeros poco explotados de nuestro repertorio clásico y nos ofreciera su visión de algunas de las joyas que se esconden en ellos. De lo que no cabe duda es de que, aquél teatro que puso los cimientos de ese otro mayor que recibió el calificativo de aúreo, necesitaba salir de los anaqueles de las bibliotecas y de las mesas de los estudiosos para respirar el aire fresco de los escenarios.
Ana Zamora y el entusiasta grupo de colaboradores que la arropan han obrado el milagro. El vehículo para materializar el rescate ha sido Nao d’amores, la compañía que, a tal fin, creó hace una década. Al elogio que merece esa tarea hay que añadir otro: que, en su trabajo, Ana Zamora huya de las consabidas versiones que sitúan en nuestro tiempo lo que fue escrito hace varios siglos. Antes al contrario, suele acudir a las fuentes. En este caso, el punto de partida ha sido la primera edición de las obras completas de Lucas Fernández, fechada en 1504 y, el bisturí para desentrañar el texto, los estudios filológicos de María Josefa Canellada, la que fuera esposa de Vicente Alonso Zamora. Las piezas seleccionadas son las tres farsas laicas amorosas, la égloga y el auto del Nacimiento y Diálogo para cantar.
En consonancia con el respeto a la palabra escrita, está la dicción, minuciosamente ensayada por los actores. Igual rigor preside el resto de elementos que configuran la puesta en escena. La música, cuidadosamente seleccionada, casa a la perfección con los recitados y las canciones y es adecuada a los bailes, de gran plasticidad y muy bien coreografiados. El espacio escénico, limitado en los laterales por asientos para el público, está presidido por un carromato que hace de tabladillo para actores y músicos. El cual, en la escena final, se transforma en un retablo que acoge un nacimiento viviente, cuya bella, original y sencilla composición provoca el entusiasmo del público. El vestuario, es pura policromía y originalidad, contribuye a que el acabado sea perfecto.
El resultado es un espectáculo a la vez popular y culto. Es popular por su temática, una sucesión de escenas que tratan de lo divino y de lo humano. En el lado humano están las pastoriles, pequeñas historias de disputas amorosas entre pastores, villanos y soldados, tipos celosos y con pocas luces. En el divino, el relato ingenuo del nacimiento de Cristo. El aire culto lo ponen los intérpretes. Lo son los de esta puesta en escena, por su formación actoral y el rigor intelectual que ha presidido los ensayos, como lo eran los que, en tiempos de Lucas Fernández, interpretaban estas mismas farsas y églogas, pues quienes hacían de aldeanos eran gentes universitarias. Todo el elenco es digno de aplauso. Si acaso, quepa destacar a la extrovertida y siempre divertida Elena Rayos, veterana integrante de Nao d’amores.
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FOTO: CEFERINO LÓPEZ |
Título: Farsas y Églogas
Autor: Lucas Fernández
Dramaturgia: Ana Zamora
Arreglos y dirección musical: Alicia Lázaro
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Escenografía: David Faraco
Vestuario: Deborah Macías
Iluminación: Miguel A. Camacho y Pedro Yagüe
Coprodución: Compañía Nacional de Teatro Clásico y Nao d'amores
Intérpretes: Sergio Adillo, Eva Jornet, José Vicente Ramos, Elena Rayos, María Alejandra Saturno, Juan Pedro Schwartz, Alejandro Sigüenza, Isabel Zamora
Dirección: Ana Zamora
Duración: 1 hora y 15 minutos
Estreno en Madrid: Teatro Pavón, 23 - III - 2012
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