La calesera: Crítica. Imprimir
Escrito por José Ramón Díaz Sande   
Domingo, 03 de Enero de 2010 13:38

LA CALESERA
CONVINCENTE INTERPRETACIÓN

La Calesera (1925) ha quedado en el repertorio, pero no es una zarzuela a la que se haya recurrido mucho, a excepción del brillante Pasacalle de los Chisperos, al que acuden con frecuencia las Antologías de Zarzuela. Hay todo un anecdotario al que nos remitimos en nuestra página web www.madridteatro.net (www.madridteatro.eu) en la sección de información general y entrevista.

Su estreno fue un apoteósico éxito, algo que al mismo Alonso le pilla de sorpresa, una vez que había puesto sus ojos en su obra, con pretensiones operísticas, Curro el de Lora, poco antes estrenada. Probablemente, a ello se añadía la sensación de – según las crónicas – haber recurrido a pasajes musicales que tenía compuestos, con anterioridad, que fue acomodando dentro del argumento, y también a la precipitación del último momento. No es que La Calesera fuera un espectáculo improvisado, pero sí con el tiempo pisándole los talones. Dos años antes se venía trabajando sobre el libreto y solamente la necesidad de estrenar la obra por el fracaso de María Sol, obra que interpretaba en el Teatro de la Zarzuela Marcos Redondo, obligó a acelerar la composición de la música y salvar la temporada.

   FOTO: JESÚS ALCÁNTARA.
En 1922 Luis Martínez Román había escrito una zarzuela que Alonso consideró poco teatral, aunque con un argumento interesante. Para paliar esta debilidad se recurre a Emilio González del Castillo, arreglista y colaborador habitual de Alonso. A pesar de este “lifting”, el libreto final resulta un tanto irregular.

Sobre la base histórica de luchas entre liberales y conservadores se entreteje la ficción de un triángulo amoroso – la comedianta Maravillas, el liberal Rafael y la marquesita Elena - y la leyenda de un cuarto personaje – el bandido Luis Candelas – trazado en la línea romántica, el cual termina por ser un Deus ex machina, en cuanto a la solución final. En derredor, una galería de personajes, unos con  más peso que otros como son los comediantes   Pirulí y Gangarilla, y el criado de la marquesita: Calatrava. De todos los personajes el que está mejor trazado es el de Maravillas. Los demás hacen un poco aguas.
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA

La idea de fondo, en principio, es sugerente. La lucha entre liberales y conservadores y la propuesta de la libertad como eje central, cuyo tema musical será recurrente. En pro de esa libertad, un puñado de comediantes, la compañía de teatro del padre de Maravillas, y dos de la clase alta: el liberal Rafael y la marquesita Elena. Pueblo y nobles unidos por el mismo sentimiento. Sólo que, como siempre, es el pueblo – Maravillas y Luis Candelas – el que en realidad se compromete con la causa, y la nobleza huye a Francia.

 

Este tema libertario – y aquí está la dispersión del libreto – no parece ser el definitivo. Se entreteje con un endeble triángulo amoroso. Dos hembras enamoradas y enceladas que están dispuestas a todo por ser dueñas del amor de Rafael, hasta llegar a la delación. Surge así en Maravillas el complejo de culpa, algo no frecuente en el mundo de la zarzuela, a menudo, dispuesta a no ser trágica coral ni individualmente.

Argumentalmente no se puede decir que sea un prodigio de narración, sino de gratuidades que nos pillan desprevenidos. La fortaleza y el rompe y rasga de Maravillas, se deshiela con la facilona narración melodramática de la marquesita Elena – que no voy a desvelar por eso de la intriga – y que aparece demasiado pronto en el andamiaje de la historia.

Carles Alfaro, es director no maleado por los clichés “zarzueleros”. Sus discretos conocimientos del género de zarzuela, según confesión propia, estaban en la trastienda de su memoria, implantada por las melodías entonadas por sus tías y la memoria colectiva. Elegir director con este perfil, está siendo denominador común en los últimos años. Y es bueno, porque se aborda el género sin prejuicios y con criterios teatrales originales.

No convence el enamoramiento de Maravillas hacia el liberal y patriota Rafael, un personaje poco atractivo y mal diseñado. Se puede explicar la postura de la marquesita hacia él, como capricho, por aquello de la frivolidad de las clases altas, pero no la de Maravillas, una mujer más auténtica. Y después está Luis Candelas, que no sabemos por qué está enamorado de Maravillas, y menos mal que nos lo confiesa al final. Su presencia queda un tanto justificada para resolver el lío en que todos se han metido, pero no deja de ser un Deux ex machina. 

Sobre este endeble libreto, Alonso incrusta sus melodías con acierto – incluso admitiendo que son de aquí y de allá – y consigue, en los temas centrales, un todo unitario. Juega con diversos estilos: el acuñado bel cantismo de la zarzuela con otros como la tonadilla o números más revisteriles que encuentran su justificación dentro del mismo argumento al ser interpretados por los comediantes como muestra de su quehacer teatral  - el ¡Pin-pon! de Calatrava, dúo de Maravillas y Rafael, y el Pasaje de los chisperos - ante la autoridad intolerante, o las coplillas en la cárcel, subterfugio de santo y seña. Incluso el dúo del Ratón: Soñé yo anoche, muy heredero del cuplé malicioso, es congruente, como entretenimiento, para amenizar la impaciente espera de la diligencia. En este ardid de saber encajar los cantables, se va más allá. Hay un doble juego de teatro dentro del teatro proyectado hacia la misma vida, como sucede con el dúo de Maravillas y Rafael.

 

     FOTO: JESÚS ALCÁNTARA.

Tienen que cantar un dúo, impuesto por la comedia que están preparando. La habilidad el texto está en que lo que se reprochan los enamorados de la comedia tiene, bastante que ver con la relación de la historia amorosa entre Maravillas y Rafael.  

Musicalmente la partitura contempla dos estilos, el del bel canto con ciertas pretensiones operísticas, piénsese en el final del Acto Primero y los dúos, y otro de corte más ligero. Se trata de bellas y brillantes melodías. Ello explica el éxito del estreno, pues podía satisfacer a un variopinto público. Vocalmente juega con un conjunto e voces - soprano, mezzosoprano, soprano (la ntiguatiple cómica), barítono, tenor cómico y los llamados actores canantes - que proporcionan brillantez en el concertante o en el dúo de soprano y mezzosoprano, el cual ha sido muy utilizado en la zarzuela grande y el género chico. el mencionado dúo en clave de Gavota resulta novedoso, pues a ritmo palaciego, como es la gavota, seentabla la dispua de plebeya y aristócrata en una risueña ironía, que Carlos Alfaro sabe utilizar muy ingeniosamente.

Carles aborda La Calesera bajo el prisma del realismo e intentando que el texto sea lo más creíble posible. Lo consigue a través de la interpretación de la parte hablada y también de la cantada, en la que busca el movimiento y el gesto alejado de lo enfático o lo estilizado, como, a veces, intenta el musical. Ayuda también el vestuario – en progresivos tonos ocres, lo mismo que el decorado –que prefiere la reproducción histórica, huyendo del trillado folklorismo clónico en el coro y demás personajes. En conjunto funciona bien.

 

A destacar en la puesta en escena musical del ya mencionado enfrentamiento de Maravillas y Elena, a ritmo de Gavota, al que, visualmente, barniza con humorismo. Entre pulla y pulla musical, se intercala un lingotazo alcohólico hasta que el cuerpo aguante. Emotiva la puesta en escena del Himno a la libertad

Una de las  expectativas, en cuanto a puesta en escena, era el Pasacalle de los Chisperos. En el original se trata de un fin de fiesta brillante en el que intervienen todos y rompe la historia verista que se nos cuenta. Su justificación argumental viene dada por ser un número de la Compañía de Comedias ante la policía. En él se dan todos los tópicos visuales y convencionales con el que ya jugaba el género chico y su coqueteo con la opereta y revista: el travestismo de los guardias de corps al interpretarlo mujeres – Los Cadetes de la Reina, La Viejecita, La Zapaterita… - insinuando un cierto erotismo; las majas, la rondalla y las diversas profesiones… Venía a ser un cuadro folklórico y castizo, en el que de nuevo hay un doble juego: Alonso y sus libretistas aprovechan      el teatro dentro del teatro.

   FOTO: JESÚS ALCÁNTARA.

Ese rompe y rasga es el perfil del personaje de la comedia que piensan representar los cómicos, pero al mismo tiempo para nosotros es también el perfil de Maravillas. Una mujer bien “plantá”, en el amor y en la libertad. Y ello en clave arrevistada, con sus toques de picardía e imágenes y texto de doble sentido.
 Carles Alfaro ha hablado de este número como de una ensoñación, al estilo de Folies Berger o Moulin Rouge. Algo de eso tiene: el decorado del café se despieza y en sus contornos brillan las ristras de bombillitas teatrales, el escenario se inunda de majos, majas, rondalla, guardias de corps femenino y la individualización de diversos personajes que Maravillas rechaza uno a uno. Pero Carles lo trata con cierta ironía e incluso humor esperpéntico. Viste al coro femenino de guardia de corps, sea cual sea su “body” sandunguero. De ese modo, se aparta del erotismo, muy celebrado cuando ese travestismo se concibió en su momento, y el desfile resulta un tanto cómico. Acentúa con la imagen los dobles sentidos del texto, como sucede con las espadas que se alzan insinuantes por el temor de Maravillas a los militares que le “asustan con el espadín”. Resulta un tanto excesivo que empobrece la alusión. Me da la sensación de que ha querido huir del folklorismo y trabajar sobre la caricatura. No acaba de funcionar del todo. Y puestos a la idea del Follies Berger, ¿por qué no utilizar la escalera del Café, y transformarla en escalinata de revista? No sé, algo se le ha quedado a medio camino.
 
 
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA  
Sí hay que destacar, muy favorablemente, el aspecto interpretativo en todos. En la obra hay muchos personajes con palabra y no cantan. Ha recurrido a actores. No es que no tengan mérito, pero ya se sabe: recitar bien y hacer creíbles sus personajes es la obligación de los actores de prosa. Somos más condescendientes con los cantantes, pero en este caso su buen hacer interpretativo nos llena de satisfacción. Es cierto que, en la actualidad, esos que llamábamos cantantes poseen un buen “bagage” interpretativo, pero siempre nos sorprendemos cuando además de cantar nos hacen creíbles sus personajes. 
    FOTO: JESÚS ALCÁNTARA.

El reparto al que asistí fue el del sábado 4 de julio. Amparo Navarro (Maravillas), buena en su interpretación, resulta excelente junto a Leticia Rodríguez (Pirulí) en su cómico diálogo ante la cárcel. Las dos están brillantes. Enrique E. del Portal (Gangarilla), cantante lírico muy avezado en zarzuelas y comedias musicales, posee una gran soltura interpretativa y vocal. Curiosamente hizo su debut en el mundo de la lírica con La Calesera.  Él y Leticia Rodríguez – el dúo cómico – forman una convincente pareja. 

 

A Luis Varela, le corresponde el personaje de Calatrava. A estas alturas de la vida Luis, por decirlo con un tópico, se mueve como pez en el agua. Y hay algo más: el público le adora y de ahí los fervientes aplausos al final, y tras su interpretación cantada ¡Pin pon!, salto de mi carabela… Luis ha coqueteado mucho con la zarzuela en la tesitura de tenor cómico o actor cantante. En esta ocasión su voz está más cascada, lo cual aumenta la comicidad y no desentona argumentalmente, una vez que está fingiendo ser cómico de la compañía, ante la policía, cuando, en realidad, es el criado de la marquesita Elena. En cuanto a José Julián Frontal (Rafael) y Beatriz Lanza (Elena) sus intervenciones habladas son escasas y en ellas se mantienen creíbles.

    LUIS VALERA

Musicalmente los solistas muestran un buen empaste de conjunto. Amparo Navarro (Maravillas) es soprano, cuya tesitura tiende a mezzo en algunos momentos. Es voz agradable, segura y con un empaque que proporciona fuerza al personaje. Beatriz Lanza (Elena), mezzosoprano de extenso y seguro registro, junto a Amparo Navarro, construye un delicioso y combativo dúo Usía no recuerda…José Julián Frontal, barítono de voz clara, bien empastada y potente, encarna a Rafael. Su Himno a la libertad tiene fuerza y a destacar el dúo con Amparo Navarro, así como sus breves y sustancionsas carceleras. Enrique R. del Portal y Lucía Rodríguez, además de haber destacado su habilidad y frescura como “cómicos”, hay que subrayar lo mismo en sus intervenciones musicales y el buen acomodamiento a un tipo de cantable, tipo “cuplé”, como es el Soñé yo anoche…

Coro y orquesta bien proporcionados de volumen, sobre todo ésta última, lo cual no siempre ha sucedido en otras representaciones, hasta el punto de dudar sobre la acústica del teatro.


A nivel de espacio escénico la versión original cuenta con 4 espacios: Acto I: el conspirador café; Acto II: el Teatro Príncipe (hoy Teatro Español); Acto III: 1º cuadro: la cárcel, y 2º cuadro: la posada en la frontera camino de Francia.  Esta versión ha eliminado el Teatro Príncipe y el Acto Primero y Segundo se desarrollan en el café. Para evocar el escenario del teatro se recurren a descolgar unos teloncillos pintados. Funciona suficientemente, pero siempre la recreación de un teatro de la época no deja de ser apetitoso y se echa de menos. Fuera de esta apostilla, la escenografía es atractiva en una línea expresionista de luces tanto el café como la cárcel y la posada en la carretera de Francia. Al final, escenográficamente parece haber un último mensaje con el girar de la posada y mostrarnos de nuevo el café donde queda aprisionada Maravillas, mientras el liberal y la nobleza huyen.

 

Si el espacio escénico convence, no se explica el fallo garrafal de su parte técnica. La obra lleva buen ritmo cortado por un descanso. La segunda parte – cárcel y posada en la frontera – están concebidas, en teoría, con una transición de pausa o lo que tradicionalmente se llamaba mutación. La tal pausa no existe, sino que es casi un descanso con todos los espectadores sentados a media luz y con unos llamativos ruidos que imaginamos el pandemonium que se monta tras el telón trasladando estructuras. Y para más “inri” en la pantalla de sobretítulos un letrero: Cambio técnico. El ritmo decae y uno se pregunta cómo se puede caer en algo tan burdo. 

Título: La Calesera

Libreto: Emilio González del Castillo/Luis Martínez Román

Edición crítica: Juan de Udaeta (Ediciones Iberautor, Promociones culturales SRL/ Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2008)

Adaptación del texto: Ferrán Catalá/Carles Alfaro

Escenografía: Paco Azorín

Figurines: María Araujo

Iluminación: Pedro Yagüe

Coreografía: Fuensanta Morales

Ayudante de escenografía: Alfonso Díez

Ayudante de vestuario: Teresa Rodrigo

Asistente de movimiento escénico: Inma Garrido

Realización de escenografía: Baeza, Bigprintshop service, Dycae, Mambo decorados, Sfumato

Realización de vestuario: Atuendo

Sombreros: Charo iglesias, Sombrerería medrano

Calzado: Campera salmantina, Descans, Maty

Utilería: Mateos

Orquesta de la comunidad De Madrid

(Titular del Teatro de la Zarzuela)                          

Coro del Teatro de la Zarzuela

Ayudantes de dirección: Rafael Diez-Labín/ José Antonio Gutiérrez

Ballet: Vicente Bustamante, Elena Cabezas, Leticia Castro, Joaquín León, Gemma Morado, José Manuel Sánchez, Fran Vilchez

Figuración: Sergio Castelar, Máximo Esteban, Virginia Flores, Óscar de la Fuente, José Herrero, Alberto Huici, Santiago Roldán, Victorio Sanz

Rondalla:

Raceli Yustas Ruiz (bandurria), Rafael Martínez Fernández (laúd), Juan Antonio Yustas Ruiz (laúd), Iguel Iniesta López (guitarra), José María López Gómez (guitarra), Ené Mora (guitarra)

Intérpretes:

Dirección del coro: Antonio Fauró

Dirección musical: Álvaro Albiach/ Santiago Serrate

Dirección de escena: Carles Alfaro

Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela, 4 – VII -2009



José Ramón Díaz Sande
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TEATRO DE LA ZARZUELA
Dirección: Luis Olmos
Aforo:1.250 (1.140, visibilidad total,
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José Ramón Garcia (bandurria), Santiago Pollán Sampayo (bandurria),
Isabel Monar Amparo Navarro (Maravillas, soprano), Leticia Rodríguez (Pirulí, soprano), Beatriz Lanza/ Marina Rodríguez-Cusí (Elena, mezzosoprano), Carmen Arévalo (Comedianta 1ª), Vicenta de la Cruz (Comedianta 2ª), Montse Calles (Comedianta 3ª) José Julián Frontal/José Antonio López (Rafael Sanabria, barítono), Luis Varela (Calatrava), Enrique R. Del portal (Gangarilla, tenor), Miguel Mota (Luis Candelas), Antonio Medina (Pedro García), Luis Perezagua (Mendieta), Andrés Bernal (Tomás), Juan Matute (Custodio,), Emilio Gavira (Perico “el ciego”El maestro, actor cantante), Mario Martín (El bajo), Rafael Delgado (Francisco Montes “Paquiro”), José Luis Alcobendas (El jefe de policía), Juan Viadas (Romito), Florentino Martínez (Juan / Policía 1º), Daniel Moreno (Don Leandrito), Iván gisbert (Manolo), Iván Nieto-Balboa (Eduardo), Miguel Ángel Gallardo (El mayoral, Gorriti), Miguel Barderas (Eusebio), Paco Torres (El posadero, Parroquiano), David Portela (Policía 2º), Helena Dueñas (Parroquiana), Vanessa Actif (Moza), Mario Albar Mansoa (Lazarillo)

  

Última actualización el Sábado, 22 de Mayo de 2010 16:05