La Tempranica y La Gran Vía Imprimir
Escrito por Santiago Martín Bermúdez   
Sábado, 13 de Febrero de 2010 09:36
LA TEMPRANICA y LA GRAN VIA
DESIGUALDAD DE TRATAMIENTO

[2009-03-10]
No era la primera vez que Adolfo Marsillach se metía con el musical. Ya dirigió Cuadros Disolventes y una Mata-Hari para Concha Velasco.

   


 

 

 

 

 

 

 

RESEÑA, 1984
NUM 148, pp. 22-23

LA TEMPRANICA
y
LA GRAN VIA

DESIGUALDAD DE TRATAMIENTO

No era la primera vez que Adolfo Marsillach se metía con el musical. Ya dirigió Cuadros Disolventes y una Mata-Hari para Concha Velasco.

Tras la interesante visita de la Opera de Dresde, el Teatro de la Zarzuela vuelve al género que lleva su nombre dentro de la temporada lírica que, desde ahora, sus responsables pretenden continuar. De forma paralela a la primera experiencia con Gloria y peluca y La verbena de la Paloma, le toca el turno a una obra muy conocida: La gran vía, y otra no tan olvidada como la pieza de Barbieri, pero menos habitual en el repertorio: La tempranica.
 

Título: La tempranica.
Libreto: Julián Romea.
Música: Gerónimo Giménez.
Intérpretes: Emilina López/Belén Genicio (María), Javier Alaba, Teófilo Calle, Juan Reyes, José Antonio Ceinos.
Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela, 1983

LA TEMPRANICA
(1983)
FOTO: ANTONIO DE BENITO

EN LA TEMPRANICA TODOS LOS PAPELES,
EXCEPTO EL DE LA PROTAGONISTA,
SE CANTAN MAL,
Y EL DIRECTOR HA PASADO POR ELLA
COMO POR UN COMPROMISO OBLIGATORIO Y VERGONZANTE.

La mayor parte de la música de La tempranita, debida a Gerónimo Giménez, es de sabor nacionalista y entronca con las preocupaciones de musicólogos y compositores españoles de la época. A menudo suena como Il trovatore, de Verdi, y a recordarlo ayuda mucho la "gitanería" del libreto, pero hay que recordar que la ópera verdiana es de 1851, es decir, cincuenta años anterior a La tempranita. Pero también se pueden señalar atisbas de lo que será el lenguaje plenamente nacionalista de Falla en La vida breve (1913).


LA TEMPRANICA
(1983)
FOTO: ANTONIO DE BENITO

El libreto es pobre y pintoresquista. La puesta en escena de Marsillach, si es que existe, no lo ha evitado en modo alguno. El director ha pasado por esta obra como por un compromiso obligatorio y vergonzante que le permitía llegar a lo que era su verdadero objeto de interés, el lucimiento de La gran vía. Los actores (?) se ponen o bien pintorescos también o bien sumamente pesados. Felizmente, Emelina Jiménez, cubana, tiene una preciosa voz que sirve a la bellísima música de Giménez, aunque se trata de una voz "in progress", aún sin concluir en sus posibilidades, que si se educa aún más en fraseo, actuación puramente dramática y economía de emisión puede dar un gran salto hacia el repertorio operístico que, desde luego, no le es ajeno. Juan Reyes resulta un insoportable Grabié, y el barítono Javier Alaba no puede con el personaje de Don Luis. En cuanto a José Antonio Ceinos, en Miguel, no hace sino naufragar en la trampa andalucista del horrible libreto de Julián Romea (sobrino). Citemos en su descargo, aunque podía haberlo evitado, un parlamenteo que corresponde a su personaje: "iJozú, Jozú, Jozú! No me cambio yo ahora... ¿por quién? ... ni por er mesmo Padre Zanto de Roma," ¡Para qué más comentarios!

*****

Título: La Gran Vía.
Libreto: Felipe Pérez y González.
sica: Federico Chueca y Joaquín Valverde.
Intérpretes: Alfonso del Real, Angel de Andrés, Natalia Duarte (la que tiene que servir), Irene Daína, José Varela, Francisco Navarro y Julio Incera (los tres ratas).
Director musical: Urbano Ruiz Laorden.
Director de. escena: Adolfo Marsillach.
Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela, 1983

LA GRAN VÍA
(T. DE LA ZARZUELA,1983)
FOTO: ANTONIO DE BENITO

LOS MEDIOS PUESTOS A DISPOSICIÓN
DE ADOLFO MARSILLACH PARA DIRIGIR LA GRAN VÍA
HAN SIDO BIEN ADMINISTRADOS,
AUNQUE LA PRIMERA DE LAS PIEZAS DEL PROGRAMA
MEREC!A OTRO TRATAMIENTO
MÁS IMAGINATIVO Y MENOS APRESURADO.


LA
GRAN VÍA
(T. DE LA ZARZUELA,1983)
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA
El plato fuerte era, pues, gran Vía, una zarzuela estrenada en 1886 y demasiad ligada a una circunstancia des tiempo y su lugar como par, que nadie creyera que, cien años después, aún la escucharíamos con gusto. Sin embargo, así es. Marsillach reservó la imaginación para la puesta e escena arrevistada - lo que no es ningún disparate - de su Gran Vía y, como siempre, eligió algunos números y prescindió de otros, como hicieron los mismos autores, que cambiaran y añadieron a medida que el éxito de la pieza multiplicaba sus significados.

El libreto de Felipe Pérez y González pretendía ser un satírico acicate a la construcción de una gran calle en Madrid, que un Excelentísimo Ayuntamiento apoltronado y mojigato podía no atreverse finalmente a acometer. Se dice que el éxito de la obra fue decisivo para que se llevase a cabo esa importante remodelación urbana. La puesta en escena es al menos tan alegre como la música de Chueca y Valverde, cuya ligereza y facilidad la hace quizá menor ante la propuesta de La tempranica, pero en absoluto desmerecedora. La música de La Gran Vía, linda y menor, es absolutamente atractiva, y para ello no es preciso recordar tan a menudo que le gustaba mucho a Nietzsche, que por entonces había renegado de Wagner y ya no estaba demasiado en sus cabales.

Algunos aficionados se cabrearon lo suyo cuando comprobaron que algunos papeles estaban confiados a actores y no a cantantes. Desde luego, la cuestión de voces está totalmente descuidada aquí. Pero se trataba de una elección: o voces o cómicos. Particularmente prefiero que el Caballero de Gracia lo interprete Angel de Andrés, con su sentido del humor y su eficacia, aunque, además, me hubiera gustado que cantase bien su vals. Pero la cosa no es tan grave. Más grave es que se canten mal todos los papeles de La tempranica excepto la protagonista.
LA
GRAN VÍA
(T. DE LA ZARZUELA,1983)
FOTO: ANTONIO DE BENITO


LA GRAN VÍA
(T. DE LA ZARZUELA,1983)
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA
Lo cierto es que esos dos caballeros que recorren Madrid, el de Gracia y el Paseante en corte, sostienen toda una obra rabiosamente divertida, llena de intención, que a veces no puede disimular las prisas con que ha sido montada - y aplazada - en caídas exasperantes de ritmo (esperemos que la pausa de tres semanas ayude a mejorarlo), casi sin cantantes - Angeles Chamorro, que canta El Elíseo, tiene muy poquita voz, aunque sí buen gusto y una lejana escuela -, y le dan a la zarzuela una dignidad in habitual en tanto bolo y tanta antología a la que estamos acostumbrados.

Creo que los medíos - limitados - puestos a disposición de Marsillach han sido bien administrados, aunque la primera de las piezas del programa merecía otro tratamiento más imaginativo y menos apresurado. Muy bien Ángel de Andrés y Alfonso del Real, cómicos, al frente de ese coro reforzado que, como los habituales del bolo operístico habitual en este local, al principio no tragaba ni a tiros la propuesta de Marsillach. Muy funcional y vistoso el vestuario de Carlos Cytrinowski, autor también de  una escenografía unas veces mejor que otras (mejor en el desfile - débacle final, una Gran Vía de hoy, que se va llenando de humos e histeria).

Una sorpresa agradable fue la eficaz dirección de orquesta de Urbano Ruiz Laorden al frente de la Sinfónica de Madrid. Esta función sólo pudieron verla los madrileños durante cuatro días - incluidos los de abono - o Tras el Rigoletto volverá para una tanda breve de representaciones. Los que deseen presenciar este espectáculo corren el peligro cierto de perderlo. No parece fácil que viaje a otras ciudades porque mover todo ese personal podía resultar por un pico desaconsejable. La solución, evidentemente, sería promocionar temporadas líricas locales adecuadas a la afición de cada centro.


SANTIAGO MARTIN BERMUDEZ
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Última actualización el Sábado, 15 de Mayo de 2010 16:26