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Macbethladymacbeth. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Domingo, 04 de Abril de 2010 07:57

MACBETHLADYMACBETH
LA TRAGEDIA DE LOS MACBETH

[2008-06-30]

Macbeth es, por excelencia, la tragedia de la ambición.


MACBETHLADYMACBETH
La tragedia de los Macbeth

Título: MacbethLadymacbeth
Autor: William Shakespeare
Traducción: Esteve Miralles
Adaptación: Carles Alfaro y Esteve Miralles
Espacio escénico: Carles Alfaro y José Novoa
Iluminación: Carles Alfaro y Pedro Yagüe
Vestuario: María Araujo
Sonido: Roc Mateu
Banda sonora: José Antonio Gutiérrez
Audiovisuales: Álvaro Luna
Producción: Teatro Español
Figuración: Iván Gisbert, Alfonso Bayard. Máximo Esteban, Luis Garvayo y Sabih Montesinos
Intérpretes: Francesc Orella
(Macbeth, general del ejército del rey),
Adriana Ozores (Lady Macbeth),
Victor Valverde (Ducan, rey de Escocia),
Vicenta Ndongo (Sargento),
Carlos Heredia Macduff, noble escocés),
Andrés Herrera (Baquo,
general del ejército del rey),
Jorge Suquet (Malcom, hijo de Duncan),
David de Gea Fleande, hijo de Banquo)
Dirección: Carles Alfaro
Duración Aproximada: 2 horas
Estreno en Madrid:
Matadero Naves del Español,
3 – VI - 2008




ADRIANA OZORES/
FRANCESC ORELLA


Macbeth es, por excelencia, la tragedia de la ambición. No pocas sinopsis argumentales la resumen con éstas o parecidas palabras: Macbeth, estimulado por la profecía de las brujas e instigado por su esposa, asesina al rey Duncan para apoderarse de la corona. Pero la obra es más compleja y rica. La conducta de sus protagonistas admite muchas y variadas interpretaciones. En ello reside en buena medida la grandeza del texto y el interés de muchos directores por llevarlo a escena. Es, sin embargo, un reto que pocas veces se ve acompañado del éxito. Siendo una de las obras más representadas del repertorio universal, en pocas ocasiones proporciona un goce similar al que produce su lectura. No es el caso de esta producción del Teatro Español encomendada a Carles Alfaro.

El Macbeth que aquí se nos presenta es un ser consciente de que, para que se cumpla su destino, ha de traicionar y matar a Duncan, el ser del que ha recibido afecto y honores y al que, en justa correspondencia, sirve con lealtad. La conciencia de que no hay otro camino le atormenta tanto o más que el crimen en sí. Así, para Macbeth, el asesinato no solo debe despejar el acceso al trono sino, sobre todo, matar la pesadilla que le atormenta. De ahí que, en esta ocasión, el personaje se nos presente como un individuo frágil sumido en un mar de dudas del que le rescata la desmedida ambición y falta de escrúpulos de su esposa, aunque, superado el trance, sea él quien, ya sin el auxilio de la instigadora, se sumerja en otro mar, esta vez, de sangre.
FRANCESC ORELLA

Hay otra aportación interesante en este Macheth, que justifica plenamente el cambio de titulo añadiendo, al primitivo, el nombre de la protagonista femenina. Lo que se nos ofrece no es la tragedia de Macbeth, sino la de los Macbeth. Para Carles Alfaro y Esteve Miralles, el otro autor de la versión, ambos personajes son las dos caras de una misma moneda o, en palabras de Francesc Orella, que interpreta al protagonista, un monstruo de dos cabezas. Por eso, cuando ella muere y desaparece de escena, él se convierte en un ser al que se le ha amputado una parte importante de su cuerpo y cuanto sucede a partir de entonces parece un añadido innecesario. Ya no hay debate, sino monólogo de alguien desesperado que camina hacia su fin.

Ninguno de las dos interpretaciones, la del asesinato del sueño de Macbeth y la de la complementaridad de ambos personajes, son originales, pero pocas veces como ahora han sido trasladadas al escenario de forma tan explícita y acertada. Para ello, se ha prescindido de varios personajes. Entre los importantes, faltan las brujas, la esposa de Macduff, Donalbain, Stward, Seyton y algunos nobles escoceses. Con ellos, han desaparecido algunos episodios de carácter narrativo o contenido histórico. Lo que queda es un texto austero que refleja los anhelos, la confusión, los miedos, las dudas y la ambición que anidan en la monstruosa pareja y que muestra los lazos  que les unen. Sus palabras desvelan sus más íntimos pensamientos y nos llevan a sospechar que las brujas sólo existen en la mente de Macbeth. De ahí que sus voces nos lleguen a través de la de él. En la reescritura del original, se ha adjudicado parte del discurso de la esposa de Macduff a lady Macbeth, cuya presencia en escena ha sido prolongada hasta el final, “corrigiendo” lo decidido por el dramaturgo inglés.

Pocas veces como en la presente, la escenografía ha satisfecho las necesidades del espectáculo. Aprovechando las posibilidades que brinda el amplio espacio escénico de las naves del matadero, Alfaro ha situado la acción en una especie de fortaleza rematada, en un lateral, por una torreta o atalaya desde cuya plataforma no se alcanza a ver el paisaje exterior. Tan hundida en la tierra está la morada de los Macbeth que por su techo asoman las raíces desnudas de los árboles que la rodean. La escasa luz que alumbra el recinto no nos impide ver que el suelo es un barrizal cada vez más espeso alimentado por aguas putrefactas y regueros de sangre.

La oscuridad tiene en esta puesta en escena un enorme protagonismo. Los diálogos que discurren por las tinieblas parecen brotar del interior de los personajes. Se diría que lo que oímos no son sus conversaciones, sino sus pensamientos, sensación a la que contribuye la utilización de voces en off. Siendo esta la intención de Alfaro, también podría interpretarse la prevalencia de la palabra nítida sobre la imagen velada como el reconocimiento de lo afirmado a mediados del XIX por Thomas Campbell de que, en Macbeth, hay partes que es mejor leer que verlas en escena. Opinión que comparten no pocos especialistas en Shakespeare, referida no sólo a esta tragedia, sino también a Rey Lear.

Otro sólido pilar de este magnífico espectáculo es la interpretación, dominada por la sobriedad. Brillan Carlos Heredia y Victor Valverde en los papeles de Banquo y Duncan, respectivamente. Adriana Ozores supera con creces las dudas que pudiera suscitar su larga ausencia de los escenarios reclamada por la televisión. En cuanto a Francesc Orella, en la cumbre de su carrera, hace una interpretación de Macbeth rica en matices. Su recorrido desde la duda y el miedo hasta la sinrazón de su delirio final, pasando por el sometimiento a la férrea voluntad de su esposa, es toda una lección magistral.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo


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Última actualización el Sábado, 01 de Mayo de 2010 13:10
 
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