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Desgarros de Arrabal. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Miguel Medina Vicario   
Martes, 29 de Septiembre de 2015 07:58

 

resema 1983145 b  
RESEÑA, 1983
NUM, 145, pp. 21-22 
 

 

EL ARQUITECTO Y EL EMPERADOR DE ASIRIA

EL REY DE SODOMA

DESGARROS DE ARRABAL

Eran años de afán por recuperar autores imposibles en la época franquista por aquello de la censura. Uno de los autores relegados fue Fernando Arrabal.  Se rescato en 1983 con El rey de Sodoma en el Centro Dramático Nacional, dirigido por Miguel Narros. Por otra parte El arquitecto y el emperador de Asiria, estrenado por Marsillach y prohibido por el propio Arrabal, volvió en ese 1983 con el Grupo CarteciEn la revista Reseña, Miguel Medina Vicario (crítico  de Reseña) analiza el fenómeno Arrabal y estos dos títulos mencionados. 

INSTITUCIONALIZAR LA MARGINACION

De históricas carencias se forjaron buena parte de nuestros ingenios creativos: no fuera na­cido Lázaro de Tormesen una España de opulencia; tierras menos míseras que las castellanas en modo alguno hubieran consentido la caballerosa enajenación de Don Quijote; sólo cuando Goya se decide a plasmar sus "apariciones" - a ser auténticamente Goya - logra concretar toda la agoníapatria; Esperpento es quizála parábola última de una sociedad en permanente decadencia.

  arrabal b
  FERNANDO ARRABAL
FOTO: ARCHIVO

De auténticas o puestas carencias, tam­bién, nace y se amplía él,digamos, acciden­te, Arrabal. Carencias personales: infancia y juventud atormentadas por ausencias pater­nas. Carencias externas: censura, persecu­ción,huidas y regresos clandestinos. Los verdugos perfilan mártires y las dictaduras rezuman mitos. Ni todos losrtires ni to­dos los mitos han merecido, con sospecho­sa frecuencia, el brillo que las circunstan­cias - ajenas a sus ritos - les concedie­ron. Arrabal entró en Europa (Continente que soporta cualquier contenido) por el amargo camino del exilio, del intelectual marginado, y nosotros nos quedamos en el prólogo de su creación: aquellas Fando y Lis, El triciclo, breves gotas de una ingenuidad cruel y ciertamente prometedora. Luego se­a el "Pánico", el Surrealismo informal,el absurdo particular, Kafka. El dramaturgo, desde entonces, se plasmó como ausente alegoa revestida de contradicciones, éxi­tos y despropósitos impíos.

Y como algo va aprendiendo - dudo mu­cho que sea lo mejor - la sociedad española de la europea, no hay razón va, al parecer, para no jugar aquíal cortesano coqueteo de la hipocresía progresista (siempre can mas fondo, claro, de lo primero que de lo segun­do.) Si Francia supo conjugar la prohibición momentánea, el escándalo permanente y la chunga mediterránea, España hay no pue­de ni quiere ser menos. Como la guitarra del mesón de Machado, Arrabal dice pisar trreno de nadie (que por desgracia para to­dos siempre termina siendo de los mismos) y hoy jota, mañana petenera. Carta al Gene­ral Franco, manifiesto no menos sangrante a los comunistas españoles, oraciones a contrapelo con los espantados anarquistas y la traca final por el momento: conversaciones privadas con una virgencita empeñada con santa razón en que don Fernando fue­ra premio Nadal, como ejemplo de creador libertario, místico, rojo azul y conocedor de sublimes verdades cósmicas. Todo ello para que nadie se moleste demasiado ni se ilu­sione en exceso. Está bien.

EL ARQUITECTO Y EL EMPERADOR DE ASIRIA

Escrita en 1966, sirve de puente entre la etapa denominada "teatro del yo y el mun­do" y la siguiente, la actual, "teatro del yo en el mundo". Mágico trueque de concep­tos que puede no significar demasiado, pero que también - de ahí su dulce encanto - po­dría encerrar casi todo. Hay que decir que Arrabal logra superar etapas, cambiar de "estilos" sin que sus incólumes pilares creativos sufran modificación alguna: sexo, violencia, religión, dictadura, en todas sus variantes y posibles formulaciones.

Los dos personajes de El arquitecto... son situados en una isla desierta, que viene a ser el mundo imaginativo del autor, y rá­pidamente se establece entre ellos la dia­léctica opresor-oprimido por medio de un absurdo donde todo es posible en un desorden de pesadilla. Homosexualidad­-incesto-masturbación; blasfemia-rito-mito; asesinato-parricidio-antropofagia. El impul­so de dominación lleva - conlleva - a todo esto y sobre ello vuelve, se revuelve y se di­ría que jamás acaba. Arrabal lanza un to­rrente de pretendidas provocaciones, de in­sultos a lo instituido, alucinaciones y sentencias profanas que en 1966 pudieron sig­nificar el escándalo masivo, pero que al es­pectador de hoy y de aquí suenan a torpes groserías sin sentido. A partir de ahí, del es­cepticismo receptivo, el intento del autor se hace estéril, porque lo que Arrabal no logre por el camino del espanto no encontrará otro espacio de interés. El tremendismo - y no sólo en el espectáculo taurino - es ele­mento sazonador (adjetivo) pero nunca sus­titutivo de la verdadera faena artística (sus­tantiva). El arquitecto... como todo lo que termina siendo meramente coyuntural, se quedó en aquel tiempo (1976) elegido por Marsillach y Prada, y cuya inteligente inter­pretación fue malograda por el mismo autor al suspender las representaciones por cau­sas que todavía ignoramos.

El Grupo CARTECI, procedente de Vene­zuela y afinado en Mijas como taller perma­nente de investigación teatral (de lejos les tuvo que llegar la pedagogía a los andalu­ces), se empeña en una puesta en escena acrítica; es decir, sujeta al texto original. Dentro de un espacio escenogfico sufi­ciente, los dos actores, Miguel Ponce y Fe­derico Castillo, se entregan con fe y discuti­ble técnica a un laberinto agotador que ter­mina mermando sus capacidades creativas. El juego escatológico o simple macabrada, se convierte en un sofocante maratón de gestos ampulosos, transformaciones me­diocres, sexo, parricidios, incestos. blasfe­mias, ritos negros. Varias pueden ser las lecturas de este desmelenamiento pero nin­guna de ellas resultaría fluida ni conmovedora. El espectador, distante siempre, "su­fre" una representación alucinada, fruto de una mente torturada y lastimosa. La inten­ción del montaje debió ser otra sin duda. Todo queda, en el mejor de los casos, en la añoranza de aquellos estrenos independien­tes donde los Colegios Mayores se conver­tían en improvisados Centros Dramáticos, inundados por un público joven e incondi­cional que ya no existe. La desaparición de aquellas entregadas masas puede que reste éxitos a Arrabal, pero amplía sin duda el ho­rizonte de nuestro teatro.

EL REY DE SODOMA

Sin alterar - eso nunca - el lenguaje ni re­negar de sus desvelos ideológicos, Arrabal se planta aquí en el terreno de la Revista. Nada ortodoxo, se entiende; aires de revista más bien; espectáculo apócrifo salpicado de pasitos de baile y alguna cancioncilla ca­chondona para aliviar. De nuevo el poder; redondeando traumas, el poder del sexo; re­matando fijaciones, el poder de la mujer - la madre. Edipo grave ya sin duda - sobre el hombre. Una mujer compuesta por: chorrito de pantera terrible, algunas gotas de monja y dos o tres rodajas de capitalista, que chu­lea con aparatoso descaro a unos cuantos prostitutos. Esquemas homosexuales, bise­xuales, transexuales, o mejor, todo junto para no perder ninguna posibilidad. Arrabal propone - es posible que sin gran convenci­miento - que la nueva religión debe basarse en el uso libertario del sexo; como visualiza­ción del estribillo rodea de símbolos fálicos la inocente imagen de una virgen (puede que no sea la suya, la del Nadal. La historia, simple y actualizada (escrita en 1979 con alusiones al presente: Rumasa, etcétera) discurre frívolamente y nos cuenta que el hombre es hoy un simple objeto mercantil y de placer. Romeo,hijo de un agricultor (que aparece en escena como dibujo de Doré) es utilizado, humillado y explotado por Salomé lo  que de todo lo malo tiene un poco) y has­ta termina aceptando perder su cualidad masculina. De la operación se libra gracias a la aparición de una hermana de la tal Sa­lomé, espejo de virtudes, lado opuesto de la "chula comercianta" y de la que se enamo­ra de inmediato. Parece que el hombre esta salvado, pero no; en el último momento, la relamida dama enseña unos colmillos dig­nos de Drácula y que son el signo evidente de que el pobre Romeo caerá de nuevo, sin remisión, en las garras del sexo contrario. Como el tono del espectáculo es revisteril, los "números" sueltos permiten todo tipo de lujos entre los que pueden enumerarse una tonadilla dedicada al único testículo de Hitler y la aparición de una monja (descol­gada en floreado ascensor que desprende rayos celestiales) empeñada en lograr los varoniles servicios de Romeo para regocijo sexual de su orden.

A diferencia de El arquitecto.... el trabajo escénico realizado en este Rey de Sodomamerece atención aparte. La escenografía de Andrea d'Odorico resulta imaginativa, de un atractivo surrealismo donde la luz. los símbolos y el color forman un conjunto agradable y apropiado; los actores se mue­ven cómodamente. Miguel Narros ha reali­zado una dirección minuciosa, aprovechan­do los menores apuntes para lograr un ritmo gratificante y justo. Tanto Jose Luis Pellice­na como Yolanda Farr se desdoblan en dife­rentes tipos, cantan y se esfuerzan con éxito en superar la sinuosidad que el autor conce­de a los personajes.

Acordar, al fin,que el chato texto de Arrabal (sal gorda que se diría) es mimado y elevado hasta ellímite de sus posibilidades, viene a evidenciar que el Centro Dramático Nacional, en sus esfuerzos por mostrar una programación importante, está logrando con toda honestidad lo contrario

Título: El arquitecto y el emperador de Asiria 
Autor: F. Arrabal
Dirección: Miguel Ponce
Acto­res: Miguel Ponce, Federico Castillo
Grupo CAR­TECI.
Estreno en Madrid: Teatro Martín, 1983

 

Título: El rey de Sodoma
Autor: F. Arrabal
Di­rección: Miguel Narros
Actores: José Luis Pellice­na, Yolanda Farr
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero. CDN, 1983

 
Más información 
   El arquitecto y el emperador de Asiria. Entrevista 

MIGUEL MEDINA VICARIO

copyrigth©medinavicario

 

 

 

 


Centro Dramático Nacional
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RENFE: Recoletos
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Pz de Colón, Pza del Rey.
Tf. :91 310 29 49

 

 

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TEATRO MARTÍN
c/ Santa Brígida, 3
28004 - Madrid

 

 

 

 

 

 

Última actualización el Martes, 29 de Septiembre de 2015 11:34
 
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