Realidad. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Miércoles, 21 de Julio de 2010 11:49
 

REALIDAD, JUEGOS DE DRAMATURGO 

Tom Stoppard es un autor digno de figurar en la programación de los Centros Dramáticos Nacionales, pero no todas sus obras son adecuadas para subir a sus escenarios.

REALIDAD

JUEGOS DE DRAMATURGO

Tom Stoppard es un autor digno de figurar en la programación de los centros dramáticos nacionales, pero no todas sus obras son adecuadas para subir a sus escenarios. La que aquí se comenta, Realidad, es un ejemplo de ello. Su sitio está en los teatros comerciales y no en los que, dependiendo del erario público, debieran tener otras prioridades. Que la obra triunfara en los escenarios londinenses y de Broadway cuando se estrenó en la década de los ochenta del pasado siglo, que acumulara numerosos premios y que las reposiciones posteriores estuvieran acompañadas por el éxito, antes que avalar esta producción oficial, certifica nuestra apreciación.  
   MARÍA PUJALTE / JAVIER CÁMARA


¿Dónde está la realidad? Es la pregunta que se nos plantea. Para responderla tenemos que participar en el juego de relaciones de parejas que nos propone Stoppard. Algunos de sus integrantes pertenecen al mundo del teatro: hay un dramaturgo; su esposa, que es actriz; un par de actores, uno maduro y otro joven… A veces, son ellos mismos. Lo que hacen sobre el escenario forma parte de su vida real. En otras ocasiones, presenciamos fragmentos de obras teatrales. Así sucede en la primera escena, en la que se representa una imaginaria pieza, Castillo de naipes, escrita por el dramaturgo e interpretada por su propia esposa y un actor amigo de la pareja, y, más adelante, en la recreación de Lástima que sea una puta, de John Ford.  Estamos, pues, ante una muestra de teatro dentro del teatro en la que ficción y realidad se alternan sin que Stoppard delimite sus fronteras o, cuando lo hace, sea, en términos taurinos, a toro pasado. Las relaciones de estos tres personajes y la novia del actor maduro dan lugar a un sinfín de situaciones que giran en torno al amor, el sexo, el desapego que conduce al alejamiento y a la infidelidad. A lo largo de la representación surgen otros temas relacionados con el arte y la política, tan  presentes en buena parte de la obra del dramaturgo inglés, pero que aquí son tratados con no poca superficialidad, como si se tratara de un añadido para elevar la categoría intelectual de los asuntos que preocupan a los protagonistas. El resultado es una obra de relativo interés llena de altibajos. En cuanto a la cuestión planteada, la conclusión a la que llega este crítico es que la realidad, tan engañosa como poliédrica, se halla en el lugar más insospechado o está dónde tengamos a bien ponerla. No estoy seguro de que esa sea la respuesta del autor, pero si no coincidiera con la de los espectadores, será porque así lo ha querido, pues ha sembrado su juego de trampas propias de las comedias de enredo y lo ha hecho apoyándose en una buena escritura y con la habilidad de los dramaturgos que, como él, están de vuelta de todo.

La puesta en escena de Natalia Menéndez nace lastrada por un pretencioso y costoso decorado de Alfonso Barajas hecho a la medida del escenario principal del María Guerrero, pero que le viene grande a un texto menor. Éste exige una sencillez escenográfica que rebaje las expectativas de la propuesta a su justa medida y en la que los intérpretes se sientan cómodos. No todos lo están. Por otra parte, entre las diferentes posibilidades que había de abordar el trabajo actoral, sobre el que el libreto apenas da pautas, la directora ha optado por la más alejada del fino humor inglés, quizás el más adecuado para la ocasión, pero no para las características de quienes componen el reparto. Unos se mueven en el estilo televisivo al que están habituados y, otros, reproducen modelos propios de la comedia española que dominó nuestros escenarios en la segunda mitad del siglo pasado. Todos lo hacen con corrección. Si hubiera que destacar a alguno, sería a Javier Cámara y María Pujalte, él en el papel de dramaturgo pagado de sí mismo y ella en el de la amante que sustituye a la esposa.

Título: Realidad.

Autor: Tom Stoppard.
Versión: Juan V. Martínez Luciano.
Escenografía: Alfonso Barajas.
Vestuario: María Arauho.
Iluminación: Iván Martín.
Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo.
Intérpretes: Arantxa Aranguren, Javier Cámara, Juan Codina, Patricia Delgado, Alex García, Jorge Páez y María Pujalte.
Dirección: Natalia Menéndez.
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (CDN), 28-I-2010.

 

 
   ARANTXA ARANGUREN / JAVIER CÁMARA

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

 

 

 


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Última actualización el Miércoles, 21 de Julio de 2010 16:56