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El príncipe y la corista. Rattigan-Castro. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por José R. Díaz Sande   
Domingo, 30 de Julio de 2017 10:56

EL PRÍNCIPE Y LA CORISTA
NO PISOTEARÁS LA TIERRA

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  BRAYS EFE, MARTA FDZ. MURO, LLUVIA ROJO, JAVIVI GIL VALLE, BRUNO LASTRA
FOTO: www.madridteatro.net

En 1953 se estrenaba en el Phoenix Theatre de Londres The Sleeping Prince (El Príncipe durmiente) de Terence Rattigan con  Lawrence Olivier (Regente) y Vivien Leigh (Mary). En 1956 llegaba a Broadway, y en 1957 a España de la mano de Enrique Diosdado y Mary Carrillo, una vez aparecida, en ese año, la versión cinematográfica dirigida por el propio Laurence Olivier, que casi se había adueñado del texto teatral, con Marilyn Monroe como Mary. La productora era de Marilyn. En las Memorias de Laurence Olivier se narran la venturas y desventuras del rodaje y su enfrentamiento con Marilyn (CLIKEAR). La consecuencia de aquel rodaje es que Marilyn creó un personaje admirable, lo cual lo descubrió Laurence 15 años más tarde en una revisión de la película. Para la mayoría de los espectadores de mi generación, Mary fue Marilyn y todo intento de suplantarla en los escenarios se convirtió en un desafío. Eran inevitables las injustas comparaciones.

En 2002 Francisco Vidal se atrevía a subirla al escenario del Teatro Muñoz Seca con un elegante Emilio Gutiérrez Caba como Regente y María Adánez, por primera vez como protagonista en teatro, como Mary. En aquella época María declaraba: "Me siento muy a gusto en la piel de la protagonista que consigue revolucionar todo un mundo a través de su inocencia". La obra se mantuvo en cartel durante tres meses y luego gira. La crítica no se ocupó mucho de ella, no tanto por una visión negativa, sino, tal vez, por considerarla un producto comercial más.

Ahora, en 2017, la tentación de subirla al escenario se ha presentado de nuevo, y Pilar Castro ha caído en ella, y la ha dirigido. Es su primera dirección, ya que Pilar ha desarrollado su carrera, profusamente y con gran acierto, en el mundo de la interpretación en cine, televisión y teatro. Sobre ella han recaído bastantes premios y nominaciones. Personalmente me llamó poderosamente la atención su interpretación en Invencible de Torben Betts y dirección de Daniel Veronese, donde interpreta a una mujer de clase obrera en una sátira social contada a través dos parejas: Maribel Verdú -Jorge Bosch y Pilar Castro-Jorge Calvo.

Desde que Laurence Olivier la retituló como El Príncipe y la Corista en la versión cinematográfica, este título dominó en las versiones teatrales en vez de El príncipe durmiente. La versión de Daniel Castro mantiene el de El Príncipe y la Corista. El cambio de título marca el acento de la comedia. No lo puedo asegurar, pero el enfatizar lo de la Corista, posiblemente tuvo algo de marketing, subrayar el protagonismo de Marilyn Monroe (al fin y al cabo la productora era suya), y poner de relieve la relación erótico-sentimental del Regente y la Corista. Entre bastidores no se ocultaba cierta morbosidad al juntar al gran actor Laurence Olivier con la aprendiz a actriz, injusto calificativo, Marilyn Monroe. También entre bastidores estaba la vida real de la pareja Arthur Miller, el dramaturgo intelectual por excelencia, y la menos intelectual Marilyn. Pareja a la que se denominó "El cerebro y el cuerpo". Por el contrario El príncipe durmiente, refleja, más bien, el letargo en el que está el Regente, tanto a nivel sentimental - vive de flirts con actrices - como político sin darse cuenta de la realidad sociopolítica de  su país. Así como el beso del Príncipe despierta a la Bella Durmiente a la vida, el beso de la Corista despierta al Bello Durmiente de toda su alienación amorosa y política.

Si nos atenemos a las críticas de su estreno en Madrid en 1957, con el título El Príncipe Durmiente, casi todas aludían a cierta superficialidad de la comedia con aires de opereta. Lo más valorado era el  brillante diálogo, la interpretación, la escenografía y el vestuario. Era una comedia que se dejaba ver, y el público salía satisfecho. Menos hincapié se hacía en su trasfondo sociopolítico y de crítica social.

Terence Rattigham había elaborado una comedia-crítica tan sutil que, tal vez, esa sutilidad enmascarara una cierta denuncia: la del venderse al mejor postor por parte de los poderes gubernamentales. Si olvidamos por un momento a la corista, nos encontramos que el infantilizado Rey Nicolás, que aún no ha llegado a la mayoría de edad, su dictatorial padre el Regente y su despistada madrastra la Gran Duquesa son los gobernantes de un pequeño reino absolutista - Carpatia en el original y en la película, pero Eslavia en la versión española de Víctor Ruiz Iriarte en 1957 - con ribetes de tiranía, pero, a pesar de esas menudencias, son invitados a la Coronación de la Reina de Inglaterra Isabel II (2 de junio de 1953). El gobierno británico pasa por alto el dudoso gobierno en Carpatia y los invita, porque conoce la importancia del pequeño reino en el juego político europeo y quiere tener el favor de su futuro soberano el Rey Nicolás. Terence estrenaba la obra en 1953. Hay que pensar que el autor no era muy inocente y, de alguna manera, planteaba una crítica a los gobiernos que buscan exclusivamente sus intereses y al revoltijo de una Europa, con las huellas de la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto en período de ajuste.

Paralelamente surge la historia de la corista Mary, en principio un erótico e impactante caprichito del Regente para una noche, que va a cambiar la trayectoria de Carpatia y de sus habitantes. No conviene destripar la obra, pero sí detenernos en que Terence Rattinghan enfrenta dos realidades: la de la monarquía y poderosos que viven para sus intereses, y la del ciudadano de a pie, Mary, que vive el presente con sus inclemencias, así como posee la capacidad de comprensión humana, tanto para una población subyugada como para el porvenir del futuro Rey Nicolás. En el fondo viene a ser como un hada madrina.

Nos encontramos, pues, ante una obra denuncia, pero entregada con humor y cierta dosis de frivolidad que la convierten en una sátira social. Tal vez esta pátina de ligereza, es la causante de que los críticos del estreno, tanto de la versión teatral como cinematográfica, la hayan considerado una obra menor y de mero entretenimiento.

Dicho esto el público de la época, sí la aceptó con agrado, en general, y no es para menos. Terence construye una estructura dramática muy inteligente en el que no hay un momento de tedio, mediante un ritmo argumental diverso y alterno que lleva al espectador de sorpresa en sorpresa si no conoce la obra. A ello se unen  unos diálogos ingeniosos, ácidos, a veces, que pasan revista a una Europa tambaleante, y, con cierta misericordia, nos presenta a unos personajes llenos de limitaciones humanas y también virtudes. No se ensaña con ninguno de ellos, sino que los trata con cariño y humor. Ello permite que  el público abogue por todos. 

El otro elemento que nos atrae es el diseño de cada uno de los personajes, bajo el  prisma del humor. Están muy bien trazados literariamente y llenos de contrastes, lo cual es un "bocato di cardinale" para cualquier actor, pero, al mismo tiempo, supone una serie de dificultades interpretativas: hay que crear visualmente y vocalmente los personajes, dejando de lado, más que nunca, la personalidad propia del actor. Este es un desafío para actores y para el director. Por otro lado,  al situarse la obra en el límite de la comedia y la farsa, con cierto toque de naturalidad, lo farsesco no puede ahogar la credibilidad de los personajes que pasan de la comicidad a la ternura.

La versión de Daniel Castro se ha ajustado, imagino, a lo que una producción actual puede soportar. Los 12 personajes del original se han reducido a 5, los protagonistas de la acción: Lluvia Rojo (Mary Morgan), Javivi Gil Valle (Príncipe Regente), Marta Fdez. Muro (Reina Madre), Brays Efe (Rey Nicolás) y Bruno Lastra (Peter Northbrook, el atribulado diplomático)  Indudablemente ello ha supuesto eliminar diálogos o trasladar textos a otros personajes. La realidad, según Javivi Gil Valle, es que, "Pilar Castro y los actores hemos ido recortando esa versión, transformándola y haciendo aportaciones de texto y de letra, para encontrar esos puntos de humor, esos "gags", que Pilar Castro deseaba. Allí estamos los actores colaborando en esos puntos de humor, que no se limitan a la actuación, sino que, en mi caso concreto, he escrito algunos trozos para darle esa dimensión que me pedía Pilar (CLIKEAR)". Si esto es así hay que reconocer que la versión literaria, nacida de la colectividad, es coherente y posee frescura. Es más, los diálogos nuevos están bien empastados con los del original.  La ausencia de los otros personajes (aristócratas, doncellas y lacayos) no se echan de menos. A lo más podrían dar más suntuosidad externa a la narración.

Como he dicho anteriormente la dificultad está en la construcción de los personajes, y, en líneas generales, es posible afirmar que todos lo consiguen. Pilar Castro ha optado por un trazado cómico, en todos, con cierto aroma esperpéntico, más que por una línea de elegancia inglesa palaciega, propia de otras puestas en escena. También se ha huido, acertadamente, de reproducir copias de otras versiones, sobre todo de la película, que es la tentación mayor. Si algo tiene de bueno, es que se trata de una versión personal. Gracias a esto, desde casi el inicio, dejamos de lado las comparaciones, siempre ingratas. El romper con otras puestas en escena comienza ya al haber elegido como Regente a Javivi Gil Valle, alejado físicamente del edulcorado y elegante Regente al que nos acostumbró Laurence Olivier. Nos lo acerca más a la tierra y construye un personaje propio, concorde con sus cambios de humor y su primitivas reacciones. Javivi posee una comicidad innata que aprovecha para darle mayor primitivismo a su personaje, y que sabe compaginar con cierto romanticismo del final. Lluvia Rojo interpreta a la corista Mary. En el espectador de mi generación, no en los actuales, viene inevitablemente la comparación con la Mary-Marilyn de la película. Esta se disipa una vez que la clave elegida es crear el personaje alejado de aquellos cánones. Poco a poco entramos en un nuevo tipo de interpretación que convence, al traerla a un terreno más coloquial y natural. Marta Fdz Muro es la Gran Duquesa de Carpatia. Marta, una de las musas de los ochenta en las películas de Almodóvar, posee una cualidad innata cómica que le lleva a encarnar personajes con cierto elegante despiste y que navegan por otros mundos. Aquí le viene como anillo al dedo. Nos hace aflorar la sonrisa y nos sentimos a gusto con su personaje. Tiene algo de los personajes de Enrique Jardiel Poncela. Brays Efe encarna al futuro Rey Nicolás. No es un personaje fácil ya que nos encontramos con un adolescente concienciado con la justicia social y al mismo tiempo dominado por el juego de los adolescentes. Es una extraña mezcla de responsabilidad autoritaria e infantilismo, que no se acaba de integrar del todo en la interpretación trazada. Bruno Lastra es el atribulado diplomático, de corte italiano, Peter Northbrook. Resulta fabulosa su interpretación tanto en comicidad como en la construcción del personaje, así como en su aspecto idiomático. Bruno posee la habilidad de combinar esperpento y naturalidad, hasta el punto de hacer muy creíble a su personaje y desparecer bajo esta fantástica máscara que ha creado.

Pilar Castro consigue una dirección dinámica y con ritmo, que hace aflorar la continua sonrisa en el espectador.

La escenografía de Beatriz San Juan olvida la construcción volumétrica para lanzarse al juego de gigantescos cortinajes - apta para la gira - que proporcionan suntuosidad y, de alguna manera, cierto juego de teatralidad como si la obra nos la contaran entre telones. El vestuario, también de Beatriz San Juan, muestra un gusto exquisito, puesto de manifiesto en el personaje de la Gran Duquesa.

Dicho todo esto y recordando que la trama de denuncia política puede quedar empalidecida, Pilar la ha intentado marcar, al ofrecer al Regente un parlamento de cara al público, rompiendo la cuarta pared. Es un intento.

En los tiempos que corren, marcados por su  punto de agresividad verbal y bélica, El Príncipe y la Corista nos resulta un cuento poco creíble. Una utopía, en el fondo. Lo que sucede es que Terence Rattigan ha preferido mostrarnos los desastres sociales bajo el género del cuento, y, como es proverbial, en los cuentos todo acaba bien porque, siempre, existe la varitas mágica, que en este caso se llama Mary Morgan. Lo peor es que cuando despertamos nos encontramos con la realidad y los desastres están ahí en espera de otra Mary Morgan que nos recuerde que somos humanos y no lobos contra lobos. Nos invita a pisar tierra, pero no a pisotearla.
   

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  LLUVIA ROJO / JAVIVIVI GIL VALLE
FOTO: www.madridteatro.net

Título: El Príncipe y la Corista
Autor: Terence Rattigan
Versión: Daniel Castro
Escenografía y vestuario: Beatriz Sanjuan
Diseño de iluminación: Valentín Álvarez
Ayudante de dirección: Luis Andrés
Producción: David Carrón,  David Martos, Fernando de Luis-Orueta, Laura Seoane
Un espectáculo de La Tropa Produce
Intérpretes: Lluvia Rojo (Mary Morgan), Javivi Gil Valle (Príncipe Regente), Marta Fdez. Muro (Reina Madre), Brays Efe (Rey Nicolás) y Bruno Lastra (Peter Northbrook) 
Dirección:
 Pilar Castro
Duración aprox: 90 minutos
Estreno en Madrid:
 Teatro Cofidis Alcázar,  29 - VI - 2017 

 

 

Más información
     El príncipe y la corista. T. Rattigan. P. Castro

José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 

 

 

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Última actualización el Domingo, 30 de Julio de 2017 11:37
 
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