Días estupendos. Alfredo Sandolz. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Jueves, 30 de Septiembre de 2010 06:54

DÍAS ESTUPENDOS

PINCELADAS ESTIVALES

 En el haber de este espectáculo hay que anotar el dominio que el autor tiene del lenguaje cotidiano, la fluidez de los diálogos y el desenfado de que hacen gala los personajes.

DÍAS ESTUPENDOS

PINCELADAS ESTIVALES

 

 FOTO: DAVID RUANO

Todo el mundo asegura que las vacaciones veraniegas han sido estupendas y relajantes. También, que le han sabido a poco. Al regreso a la actividad cotidiana, son el principal tema de conversación. Cualquiera que no las haya tenido puede fingir que él también las ha disfrutado y hasta contar sus experiencias haciendo suyas las de sus amigos. Podrá inventarse que ha estado en las playas del Caribe, recorriendo el desierto de Sahara, haciendo un crucero por las islas griegas o escalando alguno de los ocho mil que se alzan en el Himalaya. Los más modestos, rememorarán sus baños en La Manga del Mar Menor, en las playas de Cullera o de Lanzarote, su recorrido a pie por el Camino de Santiago, su viaje cultural por tierras de Castilla o su estancia en una vivienda rural. Tendrán dónde elegir. No cuentan, sin embargo, los contratiempos que han surgido durante los días de asueto, algunos intrascendentes, pero muchos tan graves que se los han aguado. ¿A quién le apetece recordar la colitis que le tuvo encerrado en la habitación del hotel, la intoxicación alimentaria que le privó de disfrutar de la gastronomía de la región visitada, de los mareos que convirtieron la travesía marítima en un suplicio, de la estafa de la agencia de viajes, la pérdida del equipaje o del robo de la tarjeta de crédito? Y es que no todo el monte es orégano. Las vacaciones producen daños colaterales y dejan secuelas de difícil curación.  Está demostrado que el estrés posvacacional existe y, por otra parte, las fastidiosas estadísticas que publica la prensa indican que el número de parejas que se rompen, se dispara tras las los días de ocio veraniego.

 

De esas cosas trata Días estupendos, la comedia de Alfredo Sanzol. El autor nos ofrece su personal visión de esas jornadas festivas recurriendo a un amplio repertorio de situaciones que nos presenta sin solución de continuidad,  bajo la envoltura de un humor desenfadado. No todas aluden a nuestra época. Alguna hay que remite a tiempos pretéritos, como el episodio de la francesa nudista y guarda civil voyeur y, al tiempo, por imperativo legal, celoso, aunque débil  guardián de la moral tardofranquista. El mar y la montaña son los escenarios más frecuentes de estas historias y, en un caso, lo es la terraza del Empire State Bulldihg. Por ellos circulan un sinfín de personajes que protagonizan fragmentos de sus vivencias vacacionales. Son individuos que huyen de la rutina en busca de emociones nuevas, casi siempre relacionadas con fantasías eróticas no satisfechas; que hacen nuevas amistades, las cuales apenas duran los días que comparten; que mientras se aburren soberanamente, planean cambios radicales en sus vidas, incluida la ruptura justificada o no con sus parejas; que buscan el sosiego de las casas rurales y lo que hallan es un cúmulo de inesperadas emociones fuertes; que viajan, como cada año, a sus pueblos natales para revivir la desquiciante relación con los suyos…

 

En el haber de este espectáculo hay que anotar el dominio que el autor tiene del lenguaje cotidiano, la fluidez de los diálogos y el desenfado de que hacen gala los personajes. Tres actores y dos actrices asumen todos los papeles. Es un acierto que el paso de uno a otro se produzca sin que abandonen la escena ni cambien de vestuario, pues ese encadenamiento de las situaciones mostradas permite que el ritmo de la acción no se rompa. En conjunto es, en lo formal, un buen espectáculo, bien dirigido por el propio autor y bien interpretado. En el debe hay que apuntar que todo sucede en el marco de una impresionante y bella escenografía diseñada con extremo realismo por Alejandro Andújar, que reproduce un claro presidido por un gigantesco roble en medio de un paisaje montañoso. Por grande que sea la imaginación de los espectadores, es imposible ver en ese decorado único una playa o la terraza de un rascacielos neoyorquino. En cuanto al contenido y alcance de la obra, no todo tiene el mismo interés. Hay escenas que son dignas herederas de aquel teatro de humor absurdo que escribieron no pocos comediógrafos españoles de la segunda mitad del pasado siglo, pero otras tienen menos garra y de alguna, que pasa sin pena ni gloria, podría prescindirse. El resultado es un espectáculo con altibajos, más entretenido que profundo, para el que hubiera sido preferible cualquier otro escenario distinto al de la sala Francisco Nieva, del teatro Valle-Inclán, que debiera estar reservado a piezas de mayor calado.

Título: Días estupendos

Texto: Alfredo Sanzol
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Baltasar Patiño
Diseño de sonido y música original: Fernando Velázquez

Diseño de cartel: Peret

Fotos: David Ruano
Vídeoclip: Paz Producciones
Producción: Centro Dramático Nacional | Lazona

Colaboración: Bitò Produccions

Intérpretes (por orden alfabético): Paco Déniz (El del teléfono), Elena González (La nudista), Natalia Hernández La que canta), Juan Antonio Lumbreras (El del tronco), Pablo Vázquez (El del melón)

Dirección: Alfredo Sanzol

Duración: 1 hora 40 minutos (sin intermedio)

Estreno en Madrid: Teatro Valle Inclán, Sala Francisco Nieva, 23 – IX - 2010

 FOTO: DAVID RUANO

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

 

 

 


TEATRO VALLE INCLÁN
(Polivalente)
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Última actualización el Viernes, 05 de Noviembre de 2010 14:37