El niño y los sortilegios.Ópera. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Lunes, 02 de Mayo de 2011 09:11

EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS

DIGNIDAD ESCÉNICA

PARA CON LOS NIÑOS ESPECTADORES

 

 
ANA MOROZ (EL NIÑO)
Y CONJUNTO
FOTO: JAVIER DEL REAL

En el proyecto pedagógico del Teatro Real le ha llegado el turno a una producción de corte operístico para niños y familia. Se  trata de la adaptación de un cuento de la multifacética Colette con música de Maurice Ravel. Más información se puede encontrar en esta misma página www.madridteatro.net.

 

La producción en su concepción y dirección proviene de L’Atelier de Lyon y en 2009 se estrenaba en la Ópera de la Bastilla de París. Para la versión española – requerida por Gerard Mortier – se ha contado con cantantes jóvenes españoles y orquesta joven, aunque la dirección musical y escénica, proceden de su  creadores en el Atelier: Didier Puntos y Jean Liernier, respectivamente. También se siguen el modelo escenográfico y el vestuario. Por lo tanto no se trata de una nueva puesta en escena, sino de la reproducción de aquel montaje. Otro tema es que al volverla a montar con cantantes españoles, ha supuesto el tener que partir desde el principio.

 

Maurice Ravel concibió una orquesta completa, pero Didier Puntos la ha reducido a orquesta de cámara, y muy de cámara, pues consta de un piano a cuatro manos, un violonchelo y una flauta. Según el propio Didier se atrevió a tal osadía cuando descubrió que el propio Ravel usaba la orquesta de cámara para otra obra suya. (Cfr. www.madridteatro.net)

 

El cuento de Colette dedicado a niños y observado por Jean Lierner se aparta sorpresiva y agradablemente de lo trillado en lo que toca a cuentos infantiles. La historia es la de un niño encerrado en su habitación y constreñido a “hacer sus deberes”, sin ganas, y con una rebeldía interior que le lleva a destruir  todos los objetos de su entorno, así como agredir a sus animales: gato, ardilla… Le exaspera la ternura de su madre que abunda en frases cariñosas para con “su niño”. Si saberlo é mismo,  “ese niño” ha ido desapareciendo. Los objetos y animales agredidos cobran vida oníricamente y se vengan de su verdugo, recriminándole su descontrolada ira. La huída hacia el jardín, trae cierta paz al niño. Vuelven los seres atacados con ánimo de destruir al niño. Un accidente inesperado de la ardilla y la reacción solidaria del niño, resuelven muchas cosas que no desvelamos.

 

La lectura que se nos ofrece más allá, imagino, del cueto de Colette. Existen muchos niveles que el espectador puede elegir a tenor de u edad y entorno cultural.

 

La base s la rebelión del niño ante todo lo que le rodea que le hace aparecer como malo. Solo la buena acción del final desconcierta a los animales. El ser humano se comporta de modo extraño: el niño malo, malísimo, tiene la capacidad de la bondad. Parece que Colette quiere denunciar la falsedad o la superficialidad de una sociedad que intenta afirmar el “maniqueísmo”, ser bueno o malo, y por lo tanto los seres humanos de dividen entre “buenos y malos”.

 

En la versión que se nos ofrece se ha ido más lejos: se intenta buscar la razón de esa rebeldía infantil y se encuentra en el paso del niño hacia la adolescencia y lo que ello supone: desprendimiento de la madre – la ataca -; el despertar del sexo – se expresa plásticamente con las evocaciones eróticas de la taza y la cafetera, las del gato y la gata y el fuego que sale de la chimenea y consume al niño - ; la rebeldía ante todo, incluso ante un sistema de enseñanza magistral, basada en lo teórico memorístico. En la segunda parte hay un avance: los animales se “hibridizan” con figuras humanas, tomadas de mundo de la marginación de al sociedad: los “sin techo” y los deshechos de la guerra. Un nivel que, posiblemente, no todos los espectadores capten en sus detalles, pero sí en su conjunto.

 

De esta forma el “niño” se amplía hacia un concepto más amplio: una sociedad que es capaz de agredir y destruir, pero al mismo tiempo compadecerse y construir. En definitiva. La incógnita del ser humano que se mueve, inexplicablemente, ente la maldad y la bondad.

 

Todo esto Jean Lierner lo expresa con una plástica muy evocadora y un ritmo que proporciona interés a toda la narración musical.

 

De corte operístico la partitura musical es cantada en francés – con sobretítulos – y llama la tención por ser una partitura asequible a un público amplio. Ravel no hace concesiones a virtuosismos sonoros, obligando a que la parte cantada sirva a la narración y se adecue a los personajes y situaciones cómicas, dramáticas o vengativas. La adaptación a la orquesta de cámara proporciona cercanía y digna sencillez que potencia las voces.

 

Por parte de los cantantes – todos jóvenes, cuya edad máxima era 32 años – sus voces llegan matizadas, directas y con estilo unitario. Es un buen trabajo de interpretación vocal.

 

El niño y los sortilegios es un bello espectáculo plástico y musical en el que cabe destacar también la concepción del espacio escénico con los dos ambientes, casa y jardín nevado, eficazmente resueltos con delicadeza de líneas y colores, dentro de una concepción figurativa y poética.

 

Habría que conocer la opinión de los más jóvenes, pues, aunque el cuento a nivel plástico y narrativo puede llegar bien, no sé cómo reciben el corte operístico de la partitura. Lo que sí se puede intuir es que este tipo de espectáculos es un modo de introducir a los más jóvenes en el mundo operístico.

 

Al cuento le preceden tres canciones de Historias Naturales del propio Ravel bien interpretadas por el barítono Elier Muñoz. Se trata de tres canciones narrativas sobre el comportamiento de animales. Una curiosa, delicada y bella introducción que sirven de preludio estilístico.

 

Sumadas estas Historias Naturales y El niño y los sortilegios, el espectáculo llega a la hora y diez minutos, duración aceptable para el público al que ha sido destinado. Este tipo de espectáculos operísticos abarca otra dimensión: la posibilidad de la lírica para profesionales jóvenes. El niño y los sortilegios ha contado con afluencia de público en la Sala Verde de los Teatros del Canal, con un aforo de 400 localidades.

 

Título: El niño y los sortilegios

Libreto: Colette

Música: Maurice Ravel 

Adaptación para piano, flauta y violonchelo: Didier Puntos 

Escenógrafo y figurinista: Philippe Miesch  

Iluminador: Pascal Noël

Traductora becaria durante los ensayos: Morgan Lecuff

Producción: L`Atelier Lyrique de la Ópera National de París. Proyecto ópera-estudio con jóvenes cantantes. En colaboración con el Gran Teatre del Liceu

Intérpretes:

Historias naturales: Elier Muñoz (Barítono)

El niño y los sortilegios: Anna Moroz (El niño), Anaïs Masllorens (La madre/la taza china/la libélula), Carolina Moncada (La pastorcilla/ la gata/ la ardilla/pator), Mercedes Arcuri (el fuego/ el ruiseñor), Virginia Bravo (la princesa/ el murciélago/ la pastorcilla), Gerardo López (la tetera/ la aritmética/ larana/ el pastorcillo), Elier Muñoz (el sillón/ el árbol), Fabio Barrutia (El reloj / el gato)

Músicos: Integrante de la Orquesta-Escuela de la Sinfónica de Madrid.

Alexis Delgado (Correpetidor y pianista), Ana Estefanía Rodríguez Morán (Flautista), Julia Torralba Porras (Viocloncelista)

Director musical y pianista: Didier Puntos

Director de escena: Jean Liermier 

Duración: una hora y diez minutos

Estreno en Madrid: Teatros del Canal (Sala Verde), 7 – IV - 2011

 
 ANNA MOROZ / GERARDO LÓPEZ /
ANAÏS MASLLORENS
 
 FOTOS: JAVIER DEL REAL

 

 

 


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande


FOTO:
BOGUSŁAW TRZECIAK

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Última actualización el Martes, 26 de Julio de 2011 10:29