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Danny y Roberta. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Domingo, 07 de Febrero de 2010 07:49

DANNY Y ROBERTA
UNA DANZA APACHE

[2004-12-13]

MAITE JIMÉNEZ, FRANCESC GARCELÁN Y MARIANO DE PACO muestran a DANNY Y ROBERTA con la máxima crudeza y credibilidad.


DANNY Y ROBERTA

UNA DANZA APACHE

MAITE JIMÉNEZ, FRANCESC GARCELÁN Y
MARIANO DE PACO
MUESTRAN A DANNY Y ROBERTA
CON LA MÁXIMA CRUDEZA Y CREDIBILIDAD.


Fotos: Esther del Oro

Título: Danny y Roberta.
Autor: John Patrick Shanley.
Traducción: Enrique Arce.
Espacio escénico: Mariano de Paco Serrano.
Realización de escenografía: Mambo Decorados.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Sonido: Javier Almela.
Técnico iluminación y sonido: Antonio Serrano.
Vestuario: María José Cubillo.
Peluquería: Carmen Jiménez.
Música: Grupo Stormy: Javier Gómez (percusión), Susana Ruiz (cantante), Claudio H. (contrabajo), Mario Díaz (piano).
Banda sonora: Laura Demaría.
Movimiento: Xènia Sevillano.
Video: Belén Santos.
Fotografía: Esther del Oro.
Intérpretes: Maite Jiménez y Francesc Galceran.
Compañía: La Chácena.
Dirección: Mariano de Paco Serrano.
Ayudante de dirección: Xènia Sevillano.
Estreno en Madrid: Cuarta Pared, 2-XII-2004.

Un hombre y una mujer de mediana edad, Danny y Roberta, ocupan sendas mesas en un bar de mala muerte. Son los únicos clientes. Su aspecto cutre no desentona de ese escenario. Tampoco su lenguaje, soez y agresivo. Desde que oímos sus primeras palabras, que tardan en llegar, sabemos que estamos ante unos seres a la deriva. Lo que el autor nos cuenta en esta obra que toma para el título los nombres de sus protagonistas, es la breve historia de ese encuentro, que se inicia con desgana, poniendo más interés en hablar de sí mismos en voz alta que en entablar conversación. El es un bravucón, un tipo pendenciero que busca pelea. También, en el fondo, un cobarde. Ella, ha sufrido vejaciones sexuales de su propio padre, se ha casado, tenido un hijo y separado. Cuando al fin se escuchan, descubren que son como dos animales heridos que pueden ayudarse a curar sus llagas. Por lo menos a intentarlo, aunque para ello tengan que superar la mutua desconfianza, la que han ido adquiriendo a lo largo de sus vidas maltratadas. Será en la casa de ella, en su habitación, sobre una cama de perfiles duros, que, sin embargo, se transforma, por unas horas, en espacio para la felicidad, donde aquella misma noche empiecen a soñar un futuro que les libere de su infierno. A la atracción física sigue el descubrimiento del afecto, del poder de las palabras tiernas, esas que se dicen en voz baja para que solo las oiga la persona querida. Sueña la pareja con su matrimonio, deciden como irá vestida ella – de blanco, claro -, hacen la lista de los invitados a la boda, trazan planes de futuro… Hasta que amanece. Él sigue soñando, pero ella, instalada de nuevo en la realidad, le obliga a despertar, a “abrir los putos ojos”, a mirarse en el espejo que les devuelve su imagen de perdedores. Las leyes de la física dicen que los polos del mismo signo se repelen y eso vale para ellos. No hay nada que hacer, sino seguir estando donde están, en medio de la basura y la violencia. La última imagen que nos queda de ellos, tendidos en el suelo, alargando los brazos en un intento inútil de que sus manos se encuentren, es un tremendo símbolo de su impotencia y de su soledad.

John Patrick Shanney, dramaturgo estadounidense, aunque en España sólo sea conocido por su actividad cinematográfica –suyos son los guiones de películas como ¡Viven!, Hechizo de luna, Joe contra el volcán y Cinco esquinas- es el autor de esta obra descarnada, a la que, sin embargo, se le pueden formular, desde el punto de vista formal, no pocos reparos. El mayor, quizás, la torpe presentación de los personajes, en la que la información sobre sus vidas se expone de forma precipitada y escasamente creíble. Estas y otras carencias del texto han sido resueltas satisfactoriamente en la puesta en escena. Mariano de Paco Serrano, que se ha ocupado de la dirección y ha concebido el espacio escénico, ha puesto en pie un espectáculo brutal y axfisiante, cargado de violencia, a veces apoyada por la música en directo compuesta e interpretada por el grupo Stormy. Pero en ese espacio que ha querido desnudo, sin otro atrezzo que la citada cama, que tiene algo de litera cuartelera, las mesas del bar, unos focos y una patética y diminuta muñeca bañada por la luz de uno de ellos, en medio del caos y de la destrucción que ha recreado con pulso firme, ha logrado, sin apenas modificar el ritmo y tensión del espectáculo, acotar un territorio en el que los personajes muestran, sin caer en el melodrama, sus vanas ilusiones.

Maite Jiménez y Francesc Garcelán interpretan a los dos personajes. Sin ellos, Mariano de Paco no hubiera sacado adelante el espectáculo de la forma en que lo ha hecho. No se trata sólo del agotador y necesario esfuerzo físico que les ha exigido, sino de su capacidad para indagar en la conducta de sus personajes, llegar a comprenderla, hacerla suya y mostrarla sobre el escenario con la máxima crudeza y credibilidad.

Más información

           DANNY I ROBERTA - DANZA APACHE PARA DOS SOLITARIOS - Crítica

           LA CHÁCENA, Compañía de Teatro - Entrevista
 


Jerónimo López Mozo
Copyright©lópezmozo

 


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Última actualización el Miércoles, 05 de Mayo de 2010 16:52
 
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