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El tiempo y los Conway. J.P.de la Fuente- Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Eduardo Pérez Rasilla   
Miércoles, 01 de Febrero de 2012 20:43

EL TIEMPO Y LOS CONWAY

PULCRO Y APACIBLE

 

 
 LUISA MARTÍN
FOTO: PEREZDELAFUENTEPRODUCCIONES

La herida del tiempo fue el título que Luis Escobar escogió para esta comedia dramática  cuando la escenificó en el Teatro María Guerrero en 1942. El subrayado de una de las metáforas que sugiere la acción dramática sustituía a la referencia al apellido de la familia inglesa que encarnaba la historia. Priestley había estrenado El tiempo y los Conway en 1937, en plena guerra civil española y en vísperas de la segunda guerra mundial. Escobar la mostraba en una España que vivía los primeros años de la postguerra cuando buena parte de Europa estaba inmersa en la zozobra de la segunda guerra mundial. Escobar debió de encontrar en el texto de Priestley un ejemplo de pericia en la construcción dramática y en la confección de los personajes y una muestra de modernidad y buen gusto en la  presentación de un segmento social que, si bien era tratado con mirada censoria por parte del dramaturgo, su crítica podía atenuarse o, al menos, podía derivarse hacia territorios morales y no estrictamente sociales y menos aún políticos. Además, este texto de Priestley contaba con la ventaja de que podía inclinarse del lado de la psicología, tal como, por otro lado, había sugerido el propio dramaturgo,  quien se había interesado por la teoría del serialismo de J.W. Dunne. Tal vez por ello, en el segundo acto pone en boca de Alan una glosa del pensamiento de Dunne sobre la posibilidad de atisbar parcialmente el futuro mediante el sueño, lo que explica que la escritora en ciernes Kay, ensimismada, pueda asomarse a lo que acaso ocurra unos años más tarde y, desde una perspectiva dramatúrgica, justifique así la licencia que altera el orden cronológico de los actos segundo y tercero.   Esa posibilidad de admitir fracturas en la continuidad temporal –la herida del tiempo- debió de atraer a un Luis Escobar atento a lo que ocurría en los escenarios de otros países y deseoso de poder exportar algún producto teatral cosmopolita y moderno que no suscitara inconvenientes en la España de la dictadura.

 

Después,  el texto ha sido relativamente habitual en los repertorios, aunque no haya alcanzado la popularidad de Llama un inspector, y ha conocido algunas escenificaciones dignas de ser recordadas, como la que firmó Mario Gas en 1992 (Véase Reseña 229). Ahora Pérez de la Fuente vuelve a llevarlo a los escenarios en un montaje que se ajusta plenamente  a su personalidad y a sus cualidades como director. Todo se hace con limpieza, con oficio y con buen gusto. Pérez de la Fuente recrea con solvencia esa atmósfera delicada en la que vive la familia Conway, maneja con finura los aspectos humorísticos y apunta en los momentos más graves hacia la psicología y hacia la moral individuales.  La lectura contemporánea de la obra habría que buscarla en un genérico desasosiego que todos sentimos ante la  incertidumbre de un futuro inquietante. Pero se evita cualquier atisbo de crítica política o social, que, a mi entender,  cabe advertir en la obra de Piestley. El tiempo y los Conway también puede ser leída como una constatación amarga del fracaso de un proyecto solidario y pacifista que parecía esbozarse al término de la gran guerra, cuando los soldados regresaban a sus hogares y las gentes se disponían a vivir en un tiempo nuevo, después de haber aprendido la amarga lección de la Historia. El texto recoge explícitamente algunas de esas aspiraciones a una mayor justicia social – con referencias expresas al socialismo -,  a la inclusión profesional de la mujer o sencillamente a un mundo sin guerras. Por otra parte escuchamos también las voces de personajes muy similares a quienes han conducido al mundo a una crisis propiciada por el afán de lucro sin límites ni principios morales y por un desdén hacia la construcción colectiva de la sociedad. Y, con mayor evidencia, puede leerse como una crítica feroz a una clase social insensible y agostada, incapaz de asumir sus responsabilidades, cuya conducta, caprichosa y despótica, conducirá a la Humanidad a un nuevo desastre.

 

El trabajo que firma Pérez de la Fuente rehúye la reflexión histórica y prefiere poner el acento en lo individual y apuntar hacia la aleatoriedad imprevisible de los acontecimientos que depara el transcurso del tiempo. Es una elección, a mi modo de ver, discutible, pero coherente con el tratamiento que el director dispensa al espectáculo. La interpretación, el ritmo  o las condiciones plásticas de esta escenificación de El tiempo y los Conway, de muy aceptable factura en su conjunto, pese a que la labor de alguno de los actores chirríe un tanto,  van encaminadas en esa dirección y parecen lograr un resultado que funciona ante el espectador.  No pueden negarse al director cualidades como la sensibilidad o el cuidado de los detalles, ni tampoco su capacidad de trabajo y su compromiso con la tarea que acomete. Sin embargo, no logra evitar esa pátina de lo envejecido que se va depositando sobre la función a medida que esta va avanzando y que conduce a un desenlace que, acaso por exceso de prudencia, resulta un tanto cansino o endeble.

Además del buen gusto en la escenificación, nos quedamos con la interpretación que del papel de Kay realiza esa magnífica actriz que es  Nuria Gallardo, a quien hacía ya algún tiempo que no veía en los escenarios, o con el buen hacer de una actriz joven y llena de encanto, como es Ruth Salas, en el papel de Carol.

 

FOTO: PEREZDELFUENTEPRODUCCIONES

 

Título: El Tiempo y los Conway

Autor: John  B. Priestley

Versión: Luis Alberto de Cuena y Alicia Mariño

Escenografía: Juan Carlos Pérez de la Fuente

Versión: Luis Alberto de cuenca y Alicia Mariño

Vestuario: Javier Artiñano

Iluminación: José Manuel Guerra

Espacio sonoro: Luis Miguel Cobo

Ayudante de dirección: Esther Ríos

Ayudante de escenografía: Esperanza Sanabria

Producción ejecutiva: Rosario Calleja

Ayudantes de producción: Sara Martínez y Judit Vicente

Distribución y gerencia en gira: Kristina Rastrilla

Intérpretes:

Los Conway

Luisa Martín (La Señora Conway), Nuria Gallardo(Kay), Alejandro Tous (Alan), Juan Díaz (Robin), Chusa Barbero (Madge), Débora Izaguirre (Hazel), Ruth Salas (Carol),

Los Otros:

Alba Alonso (Joan Helford), Román Sánchez Gregory (Ernest Beevers), Toni Martínez (Gerald Thornton)

Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente

Estreno en Madrid: Teatros del Canal (Sala Roja), 18 - I- 2012

 
 FOTO: PEREZDELAFUENTEPRODUCIONES

 

 

Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla

 

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Última actualización el Jueves, 02 de Febrero de 2012 09:19
 
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