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El ángel exterminador. Buñuel. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Martes, 20 de Febrero de 2018 08:51

EL ÁNGEL EXTERMINADOR
¿UN TRASVASE NECESARIO? 

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   FOTO: www.madridteatro.net

El anuncio de que el espectáculo estrella de la temporada del Teatro Español sería la adaptación para la escena de El ángel exterminador, una de las grandes películas de Luis Buñuel, ponía, a priori y más allá del atractivo de que el encargo recayera en Blanca Portillo, algunas interrogantes sobre la mesa: ¿Para qué? ¿Es necesario? La respuesta no podía ser otra que la de que dependía del objetivo de los promotores de la idea y de que, el resultado final, aportara algo nuevo al discurso del cineasta aragonés. En cuanto al objetivo, en el programa de mano Blanca Portillo, tras admitir que reproducir la película en el escenario era una tarea tan banal como imposible, anticipaba que su intención era mirar el presente a través de los ojos de Buñuel empleando las herramientas del teatro e indagar en qué medida los sucesos de la película nos afectan en el aquí y ahora de nuestro tiempo. Avalaba el proyecto el prestigio de la actriz y, al menos para mí, el excelente recuerdo de su puesta en escena de la adaptación teatral que Fernando Sansegungo, autor también de la que ahora nos ocupa, hizo del relato La avería, de Dürrenmatt.

En lo esencial, salvo algunas supresiones y añadidos de los que enseguida me ocuparé, la versión teatral sigue fielmente el guión de la película. Como en ella, un grupo de personas que acaba de asistir a una función de ópera acude a la mansión de un acaudalado matrimonio para celebrar una cena. El primer contratiempo al que se enfrentan es que el servicio doméstico ha abandonado sus puestos de trabajo sin previo aviso ni motivos que lo justifiquen. Y tampoco los hay para el segundo. Concluida la velada ni los anfitriones ni sus invitados pueden salir de la estancia en la que están reunidos, a pesar de que ningún obstáculo físico se lo impide.  Lo que sigue son las consecuencias que el encierro tiene en el comportamiento de los atrapados, cada vez más graves a medida que la situación se prolonga sin que se vislumbre el final. Recluidos en la jaula-salón concebido por el escenógrafo Roger Orra como un contenedor de cristal con cierto aire de monumento funerario, sus ocupantes van perdiendo la compostura y los buenos modales acaban siendo reemplazados por la desesperación y las más groseras de las conductas. Sus acciones son, al cabo, más propias de animales salvajes que de seres civilizados. Lamentablemente, no estoy en condiciones de asegurar que la fidelidad al argumento se da también en los diálogos. Imposible saber si Fernando Sansegundo ha respetado los que escribieron Buñuel y Luis Alcoriza o los ha modificado. De ello culpo a los micrófonos, esas prótesis ancladas a los rostros de los actores, que, a cambio de amplificar sus voces, las deforman y que, en ocasiones, como en ésta, resultan ininteligibles para buena parte de los espectadores. Sin embargo, algunas frases cogidas al vuelo me hacen pensar que hay una revisión del lenguaje orientada a actualizarle

En el trasvase de la pantalla al escenario, se ha perdido alguna escena. La más llamativa, aunque lógica, la última, en la que un rebaño de corderos, convocado por un doblar de campanas, entra en una iglesia. Otra, la del suicidio de los dos personajes que se atraen mutuamente. Mas importantes son los añadidos. Lo es, sin duda, el de la incorporación al reparto de un personaje nuevo, cuya presencia es coherente con la intención expresada por Blanca Portillo de traer la obra a la actualidad. Me refiero a la tejedora que se instala en el patio de butacas y ocupa una localidad dispuesta de espaldas al escenario. Su función en el espectáculo es, además de hacer punto, la de poner en solfa la egoísta respuesta de la clase alta actual a algunos de los graves problemas que afectan a nuestra sociedad, lo cual relega a un segundo plano, aunque no las elimina, las diversas interpretaciones que se han hecho de tan enigmática obra a lo largo del medio siglo transcurrido desde su estreno. Sigue latiendo el espíritu surrealista del creador, no se cierran del todo las puertas a las lecturas políticas, sociales y religiosas que se han hecho y aunque atenuada, la claustrofóbica situación sigue creando angustia en el espectador. No estamos ante el mejor trabajo de Blanca Portillo como directora. Es posible que algo tenga que ver con haber asumido el reto de llevar a la escena algo cuyo mejor destino es seguir siendo un clásico del cine. A pesar de ello, en su puesta en escena hay cosas destacables. Siendo una obra coral, no hay altibajos en la interpretación, en la que pueden señalarse algunas actuaciones sobresalientes, como las de Francesca Piñón (Luchi), Cristina Plazas (Leticia) y María Alfonso Rosso (Eleonor). En cuanto al espacio escénico, desborda el escenario y se extiende por el patio de butacas, convirtiéndole en el exterior de la lujosa mansión. Al ser compartido por el público y los personajes que no están encerrados, se crea un curioso juego de contrastes entre la realidad y lo imaginado. Mientras para aquél la platea es el observatorio que le está reservado para seguir los acontecimientos que tienen lugar en el palco escénico, para éstos es un buen lugar para hacer conjeturas sobre lo que, por exigencias del guión, no les está permitido ver. Si algún reparo cabe formular a la invasión actoral de territorio ajeno, tiene que ver con la excesiva duración de las intervenciones, en especial las de la tejedora, pues, por un lado, distraen la atención de lo que verdaderamente importa y, por otro, rompen un ritmo mantenido a duras penas.

Resulta sorprendente el final del espectáculo, en el que el teatro entero se convierte en el interior de un inmenso templo. El suelo es cubierto por largas alfombras, un recargado retablo se alza en la boca del escenario y sobre las cabezas de los espectadores se balancea un botafumeiro suspendido del techo que, por sus proporciones, nada tiene que envidiar al de la catedral de Santiago. Todo esto para arropar el discurso de un alto representante de la iglesia que repite el que le dicta el agnóstico y burlón Buñuel. Esa escena está en la película, pero es más breve y menos aparatosa. Así, por ejemplo, un discreto incensario en manos de un clérigo cumple la misma función que el humeante botafumeiro. No puedo negar que la escena impacta y que, siendo la última, provoca una cascada de buscados y encendidos aplausos, pero la sola sospecha, ojalá que infundada, de que ese derroche escenográfico, ese tirar la casa por la ventana, es solo una etiqueta para certifica que estamos ante una gran producción, me incomoda. 

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  FOTO: www.madridteatro.net

Título: El ángel exterminador (película)
Versión: Fernando Sansegundo
Escenografía: Roger Orra
Diseño de vestuario: Marco Hernández
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Diseño de sonido: Mariano García
Fotografías y cartel: Sergio Parra
Producción: Teatro Español
Lucha escénica: Kike Inchausti
Coreografía: Vero Cendoya
Ayudante de dirección: Carlos Martínez-Abarca
Ayudante de iluminación: David Hortelano
Ayudante de vestuario: María Arroniz
Ayudante de escenografía: Olga López
Ayudante de sonido: Manuel Solís
Construcción de escenografía: Neo Decorados
Realización de vestuario: Petra Porter
Coro de Voces Graves de Madrid
Música Violonchelo: Adaptación del Dúo para violonchelo y piano de J.A. Simarro
Intérpretes (por orden alfabético): Hugo Alcaide (Nino-Cadete),  Juan Calot (Sergi Rossel y Oficial),  Inma Cuevas (Juana),  Daniel Muriel (Álvaro),  Abdelatif Hwidar (Pablo), Ramón Ibarra (Edmundo), Alberto Jiménez (Cristian),  Juanma Lara (Raúl), Víctor Massan (Julio),  Anabel Maurín (Camila),  Manuel Moya (Lucas y José Mari), Alfredo Noval (Fran),  Alex O'Dogherty (Carlos),  Francesca Piñón (Luchi),  Cristina Plazas (Leticia),  Camilo Rodriguez (Señor voluntarioso y Monseñor) Irene Rouco (Svetlana), Mar Sodupe (Rita),  Mª Alfonsa Rosso (Eleonora), Raquel Varela (Tejedora)
Dirección: Blanca Portillo
Duración: 2 horas (aprox.) (Sin intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro Español (Sala Principal), 18 - I - 2018

Más información
     El ángel exterminador. Buñuel - Portillo
     El ángel exterminador. Buñuel - Portillo. Entrevista
JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

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Última actualización el Martes, 20 de Febrero de 2018 09:18
 
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