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YERMA
REGRESO DE LA MANO DE MIGUEL NARROS
TRES LUSTROS DESPUÉS
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MARCIAL ÁLVAREZ / SILVIA MARSÓ
FOTO: LUIS MALIBRÁN |
Durante los años del franquismo, el teatro de García Lorca fue fruta prohibida. Sus obras llegaban con cuentagotas a nuestros escenarios. Yerma no fue una excepción. En los sesenta la puso en escena Luis Escobar, que tenía bula para coquetear con la censura, con Aurora Bautista de protagonista. Siguió un largo silencio, que concluyó en 1971, cuando Nuria Espert la recuperó y encargó la dirección al argentino Víctor García, que entonces rompía moldes y triunfaba en París. Fue aquel un espectáculo que causó admiración por la lectura que hizo del texto y, sobre todo, por la atrevida escenografía, consistente en una lona elástica, que, movida por un complejo sistema de poleas, convertía el escenario en una especie de montaña por cuyas laderas se desplazaban, asidos a argollas, los actores. Nada que ver con lo imaginado por Lorca ni con los montajes de Margarita Xirgu, que la estrenó en 1934, y el citado de Luis Escobar. De la mano de Víctor García y de la Espert, Yerma adquirió una relevancia que tuvo eco más allá de nuestras fronteras Quedó aquel espectáculo como un hito vanguardista del teatro español de los años setenta del pasado siglo.
En la rueda de prensa previa a la presentación del espectáculo en Madrid se habló de esas puestas en escena y bastante menos de la que el propio Narros dirigió en 1997 por encargo del Centro Andaluz de Teatro. Las diferencias entre aquella y esta son mínimas. Se diría que no ha pasado el tiempo entre ambas. Algunas cosas se repiten. Entre ellas, la presencia de la música que compuso Enrique Morente. Hay, eso sí, una nueva escenografía diseñada por Mónica Boromello, pero la atmósfera que recrea no varía de la que entonces firmó Juan Ruesga. Bien se puede decir que, en lo esencial, esta función es un calco de la otra, de modo que la crítica de entonces puede repetirse ahora casi al pie de la letra. Decía en ella que no había nada que objetar a un montaje desnudo en el que la presencia de la tierra y el agua, como símbolos telúricos, eran los elementos plásticos más significativos. Lo que no aprobaba era el regreso al ámbito local en el que Lorca había encontrado el argumento para su tragedia. Narros respetó escrupulosamente el texto y las acotaciones y tuvo en cuenta algunas ideas expresadas por el propio Lorca sobre cómo quería que se representara. Pero al subrayar de forma notoria que la acción tiene lugar en Andalucía, convertía la tragedia de la mujer esteril –tapadera, decía, de otras tragedias más profundas - en poco más que un drama rural. El resultado fue una estampa andaluza teñida de un folclorismo tópico, con algunos chispazos que dejaban constancia del reconocido talento de Narros. Yo creía que aquel montaje cortaba las alas a una obra de alto vuelo. Hoy no estoy tan seguro de que fuera así. Sin negar su calidad literaria y su magnífica estructura dramática, entiendo que Yerma queda lejos de La casa de Bernanda Alba, por citar otra obra incluida en las de ambiente rural de nuestro autor. El trabajo de Narros, aunque no sea esa su intención, pone Yerma en el lugar justo que le corresponde en la producción dramática del escritor granadino. Eso explica que no haya tenido una vida escénica comparable a la de La casa de Bernarda, que, en cambio, ha inspirado una pluralidad de lecturas que avalan la dimensión universal y vigencia del tema que plantea.
Las mayores diferencias entre las Yermas de Narros se dan en la interpretación, debido a las muy diferentes características de los respectivos repartos. Si entonces se trataba de un elenco formado con actores procedentes de la comunidad andaluza, algunos jóvenes y bisoños, el de ahora es más plural en su composición y cuenta con una protagonista de la talla de Silvia Marsó. Ha desaparecido el acento andaluz con el que se expresaban, pero se conserva cierto aroma costumbrista que rebaja el carácter trágico de los personajes. Añádase que no hay matices en su construcción. En general, son individuos de una pieza, más dados al grito que a la contención. La sorpresa la depara Silvia Marsó, tan distinta de sus ilustres predecesoras por su aparente fragilidad física y la dulzura de su rostro. Su calidad de actriz supera esos inconvenientes, suponiendo que los sean. Su Yerma conmueve cuando expresa, a un tiempo, sus ansias por ser madre y el sufrimiento al ver que no se cumplen; y se agiganta cuando, al adquirir conciencia de su fracaso y luego de renunciar a unirse con Víctor, clama contra el esposo culpable y la sociedad que ampara su conducta.
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| FOTO: LUIS MALIBRÁN |
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Título: Yerma
Autor: Federico García Lorca
Música: Enrique Morente
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Vestuario: Almudena Rodríguez
Coreografía: Marta Gómez
Fotografía: Luis Malibrán
Coproducción: Centro Dramático Nacional y Producciones Faraute.
Ayudante de dirección: Luis Luque
Intérpretes (por orden alfabético): Marcial Álvarez (Juan), María Álvarez (Vieja pagana), Rocío Calvo (Cuñada 1), Asunción Díaz Alcuaz (Cuñada 2), Antonio Escribano (Hombre 2), Emilio Gómez ( Hombre 1), Iván Hermes (Víctor/Máscara macho), Eva Marciel (María/Lavandera 1), Silvia Marsó (Yerma), Mona Martínez (Lavandera 4/Muchacha 2), Paloma Montero (Lavandera 6/Muchacha 21), Soleá Morente (Lavandera 5/Hembra), Roser Pujol (Dolores), Teresa Quintero (Lavandra 2 y 3/Mujer).
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero, 11 - I -2013
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SILVIA MARSÓ / IVÁN HERMES
FOTO: LUIS MALIBRÁN |
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Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
Director: Ernesto Caballero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.
Tf. :91 310 29 49
ServiCaixa 902 33 22 11
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Día del Espectador: miércoles (50%)
Descuentos: Grupos. Tercrera Edad, Carnet Joven
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