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La Casa de Bernarda Alba. Tribueñe. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Sábado, 29 de Marzo de 2014 12:26

LA CASA DE BERNARDA ALBA
LAS PALABRAS DE FEDERICO ARROPADAS CON IMÁGENES

   martirio y adela B
  FOTO: SALA TRIBUEÑE 

Cuando la estaba escribiendo, García Lorca se refirió a La casa de Bernarda Alba como un drama de la sexualidad andaluza y comentaba a sus allegados que todo era realismo puro sin una gota de poesía. También que su pretensión era que la obra tuviera severidad y sencillez. Quienes tuvieron acceso al texto todavía sin concluir coincidían en que se trataba de teatro puro, sobrio y escueto o, dicho de otro modo, sin excesos literarios ni nada que pudiera parecer superfluo. Publicada la obra, los estudiosos teatrales confirmarían tales extremos.  Es de suponer que a ellos se ajustaron las primera puestas en escena, la protagonizada por Margarita Xirgu en 1945 en Buenos Aires y la primera hecha en España, que fue, en 1950, la del teatro de ensayo La Carátula. También los tuvo en cuenta Juan Antonio Bardem, que la dirigió en 1964 con un reparto encabezado por Cándida Losada y con escenografía de Antonio Saura. Aquella fue la primera vez que la vi representada. En mi memoria queda un escenario dominado por el blanco de las paredes y el negro del vestuario de las mujeres. Si había algún otro color, no lo recuerdo. Ni que hubiera ninguno de los detalles localistas citados en las acotaciones: cortinas de yute rematadas con madroños y volantes y cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. En cuanto a la interpretación, era acorde con la austeridad escenográfica.

Luego, vinieron otras muchas Casa de Bernarda Alba, tantas que se ha convertido en una de las obras más representadas de Lorca. Partiendo de la idea de que, en lo esencial, estamos ante el choque entre el principio de autoridad representado por Bernarda y, el de libertad, por sus hijas, muchas de las propuestas contienen otras lecturas sugeridas por quienes las han dirigido. Así, Ángel Facio convirtió la casa en un útero presidido por una hornacina ocupada por el actor Ismael Merlo haciendo de Bernarda. En otras ocasiones, todos los personajes eran hombres. A veces, la acción se ha situado en un campo de concentración o en una cárcel y no han faltado las que, en el vestuario, abundaban los uniformes militares. Hemos visto a las hijas encaramadas a un columpio o andar de rodillas como si estuvieran castigadas por la madre superiora o cumpliendo penitencia y, a Bernarda, cambiar el bastón por un látigo.

A ese amplio abanico de interpretaciones sociales y políticas o meramente estéticas, se suma la propuesta de Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica, ambos fundadores de la Sala Tribueñe, en la que han presentado espectáculos de gran calidad, entre ellos El jardín de los cerezos, dirigido e interpretado por ella, y Por los ojos de Raquel Meller, de la que él es autor y director. En dicha sala se dio a conocer en 2011 la Bernarda Alba que ahora se representa en el escenario del Español. En esta ocasión, no se persigue servirse de ella para sustentar con mayor o menor fundamento discursos ajenos al propuesto por Lorca. Antes al contrario, lo que se propone es una atenta relectura de la obra para rescatar aspectos esenciales presentes en el original, pero que suelen ser ignorados.

La línea maestra de este trabajo está apuntada en el programa de mano: “Hemos buscado la ruptura del naturalismo en favor de lo simbólico, acercándonos al planteamiento inicial del autor, que concibe la obra como documental fotográfico”. No es gratuita la referencia al documental fotográfico, pues el propio autor se refiere a ello en una nota que sigue a la lista de personajes. Lo que sucede es que no hay coincidencia en la interpretación de su significado. Seguramente, la más acertada es la de Ian Gibson, quien opina que la intención de Lorca era ofrecer una suerte de reportaje sobre la España Negra de aquellos años. Para otros, era la de conceder a las escenas el carácter de estampas en blanco y negro que subrayaran el realismo del texto. Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica lo han entendido de otra manera, a mi juicio equivocada. Soy consciente de que se trata de una opinión que pocos comparten. Con ocasión de su estreno en la sala Tribueñe llovieron los elogios, que hago míos en lo referente al trabajo de las actrices, a la cuidada dirección y a la belleza plástica del espectáculo. Mis reservas tienen que ver con lo que entiendo es una desviación de los presupuestos lorquianos y con algunos detalles de la puesta en escena.   

En el viaje hacia el simbolismo emprendido por los directores, al drama sustentado casi exclusivamente en las palabras de los personajes, han añadido, entremezclándolas con ellas e ilustrándolas, un vendaval de imágenes desgarradoras. La consecuencia es que se rompe la continuidad de los diálogos y, en consecuencia, el ritmo dramático.  El espectáculo deviene, en buena medida, en ceremonia, cuya estética se aleja de la que sugiere el texto. Abundan las referencias a la Andalucía profunda y trágica. Las encontramos en la música, omnipresente, que incluye saetas, el himno nacional y, cosa curiosa, un tango. A veces, remite a la habitual en los espectáculos de La Zaranda. Por otra parte, algunas coreografías y la presencia y uso de determinados objetos dan al espectáculo un marcado tono religioso. Sucede con la composición de grupos que reproducen pasos de los que se sacan en procesión por Semana Santa, pero sobre todo, con esa cruz de madera que es arrastrada a hombros como si su portadora se dirigiera al Calvario y que, puesta de pie, sirve de marco al tenso diálogo que Bernarda y La Poncia mantienen en la segunda parte. No me parece acertada la fragmentación del monólogo de la abuela María Josefa y tampoco que de fuera lleguen, en off, voces masculinas. Llama la atención, por último, que la casa de Bernarda, para el crítico y dramaturgo Eric Bentley verdadera protagonista de la obra, tenga tan poca presencia escenográfica. Se reduce a unas recias puertas de madera que, movidas por las actrices, se suman a la acción y un conjunto de cuadros de santos suspendidos al fondo del escenario.

  martirio de martiri B
  FOTO: PRODUCTOPRA

Titulo: La Casa de Bernarda Alba
Autor: Federico García Lorca
Selección musical: Hugo Pérez de la Pica
Diseño de iluminación: Miguel Pérz Muñoz y Hugo Pérez de la Pica
Técnico de Luces: Miguel Pérez-Muñoz
Técnico de sonido: Nereida San Martín
Diseño de Escenografía y figurines: Hugo Pérez de la Pica
Elaboración de vestuario: Hugo Pérez de la Pica
Intérpretes: Carmen R. de la Pica (Bernarda),  Chelo Vivares (Poncia), Badia Albayati / Natalia de Azcárate (Adela),  Alejandra Navarro (Angustias), Matilde Juárez (Martirio),  Rocío Osuna (Magdalena),Irene Polo (Amelia), Irina Kouberskaya / Pastora Prada (Mª Josefa),  Mª Luisa Gª Budí (Criada), Enriqueta Sancho (Vecina) Dirección y puesta en escena: Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica
Reestreno en Madrid: Teatro Español, 6 - III - 2014

 
 

JERÓNIMO LÓPEZ MOZOC
opyright©lópezmozo



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Última actualización el Viernes, 20 de Junio de 2014 11:18
 
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